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El familiar biólogo y el lanzamiento del Arsat-1


Ayer lanzamos un satélite al espacio y sumamos una Copa del Mundo a la historia grande de la Patria. Casi todos estuvimos atentos al tema, y vimos o leímos la noticia en alguna pantalla, o portal de noticias. En la oficina observamos todos juntos el despegue del cohete como si se tratase de un partido decisivo de la selección. La soberanía satelital, el desarrollo espacial, la ciencia, y la tecnología, me conectan con Esteban, el biólogo de la familia. Un apasionado de los insectos, que con mucho esmero y pasión dedicó su vida a tratar de descifrar los misterios de la naturaleza, que se casó, tuvo hijos, enterró a sus padres y también tuvo nietos, que desde hace unos años tiene una cátedra en la carrera de Biología en la UBA, y que en algún momento de la última década sumó una nueva razón para sentirse vivo: defender con un profundo convencimiento al gobierno que le dio rango ministerial a la materia, que puso en valor su profesión, que posibilitó que sus colegas dejasen de lavar platos en el exterior y volviesen al país, y que hoy seamos una de las ocho naciones con capacidad para construir un satélite, y ponerlo en órbita. Entre tanta emoción, y orgullo recordé algunas instantáneas de mi infancia en las que están él, una plaza, una pelota, y la pasión compartida por River. Mis reminiscencias familiares del hito histórico de ayer tienen nombre, rostro y pasión por la ciencia. Ahora está en Italia, junto su compañera, y son altísimas las probabilidades de que se le haya piantado un lagrimón cuando vio al satélite desplegar las alas.

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Manu y Santino Dios

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