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Historias de cuarentena (14)

Cuarentena verde, por Mana Chispeante

Una pequeña ramita de hojas extrañas apareció en mi jardín, era bonita, pero yo no la planté. El misterio se aclaró cuando mi hijo me contó que había sido él quien me la regaló. Pasó el tiempo, y ¡como crecía! Tenía una fuerza enorme, y también un aroma entre menta y otra cosa, con una muy rica fragancia.

Pero llegó la cuarentena, y cuánto extraño a mis hijos, me llaman todos los días, especialmente el que plantó la susodicha. ¿Cómo está?, pregunta. No yo, sino ella. Así que aprovechando esa excusa le decía que quizás le faltaba agua o tenía demasiada. Los llamados y las fotos se hicieron mas intensas a medida que pasaban los días. Hasta que hace una semana, me dijo fatal, vas a tener que ser vos.

¿Yo qué?

Vas a tener que cortarla y ponerla a secar. En caja de cartón, cuidado, que no se honguee, ponela en un lugar cerrado, cuidado, cuidado.

Parecía que estaba tratando a una poderosa bomba de hidrógeno. 


Así fue que la corté, desparramé las hojas y los tallos (mientras me daba indicaciones por teléfono: cuidado con los tallos, que no se desperdicie nada).

A los diez días, estaban secas. Sequitas. Él me preguntaba: ¿Están secas? Aún no, porque como en casa vive una muchacha que vio la planta y dijo tengo un papelito, ¿te parece si fumamos una florcita el domingo después de almorzar? Pues seeeee…

Eso hicimos, y mientras yo flotaba entre algodones y subía por escaleras larguísimas y me daba cuenta que mis brazos miden mas de dos metros, mi hijo me llamaba para preguntarme ¿Ya se secaron? Todavía un no le podía decir que sí porque vive en Adrogue, y no podía venirse hasta Núñez y menos explicarle a los controles que viene a cuidar a su madre porque se le está consumiendo la planta.

Y parece que la cuarentena es larga, pero las hojas y tallos ya están en frascos, y se ven bien secos.

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Manu y Santino Dios

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