Hablamos de un gobierno que avanzó primero con la reconstrucción de los cimientos productivos y la autoestima colectiva de un país que había estallado por los aires en diciembre de 2001, y que en una segunda etapa se dedicó a edificar un país más justo en base a un notable crecimiento y desarrollo económico que en paralelo invirtió en inclusión social, en especial de aquellos sectores por siempre olvidados.
La gesta sedujo a millones de compatriotas, por supuesto. En especial a los jóvenes, que se volcaron a la militancia y que de inmediato fueron blanco de una campaña de estigmatización de parte de los mismos medios de comunicación que hoy defenestran colegas en la tapa de un pasquín. Hablamos de comunicadores que durante los últimos años hicieron su trabajo desde el sistema de medios públicos y cuyo aporte fue vital porque ofrecieron información clara, honesta y desintoxicada de los intereses de las corporaciones que no quieren una Casa Rosada que fortalezca las instituciones y gobierne para el pueblo que los votó.
Los gerentes y comunicadores de los medios hegemónicos no pueden ver ni en figuritas a esos periodistas que durante los últimos años se embanderaron de kirchnerismo. Una verdadera pesadillas son los programas e informes que emergieron como hongos ya que todo el tiempo les arrebata de un manotazo la máscara con la que hablan de libertad de expresión y las instituciones de la República. Los sicarios de las corporaciones no les perdonan a los periodistas militantes que se hayan entregado con tanta efusividad a un ideario que gana elecciones y transforma realidades, sino también, y acá está el hueso, porque afecta sus intereses y los de sus jefes.
A estos señores se los puso en evidencia, una y mil veces, frente a miles de televidentes u oyentes, en relación a su militancia a favor de los sectores del poder real que operan desde las sombras, cuando mienten, difaman, trasgiversan hechos, fomentan corridas bancarias y cortes de ruta, inyectan veneno y odio, promueven la violencia física y verbal contra todo aquello que tenga aroma a lo nacional y popular, estigmatizan la militancia y montan una descomunal cadena del desánimo, o defenestran periodistas como hoy en la tapa de MUY, simplemente por hacer su trabajo.
En definitiva, cualquier lector que tenga dos dedos de frente, se podría preguntar: ¿cuál es el delito de cobrar cincuenta mil pesos por mes por encabezar un programa en Radio Nacional? ¿Cuánto habrán cobrado los Lanata, Leuco, Castro, Van Der Kooy, Bonelli, Santillán y tantos otros perversos por estar las veinticuatro horas horadando el sistema democrático argentino? ¿Eh?
Y una más: ¿qué hacemos con los catorce millones que el Gobierno porteño le bajó por contratación directa al periodista independiente Luis Majul, justamente, uno de los más fervientes detractores de 678?
Una, diez, miles de usinas informativas vamos a necesitar de ahora en más.
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