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Cristina y Vos

¿Se acuerdan de esta campaña? http://www.cristinacobosyvos.com
Nosotros somos los que seguimos. Hay que seguir militando, laburando y debatiendo. Hay que seguir en los barrios, en esos lugares donde casi nadie pone el ojo ni la palabra ni las excusas. Es ahí donde hay que encontrar al otro que se sume a un proyecto nacional y popular, de redistribución, de justicia social, de dignidad. Ahí está el “Vos”. Cobos estaba en el medio, entre Cristina y Vos, muchos Cobos hay en el medio. Hay que trabajar en la formación de actores leales, convencidos, que aten los cabos entre Cristina y vos, que sientan propio el proyecto porque defiende sus intereses. Difícil será siempre esta batalla si los soldados siguen pensando en el concepto de padre de familia burguesa para decidir en política. Es otro el actor que nos tiene que condicionar, con su vulnerabilidad, con su desintegración familiar, con el paco en el bolsillo. Esa es la tarea más difícil, la de concientización, de la comprensión.
Tenemos nuestra crítica sobre los errores del gobierno en estos últimos cuatro meses, nos sirve hacer diagnósticos porque de ahí intentamos generar estrategias validas. Pero hay que avanzar encima de eso. Podemos, y lo hacemos, escribir y decir lo que el gobierno debería hacer para no perder protagonismo: abrir el juego, sumar a figuras comprometidas que están esperando que abran la puerta, trasparentar los objetivos políticos previamente, refrescar el gabinete y muchos etcéteras. Pero nuestra tarea, compleja, es generar actores intermedios, que sostengan un proyecto, que vinculen. Nuestra generación tiene ese protagonismo. Tenemos la obligación generacional de hacerlo, retomando banderas históricas de lucha pero con el desafío de generar lecturas propias, nuestras, de esta época. El kirchnerismo hay que leerlo como un fenómeno histórico pero fundamentalmente como un fenómeno del presente y analizarlo desde acá, para poder expandirlo, ocuparlo y llenarlo de contenido. Eso se hace con política permanente. En las calles, en los barrios y en las oficinas. Se hace con imaginación. No hay que subestimar ningún espacio. Tenemos que pensar en grande pero haciendo desde lo chico. Coyunturalmente, en el marco general, sufrimos un golpe tremendo del cual todavía no conocemos las consecuencias. Pero como sea, tenemos mucho para aportar al proyecto nacional y popular. Por lo menos, ser quien ate las cuerdas entre Cristina y Vos.

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Militancia

Lo que más me duele es la amargura y desilusión de toda la militancia que bancó durante los últimos dos meses, en la calle, el proyecto de país que impulsa el gobierno. Y cuando digo militancia me refiero a, los chicos y chicas de todo el arco del movimiento social Kirchnerista que sin ninguna otra motivación que las convicciones, sin otro motor que la sensibilidad por las diferencias sociales, se la juegan todo por el todo. Me duele la frustración que nos comimos las tres mil personas que ayer estuvimos hasta las cuatro y media de la mañana siguiendo de pie, unos pegados a los otros, como si fuese la final de la copa del mundo, la sesión del parlamento. El clima, salvo durante los cuarenta minutos que duró la pobrísima intervención del vicepresidente, fue de fiesta. Me duele porque la militancia es genuina, sale de las vísceras, no pide nada a cambio, está ligada a nuestra historia, que es la misma que la de nuestros viejos –que también vienen bancando al gobierno, y a las instituciones-, una mirada colectiva, solidaria, inclusiva. Me duele porque tenemos confianza en la gestión de Cristina, en el liderazgo de un tipo como Nestor Kirchner, una bestia política que conmueve y genera una profunda admiración. Nos duele porque ayer perdimos una pelea contra los grandes poderes concentrados de nuestro país, contra lo peor, lo insostenible, lo de siempre, las banderas de la intolerancia, la xenofobia, la mezquindad, la insensibilidad, la extorsión, los medios, la iglesia, la pata recalcitrante del PJ, la miseria de la oposición, la chatura de la clase media, la oligarquía que muestra los colmillos cuando se pretender profundizar, aunque sea un poquito, cambios estructurales en nuestro país. Me duele porque ahora, que la mano se puso muy espesa, que las aguas se dividieron, que está a la vista de todos quien es quien, en el último milímetro de la disputa, un impresentable como Cobos, un incapaz, tibio, seco de responsabilidad y grandeza, nos deja lagrimeando en la puerta del Congreso, después de dos meses de estar en la calle sin respiro, aguantando de todas las maneras posibles los golpes que nos tiran, de manera desmesurada, y desigual, desde los cuatro costados. Me duele porque esta misma militancia es la que no claudica, la que no traiciona, la que sabe lo que quiere y anhela, la que intenta construir puentes con la sociedad, la que no concilia el sueño cuando de desigualdades se trata.

La trompada en la mandíbula de ayer nos dejó tontos. Es el resultado de varios factores, propios, y ajenos. Pero vamos a seguir, vamos a bancar hasta el final. Esto recién empieza, amigos.

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Karpas

La primera y segunda noche se durmió ahí, tirados sobre una bolsa de dormir, tapados por una frazada, o a un costado sobre uno de los bancos de la plaza que, así, bajo techo, parecía propio, que lo hubiésemos traído de casa –al igual que un cartel verde, municipal, clavado al fondo, de dos metros de altura, que rezaba, en lo alto, Plaza los dos Congresos-. Se consiguió unas sesenta sillas de plástico blanco que, según la necesidad, se pusieron en filas para las charlas, debates, videos, mirando al frente, o en circulo para tomar mate, comer lentejas o discutir coyuntura, o apiladas contra las paredes. Al fondo de la carpa se pusieron dos tablones sobre unos caballetes: un panel, o mesa, donde se sentó la gente que vino para a compartir, contar, o comunicar, por ejemplo acerca de la nueva derecha, o la nueva ley de radio difusión, en el marco de una charla, o actividad. Teníamos una teve y un sonido desde el que sonaba cumbia, rock y folklore. También una turbina que escupía calor por la noche. En las paredes había pegados afiches de todos los tamaños y color, pancartas, fotos, consignas, flameadoras, algún trapo. También tenemos una olla de aluminio inmensa, donde una tarde hicimos chocolatada y una noche helada un guiso de lentejas memorable.
Afuera de la carpa hubo mucho agite, el incansable ir y venir de la gente que se acercaba, sacaba fotos, quería firmar las planillas –algunos lo hacían sin siquiera preguntar, ni mirar lo que firmaban-, llevarse material, preguntar donde nos juntábamos, cuando, como podían hacer para colaborar, o para contarnos que les hacíamos acordar a otras épocas, cuando ellos también le ponían el pecho a la coyuntura, nos decían que no aflojáramos, que los grandes cambios son así, generan resistencia en los sectores a los cuales les tocas los intereses, que tocarle el culo a los que cortaron la pizza toda la vida es, tiene un costo, que la pelea la íbamos a ganar. Los que se acercaban podían ser de cualquier parte: Tucumán, Mar del Plata, Pergamino, Moreno, Berazategui, pero también del colegio de la vuelta, de la panadería de Rivadavia, que yo tengo un hermano que tiene algunas hectáreas en Victoria, Entre Ríos, pero que apoyo las medidas del gobierno, que hay que redistribuir la riqueza, que la justicia Social, que Evita, los pobres, los excluidos, que es hermoso que la juventud peronista esté de nuevo en la escena política nacional.

Te ponías detrás de la mesa, en la puerta de la carpa, media hora, paradito, no mucho más, dando una mano para colgar una bandera, yendo a comprar cigarros, o pan, o atendiendo a un grupo de gente suelta, o de una organización que venía a pedir, o comunicar, algo, una adhesión, una propuesta, a simplemente charlar con uno que también quería ser, aunque sea por un rato, protagonista. En cualquiera de las estas situaciones, o la mixtura de todas juntas, lo que pasaba, por dentro, es que la sangre te corría por las venas a una velocidad poco común. Y cuando mirabas para los costados, y veías que tus compañeros estaban en la misma, hablando como un loro, gesticulando con los dos brazos, atendiendo el celular, escribiendo un mensaje, encontrándote con alguien, llamando a alguien a los gritos, caías en la cuenta de el aire frío que corrió por la zona del congreso estaba totalmente absorbido por una situación única, comparable con muy pocas otras experiencias, histórica. Chicos, grandes, abuelos, vecinos con los perros, trabajadores, desocupados, indigentes, todos los programas de televisión, gente amiga, compañeros y compañeras, familia, dirigentes. Nadie estuvo exento del clima político que se vivió en la zona de las carpas K durante los doce días.
Los grandes medios, en concordancia con el partido que vienen jugando desde que arrancó el conflicto con el campo, hablaron, sin ponerse colorados, de un circo. Banalizaron, y minimizaron, una situación nunca antes vista. Hablaban de la plata que salía montarlas, del costo para la ciudad, de la suciedad, de lo complicado que se hacía transitar por la zona. Pero los que estuvimos ahí desde las nueve de la mañana hasta la una del otro día, en turnos, sabemos que en todas las carpas, por lo menos las carpas kirchneristas, lo que se respiró fue política, ideas, valores, convicciones, historia, presente, futuro, nada menos que un proyecto de país en juego. Tanto nosotros, como el río de gente que transitó la zona, estuvimos atravesados por una adrenalina sumamente contagiosa, alegre, convincente, que te comía los tobillos, la panza, la espalda y los cachetes de la cara. Nunca antes se había respirado tanto revoloteo cívico en la plaza de los dos congresos. Nunca antes se había instalado una carpa a favor de las políticas de Estado de un gobierno. Hay que salir a decir estas cosas: nunca antes se había instalado una carpa, varias carpas, a favor de un proyecto de país. Nos guste o no, es así.
Nosotros, los hermanos Dios, estuvimos ahí, enmarcados en las actividades del GEN y la JP, porque formamos parte de de un proceso político que ya hizo historia. Nos motoriza la idea de construir un país más soberano, justo y solidario. Nos gusta la política porque es con esa herramienta que podemos generar los cambios sociales por los que el campo popular de nuestro país viene peleando hace décadas. Estuvimos en la carpa de la juventud, muchos de nuestros compañeros sin respiro, durante más de diez días, porque entendemos que las retenciones a la exportación de granos es una medida justa, constitucional, que apunta a sacar donde sobra y poner donde falta. No hay mucho misterio.

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Abrazo


Finalmente el viernes pasado pudimos concretar la conferencia de prensa anunciando la apertura del Registro en la Ciudad de Buenos Aires de Denuncias de Ex Combatientes de Malvinas sobre violaciones a los derechos humanos durante la Guerra de Malvinas. Alicia Pierini y Juan Cabandié con sus discursos ajustados, precisos. Charly y yo, propulsores de esto en la ciudad, mirando, contentos. Hablaron también ex combatientes. Y terminó la conferencia Pablo, el primero que declaró, ante mi, en la Defensoría, el primer testimonio del Registro. En la conferencia, en 30 segundos explicó el maltrato y los abusos que había sufrido por parte de su superior durante la guerra. Estaba emocionado. Veintiséis años en la garganta. Esta tortura sólo la había comentado con sus compañeros ex soldados de la guerra y con su mujer. Terminó la conferencia. Pablo caminó unos pasos. En dos segundos tuve que definir si me levantaba para saludarlo o no. Es un gesto típico de funcionario ese de saludar al orador y palmearle la espalda. No quería eso. No me interesaba eso. No sabía realmente qué hacer. Pero yo también estaba muy emocionado. Me levanté de la silla y lo saludé. Pablo abrió los brazos y me dio un abrazo fortísimo, sentido, enorme. Gracias, me dijo, gracias, estuve veintiséis años esperando esto, gracias. Sus brazos me apretaban. Lloré sin lagrimas.

Por estas cosas me gusta la política y la gestión pública.

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Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios