Convencer es vencer. Torcer la voluntad del otro. Persuadir, seducir. Hoy muchos estamos hablando de eso. Despabilar a los distraídos. Hacerlos entrar en razón, si es que el otro se asume equivocado, o desinformado. Sea del modo que fuese, ahora se torna urgente romper el cerco e ir a conquistar voluntades. Las de los que no nos acompañaron. La de los insatisfechos o fastidiados. La de los que nosotros creemos confundidos. La de los que sufren la sistemática inyección de veneno mediático. La de los que están enojados, con razón, o no, la de los decepcionados, la de los que se cansaron, y cualquier otra explicación, pero que creen que las soluciones llegarán con los chicos blancos que se disfrazan de cambio y felicidad. Los cínicos y perversos.
Convencer es vencer en la discusión que tengamos de acá al 22 con familiares, con los compañeros de estudio y de trabajo, con cualquier conocido. Pero no en las redes sociales, sino cuerpo a cuerpo. Lo mismo con los desconocidos, en la calle. Porque es inconmensurable lo que está en juego. Todas los avances de los últimos años. El país. El futuro, pero también la historia de este bendito país. Pero claro, cómo se tuerce o gana una voluntad, nos preguntamos. Yendo a interpelar al de al lado. No importa que ahora hayan vomitado aquello de la campaña del miedo. Mentira. Les duele la reacción generalizada. Les da miedo.
Convenceremos, en principio, si miramos a los ojos del otro, y lo escuchamos. Cualquiera de nosotros lo puede hacer. No requiere de ninguna virtud. O sí: abrir grandes las orejas y cerrar la boca. Ahí nos enfrentaremos al relato de sus experiencias personales, sus realidades, sus verdades, sus fastidios, o quizá también sus caprichos, sus miserias, su cinismo e hipocresía, su suicidio de clase y hasta su más sentido gorilismo. Al último lo dejaremos ir, pero el resto, nos está diciendo algo.
Solo así, habiendo dado paso a las palabras del interlocutor, podremos luego ofrecer una respuesta, un argumento, una idea, una experiencia personal o colectiva, un dato, una estadística, o contraatacar con toda nuestra virulencia y pasión para exponer nuestra propia verdad. Una verdad que, sabemos, estamos convencidos, es la bandera de las mayorías, porque el modelo de país que venimos sosteniendo desde hace doce años, no hizo más que ampliar derechos y conquistar soberanías. El miedo no es al cambio, sino al retroceso.
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Convencer
Subido por
Mariano Abrevaya Dios
on martes, 3 de noviembre de 2015
Etiquetas:
Daniel Scioli,
Kirchnerismo,
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