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La pura realidad


“El pasado no está muerto ni enterrado, ni siquiera es pasado”
William Faulkner

En el marco de nuestra militancia en GEN, todos los sábados participo de una asesoría jurídica en Parque Roca, en un complejo habitacional de emergencia, precario, con familias que siguen esperando que la realidad se les modifique alguna vez: siempre les tocó estar en el margen de de la historia. Estamos organizando una actividad para repudiar el Mundial 78 y queremos hacerla ahí, en el asentamiento, con torneos de fútbol, actividades recreativas, charlas y homenajes.

Es sábado, estoy conversando con dos hombres sobre sus problemas de vivienda en el asentamiento, las pésimas condiciones en la que viven ahí en Parque Roca, las faltas de respuestas. Pensamos juntos alguna estrategia de intervención. La charla es amena. Uno de los hombres, el más gordo, tiene alrededor de 50 años; el otro, más joven, un poco más de 30. La conversación se está agotando, se me ocurre hablarles de la jornada del Mundial, para ponerlos al tanto, para que el barrio lo sepa, para que sus pibes vengan a jugar a la pelota. No se cómo encarar el tema del mundial. Temo bajarle línea de repudio a un mundial exitoso futbolísticamente, qué pensarán, les habló de la pantalla que significó el mundial en 1978, de las cosas que pasaban alrededor, de las torturas, de las desapariciones, enmarco la jornada. Veo que sus caras son de absoluto entendimiento, me cortan el discurso. El hombre más grande se toca la barba y dice: “yo estuve preso en la dictadura, por delitos comunes, pero recuerdo muy bien cómo torturaban a los extremistas, los maltrataban y los llevaban hacía no se donde”. Me explica con absoluto conocimiento, y desde una manifiesta posición de repudio, las acciones del gobierno genocida. El otro hombre, o muchacho, escucha todo atentamente y de su cara se advierte que está nadando en aguas conocidas. “Yo tengo a mis dos viejos desaparecidos”, dispara. Cuenta que un abogado lo estafó haciéndole firmar dos pagares en blanco y que nunca vio un peso de la indemnización que le corresponde por las desapariciones de sus padres.

Es lunes, estoy en Casa Rosada con compañeros de GEN. Habla Cristina. Dice que no va a decir que la casa está en orden, ni feliz día de la bandera. La aplaudo fuerte. Recuerdo semana santa de 1987, agarrado a mi mamá en Plaza de Mayo. Felices Pascuas y mi mamá secándose la mejilla. Impunidad.

Es martes, estoy en la audiencia del juicio por la masacre de Fatima (21 años después de la casa impunemente ordenada). Es el alegato de la querella. Otra vez el relato del horror. Los ojos rojos, el cuerpo vació, la impotencia y el dolor. Me distraigo, quiero distraerme. Pienso en escribir este texto, pienso en el título, en el libro de Hugo Correa Luna que se llama así: La pura realidad. Pienso en Casa de Letras, donde soy alumno y Hugo es profesor. A los pocos minutos escucho la puerta de la sala, alguien entra. Es una mujer, es una compañera de Casa de Letras, se sienta al otro extremo. Nunca imaginé que pudiera interesarle el Juicio de Fatima.

Es miércoles. Se presenta la revista Generac10n. En la tapa está Estela Carlotto.

Me pregunto si es real esa división entre los derechos humanos del pasado y los del presente, división que hacemos a veces en nuestros trabajos y en nuestra militancia, y que sobre todo la hacen otros con distintas intenciones y diferentes intereses.

Me contesto que no es real esa división. La realidad me lo está diciendo. Es la pura realidad.

Riki

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Acá está: ésta es.

Despues de muchas horas de planificación y trabajo, el culo en la silla, la angustía de no poder arrancar o los dedos paralizados por la propia desconfianza, y en especial, después de mucho deseo, sacamos la revista. La hicimos con un grupo de chicos y chicas con quienes comparto un ámbito de militancia política llamado GEN (Generación por la Emancipación Nacional). Militamos porque queremos ser parte del proceso de cambio que está sufriendo la Argentina. Y en ese marco, el político, la militancia, las ideas, la construcción, nos dimos el lujo de sacar una revista que tiene el foco puesto en la cuestión social, cultural, y hasta literaria. En lo personal pude pensar una nota, investigar, imprimir, leer, tomarme un colectivo con un grabador de periodista guardado en la mochila, entrevistar cara a cara a alguien a quien admiro, desgrabar, escribir, re escribir, editar, leer, re leer.
El número uno de Generac10n tiene un diseño y un tipo de relato que éra el que nos propusimos cuando dijimos que teníamos que sacar una revista: propio, generacional y comprometido.
En eso estamos, amigos. Dando la pelea. Interna, y colectiva también.
Dejo, de regalo, el copete de una nota que cuenta por qué Evo Morales salió a darle pelea a la Federación de fútbol mundial (FIFA):

"La FIFA decide y las confederaciones de fútbol obedecen. Salvo algunas excepciones, claro. La historia de este conflicto ya tiene varios meses. Política internacional, fútbol, cultura y resistencia. Un ida y vuelta tan picante como la chicha".

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Golpe a golpe



El país transcurre una situación preocupante. La ofensiva en contra del gobierno y de las instituciones es terrible. Y las mentiras enormes. Esas instituciones que sin llenarlas de contenido sirvieron, sólo como palabra, para criticar el gobierno de Néstor Kirchner. La famosa institucionalidad. Hoy no dicen nada de las instituciones, no hace falta, no les importan. El campo no es una institución, es otra palabra más, que no hace falta rellenar. Es un símbolo.

Tenemos una tarea militante, amigas y amigos. Sencillamente tenemos que hablar, hablar con todos los que tenemos alrededor, en todos los ámbitos. No se trata de defender al gobierno. Se trata de tener cordura, sentido común y ser responsable. Quieren hacernos creer que se viene otro corralito, ya lo escuché en la calle y circulan mails. Los empresarios están aumentando los precios todos los días y retienen la mercadería para generar incertidumbre y crisis. Los medios suben la apuesta todos los días. Clarín se apropió de la derecha, y quiere apropiarse del discurso y de toda la renta. Hay que decir lo que todos sabemos: eso sólo. Y no necesitamos hablar de K o no K, de la JP o no JP. Hay que decir que hay muchas reservas en el Banco Central, muchas, que no hay manera que se caiga el sistema. Hay que decir que la movida golpista es lanzada por los grupos económicos concentrados porque justamente temen que se use ese dinero para distribuir. Ante eso, se reacciona diciendo que no hay plata. Eso es golpista, no es un debate democrático. La democracia les sirve en tanto sigan sosteniendo sus intereses. Hoy vamos a escuchar en todos lados que usan la palabra democracia pero sólo usan la palabra. Y no me digan que no es golpista este ataque, no me jodan más: mentirle al lector, al oyente y al televidente todos los días a toda hora es golpista. Convocar a golpear la cacerola, como lo hace Clarín, es golpista. Una cosa es tener ideas diferentes, entender el país de distintas maneras, los impuestos, la justicia, la corrupción, los precios, una cosa es discutir políticas públicas, opinar sobre el beneficio o el error de ciertas medidas, elogiar, criticar, ofrecer propuestas diferentes; pero otra cosa es deformar la realidad, promover el temor, silenciar voces, poner el foco en un solo lugar. La libertad de expresión tiene dos caras de la misma moneda: derecho a expresarse libremente y derecho a recibir libremente la información. Hace mucho tiempo que en la Argentina falla la segunda.

Hoy que no hay Ejército ni un Estado quebrado, saben que en la comunicación tienen el poder.

Hay que decir lo que hay, ni más ni menos. Que tenemos muchos menos desocupados. Que los datos (más allá del INDEC) son sustancialmente distintos a los de 2001. Es increíble y angustiante tener que salir a explicar esto. Se cae de maduro. Pero la gente parece que lo necesita. Los medios no lo van a decir. Hay que llevar tranquilidad.

Siempre digo que hay que correr al kirchnerismo por izquierda. Hasta parece que el mismo matrimonio lo reclama. Pero una izquierda concreta, no como Buzzi que habla de Evo Morales sentado al lado de Llambias y Miguens; o Tenembaun que habla de la tarea de gobernar como si fuera de la misma envergadura que el problema que tiene en su familia cuando todos juntos hablan en la cena.

No voy a caer en el facilismo de decir que el gobierno se equivoca acá y allá. Es evidente que se equivoca. Pero es lo más fácil decir donde se equivocó, sentado acá en mi casa escribiendo esto. Prefiero decir que lo que me da profunda tristeza no es ni Clarín ni el campo ni los errores del gobierno, lo que me destroza es saber que este país, la sociedad que ocupa este país, o mejor dicho los sectores de la sociedad que disputan poder en este país, no tienen la menor intención de mejorar las condiciones de vida de todos los habitantes: sólo defienden sus intereses. Y el gobierno, en este mapa, es el que queda mejor parado. En nuestro país hay más de 5 millones de personas que son pobres: no tienen diarios, ni tienen blogs, no mandan mails. Aunque sea en el discurso, el único actor que los menciona es el gobierno. La posición que asumen los demás actores visibles hoy en la Argentina es de derecha, irresponsable o irrealizable.

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Madres de la Plaza, el pueblo las abraza

"Que lindo es verlos así", me dice Carlitos, una butaca a mi izquierda. "No la pueden creer", agrega Lola, una fila de asientos más abajo.
La sala es solemne, cortinas pesadas, techo alto, circuito de audio y video, laptops, los tres jueces, la querella, la defensa.
El hombre de la foto, treinta años despues, no tan entero, ni recto, ni estirado, bastón, trajeado y engominado, casi sin orgullo, caído, sollozando, suplicando, en el banquillo de los acusados. El ex policía intenta desplegar una coartada por momentos ridícula, de mal gusto, con una watt de la ciudad de Mar del Plata, un Fiat 600 robado, y un cantor de tangos. Antes y después de cada párrafo, levantando la cabeza en direccion al juez que comanda el tribunal, acongojado, dice: "señor presidente".
Llega el turno de las víctimas: un hermano, un padre, y dos madres. Todos familiares de los chicos asesinados con un tiro en la nuca, y despues dinamitados, durante la madrugada del 20/08/1976, en la localidad de Fátima, partido de Pilar.
La querella le pregunta por la famosa foto a dos testígos directos de aquella tarde: las dos madres de Plaza de Mayo -sin el pañuelo blanco porque el tribunal no se los permite-. Una dice: "el cana la abrazó ni bien se dio cuenta de que lo estaban apuntando con la cámara de fotos. En cuanto escuchó el clic de la camára, sacó la mano". La otra duda de la existencia de la madre que se deja abrazar por Carlos Gallone: "nadie supo jamas quien era esa madre".
"Que lacra, ¿no?", digo, "en la foto te das cuenta de que el tipo abraza con resignación, como obligado". Carlitos no dice nada. Se saca el buzo y se acomoda en el asiento. Lola tiene puesta la mirada en el frente. Llegan un par de amigos más. Apagan los celulares, se sientan a los costados.

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Llegar a Página


Ya es martes, son las dos de la mañana y sigo encendido. Excitado. Como un niño estimulado por muchos juguetes juntos. Publicaron una nota mía en Página 12 y entonces estoy contento. Sandra Russo me pidió una nota hace un tiempo y desde entonces estoy contento. Sandra es mi maestra y Página 12 mi diario. Decir que se cumplió el sueño del pibe es caer en un lugar común, pero es un lugar tan común como ajustado. Publicar en Página 12 es conquistar a una de las mujeres más lindas, sobre todo para nosotros, jóvenes, con ganas, que queremos escribir, que la vemos desde abajo, que estamos aprendiendo, que somos felices aprendiendo y aprendiendo.

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Arrancó el ciclo


La idea se la tiró Nico a mi hermano una noche de copas en un bar de las cinco esquinas. La iniciativa prendió como un gajo en la tierra. Se trabajó durante tres meses para que la noche del sábado 26/04/2008, esté casi todo cerrado: un afiche que ya hizo historia, cuatro lectores -dos narradores y dos poetas-, otro que se ocupase de la imagen y el sonido del debút, una pintora -y el curador de la muestra que se ocupó de colgarlos a la vista de todos-, un músico invitado, dos chicas que se ocuparían de cocinar y atender la barra.

No sabíamos del todo cuanta gente vendría. La propuesta estaba abierta, los correos enviados a muchas bandejas de entrada, el aviso de boca en boca, los llamados de último momento. Al final fueron unas cincuenta, sesenta personas: familia, amigos, conocidos de diferentes espacios de nuestras vidas. A las once menos cuarto de la noche nos juntamos a un costado del living con un Nico que se comía las uñas: “arranquemos, loco: llegó la hora”. Con mucha soltura, y gracia, Nico pidió silencio y dio las palabras de bienvenida y agradecimiento. Sobre su cabeza, el logo de Más poesía Menos policía en movimiento: fondo blanco puro, un manifestante tirando un ramo de flores, de colores -el único color que tiene la imagen-, la consigna en letras negras, la fecha, el lugar.

La sinagoga del Rock lucía a pleno: el comedor a oscuras, la gente sentada en el suelo, banquitos, el sillón de fondo, gente en la cocina, acodada en la barra, charlando bajito, otros en el patio, espiando, fumando. En la parte de adelante del comedor, una mesa ratona de madera, vacía, misteriosa, alumbrada sólo por una lámpara de pié.

Leímos los hermanos Dios, los narradores. Dos o tres textos cada uno. Bien, tranquilos, acentuando las voces de los personajes, metiendo una pausa para generar clima y expectativa, levantando la vista una o dos veces, buscando la mirada de alguien, encontrando sonrisas. Lo más fuerte: hacer carne el texto, tomar conciencia de que cada palabra, cada frase, cada idea, volaba y se instalaba en el inconsciente del que estaba sentado ahí, a unos metros, comiendo el plato de chili con carne, tomando un fernet.

Después de los hermanos hubo una pausa. Música.

Vino el turno de los poetas. Primero Nico, despatarrado sobre la mesita ratona, a gusto, relajado. Fue el momento más agradable de la noche, con risas, alguna carcajada, clima distendido y comentarios de parte de la gente que se animaba a meter un bocado. Nico Invitó a un amigo a leer unos poemas de un escritor peruano: veloces, sarcásticos, geniales. Muchos aplausos, chiflidos.

Y para terminar el costado estrictamente literario de la noche, Martín Rodriguez, hasta ese momento acobachado junto a su mujer en la única mesita del patio. Se sentó, encorvó la espalda y, primero leyendo casi para adentro, después mucho más flojo, tiró seis o siete poemas de una profundidad escalofriante.

Otra pausa, más música con buen gusto. Besos, abrazos, palmeadas en la espalda. Tragos, más comida.

Y llegó el turno de Lucio, un músico amigo que se subió a la mesita ratona y con una frescura envidiable deleitó a la gente con varios temas propios, cálidos, personales, muy sentidos. Su presentación duró una media hora y no tuvo desperdicio.

Para terminar, la fiesta: íntima, veinte o treinta personas que se dedicaron a charlar, bailar, tomar algo. Así estuvimos un par de horas, llenos, satisfechos lo mires por donde lo mires.

“¿Cuando hacemos la que viene? Ya tengo un par de narradores y un músico”.

Una noche completa, armada de cero, original, complaciente. Eso fue Más poesía Menos policía. Comunión. El regreso de los amigos locos a pleno. La pintora vendió dos cuadros.

Hubo remeras negras con el logo blanco. Al otro día fui a una peña con la remera puesta.

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El viaje Redondo

Para Marce y Wen (por orden de antigüedad)


1) Ficciones

Queríamos hacer una encuesta a todas las minas que había en MDM (Madame en el lenguaje rosarino): ¿Por qué iban a este boliche? Unos amigos nos contaron que los fines de semana van a MDM alrededor de 3000 personas. ¿1500 mujeres? No sabemos la cantidad exacta, lo que sabemos -porque lo vimos- es que el 90% están buenísimas. Rosario tiene eso, además del río, el monumento y los amigos: un promedio descomunal de chicas lindas. Lo cierto es que ninguno de nosotros, porteños de ley, tuvimos nunca la oportunidad de darle ni siquiera un pico a una rosarina, y eso que vamos periódicamente a la Chicago argentina hace más de 15 años.

Queríamos preguntarle eso: ¿Por qué? Porque nosotros, hay que decirlo, en Rosario vamos a un tipo de discotecas que jamás iríamos en Buenos Aires, pero vamos porque queremos verlas y, sin saber cómo, queremos llevarlas aunque sea hasta el auto. Pero, insistimos: ¿Por qué van ellas? ¿Qué buscan? Calculamos que casi todos los hombres, salvo uno que otro que va con la novia, van a MDM a buscar una mina para hacer algo más que hablar. ¿Y ellas? Ellas bailan, caminan, toman, hablan, gritan. Van de pista en pista, a la de afuera a la de adentro. No miran, no escuchan. Y se van solas. A las 6 de la mañana el amanecer en la calle se llena de chicas solas.

2) Realidades

Cuarenta mil personas invaden pacíficamente un lugar acostumbrado a treinta mil: Jesús María. El viaje es largo y siempre divertido. Hay una liberación de algo que ya está liberado. Al llegar con el Corsa gris, ya es de noche, los siete kilómetros de la caravana de autos aceleran el revoloteo de esas mariposas que de tanto en tanto aparecen en la panza de los seres humanos, por amor, por desamor, por miedo; generalmente antes de que pase algo especial. Cortazar decía que eran arañas.

Estamos en un lugar que es nuestro hace más de 15 años, desde Obras o desde Racing. Tenemos 31, 32 años. Acá somos absolutamente jóvenes. La calle es nuestra. El vino y la cerveza también. Sólo caminar las últimas cuadras antes de entrar al estadio, hacer sólo eso, paga todo el viaje. Lo demás es música. Las dos cosas juntas es rock.

El clima que se vive en la previa de los recitales de los Redondos, ahora del Indio, es la máxima expresión del sentimiento ricotero: es una comunión, es el beso antes del sexo, es enterarse del sabor del vino, no hay foto, no hay crónica; hay humo, cientos de pies con el mismo destino, alegría contenida, ebriedad solidaria, fiesta callejera. Si supiéramos de poesía, esto sería poesía pura.


3) Ficciones

En Jesús María no conocimos a Jesús pero sí a dos Marías. Viven del campo pero odian a sus dueños (grandes, medianos y chicos). Odian también a la presidenta de la Nación. Por nuestro cansancio y nuestras segundas intenciones eludimos la problemática y entramos en confianza. Tres a dos puede ser un partidazo si todos aceptan las mismas reglas. No era el caso. Ellas se suben a nuestro auto y nos llevan a pasear a la montaña que sólo sentimos y escuchamos porque la noche es cerrada y la luna chiquita. Ellas quieren –después lo analizamos- padres para sus hijos, nosotros poder contar algo más cuando volvemos.


4) Realidades

Tres amigos que manejan su vida de manera diferente pero absolutamente juntos. Cuarenta y ocho horas de pura intensidad, de mucha ruta, pocas horas durmiendo, siempre soñando. Tres amigos que, con tanta caminata, eligen demostrar su cariño proponiendo el chiste más gracioso. Gracias.


Riki

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Necedad


- Se suspendió la fiesta del chorizo colorado, loco –le dice el Corto ni bien lo ve salir del auto. El Corto tiene anteojos para el sol con armazón de acero y cristales de vidrio. Está ancho, la remera apretándole los tubos.
- ¿Qué pasó? –le da un beso Rulo.
- Nada, por el paro del campo –dice el Corto. Y el Rulo saluda a Julio, el encargado del edificio donde vivió más de quince años con sus viejos.
La mañana está hermosa: cielo azul, sol, temperatura justa. El Rulo dejó a su nene en el jardín hace cinco minutos. Se está yendo a trabajar. Venía silbado, tarareando una canción de la Bersuit.
- Que se jodan por cortar rutas y no dejar pasar a los camiones –tira el Rulo, va hasta el auto y lo cierra.
Será que el Corto no le dio tiempo a nada, o que se hinchó las pelotas por la vez anterior, hace una semana, cuando discutieron por lo mismo, pero no lo pensó dos veces.
- Por ahora, papá –dice el Corto, atajándose-: en un mes vuelven a la carga.
- El gobierno quedó mejor parado que el campo –dice el Rulo.
- ¿Te parece? –se burla el Corto.
El Rulo no puede ver los ojos de su amigo porque los lentes de policía anti narcóticos son puro reflejo.
- Si, me parece –afirma el Rulo-. Los tipos no pueden dejar sin morfi a la gente, parar las industrias, fábricas, comercios.
A Julio, el encargado, le chupa todo un huevo: sonríe como si se estuviese charlando de mujeres.
- Éste es un Kirchnerista –le dice el Corto al Julio, y el otro también se ríe.
- Los del campo la quieren todas: son insaciables –dice el Rulo, remera de manga larga, jean, zapatillas.
Julio saluda a un gordo que pasa por enfrente con un nene en brazos. Le dice que noche la de anoche, el otro levanta el brazo libre: se cagan de la risa. Pasan un par de autos por la calle, meten ruido.
- A los grandes si hay que sacarle, pero ustedes le roban a los medianos y a los chicos –le tira el Corto al Rulo.
- El gobierno sacó medidas para los pequeños productores.
- Si, pero recién ahora –el Corto abre los brazos, habla en voz alta.
- Pero agacharon la cabeza y cedieron –dice el Rulo, y saca un pucho del pantalón. Casi nunca fuma a la mañana.
- Dejá, loco –lo sobra con la mano el Corto.
El Rulo se distrae con un vecino que sale del edificio. Piensa que es mejor hablar de Racing, el fantasma del descenso, la quiebra: ahí si que se van a entender.
El Corto mete las manos en el bolsillo, se da vuelta, patea una piedrita hacia la calle, y se sienta sobre el capo del auto del Rulo.
Por la esquina aparece una flaca de pantalón blanco y tacos: camina hacia los chicos con paso decididamente femenino. Pasan corriendo dos chicos de delantal blanco: en la espalda llevan unas mochilas casi tan grandes como ellos.
- ¿Sabés hace cuantos años que no se llenaba la plaza para apoyar un gobierno? – dice el Rulo, y pita. Ya no silba.
- Fueron todos por el chori, papá: son todos monchos –dice el Rulo desde el auto.
Pasa la flaca. Muy fina: nariz, boca y piel. Aroma a limpio, recién bañada. Mira para adelante seria como un caballo.
- Yo estuve en la plaza y no me pagó nadie –vuelve a la carga el Rulo. Pita, tira el humo.
El Corto tiene la cabeza torcida hacia su derecha, en dirección al culo blanco que se mueve con la elasticidad de una cinta de esas que se usan en la gimnasia artística.
- Van todos por el paty y la coca, papá –contesta el Corto.
- ¿Quién te contó eso, loco? – salta el Rulo.
- Nadie, papá: se ve por la tele.
El Rulo se da vuelta, tira la colilla hacia un costado. “¿Cómo puede ser que este pibe tenga un discurso tan básico?, piensa. “¿Será la prima policía con la que tan bien se lleva, derecha como un mástil de la escuela de instrucción?, ¿vendrá por ahí la mano?, ¿o será la tele, formadora de opinión por excelencia, tacto y sentido común por sobre todas las cosas?”.
- ¿Y D’elia? –salta el Corto.
- Ese no es el problema, loco, es un poquito más profundo –el Rulo habla en voz alta, el pelo desprolijo, la boca seca. El Corto sabe que el otro lo puede dar vuelta, pero quiere decir lo suyo. “¿A quien se comió éste?”, piensa.
- ¿Ese no es el problema? –dice el Corto, y se levanta del auto-:- ¿y quien lo mandó, entonces?
“Nunca saltaste por nada, Corto, ni por nadie, la concha de tu hermana”, piensa el Rulo, se come las uñas. Lo mira, lo tiene al lado, no lo quiere herir. “Y ahora, justo ahora que la mano anda mejor, te llenas la boca de pelotudeces”.
- Kirchner lo mandó, loco.
Pasa una señora con dos bolsas del chino de la esquina. Arrastra los pies. Saluda a los chicos.
- La plaza es de los que luchan –dice el Rulo, seco.
El Corto no dice nada pero sonríe. Tiene los brazos en la cintura. Sabe el otro acaba de meter un tema con el que no se puede joder mucho
- De las madres es la plaza, Corto –repite el Colo-, no de las viejas conchetas de Recoleta que le gritan puta a Cristina por venir del peronismo de los setenta.

Silencio de nuevo. Pasa un micro escolar, naranja. Un par de chicos gritan cosas por la ventana. El Rulo los mira pero no los saluda. El Corto tampoco.
- No sé, loco, no sé –dice el Corto.
- Mas bien que no sabés –dice el Rulo, y se va.
La flaca del culo blanco debe estar llegando a Retiro. Por la vereda de enfrente aparece Julio, una caja de herramientas en la mano. El Rulo lo ve pero no se hace cargo. En la esquina, un perro mea sobre una bolsa de consorcio negra que tiene mitad de su cuerpo sobre el cordón de la vereda, y el resto sobre la calle.
El Rulo sube el puente colorado.
Julio cruza y lo encara al Corto:
- ¿Se calentó el Rulo?
- Es un boludo –dice en tono amistoso el Corto-: no sé porqué se mete en política, si son todos iguales.
El andén está casi vacío, a la parte de atrás le da el sol. En cuanto el Rulo se prende su segundo pucho de la mañana, le suena el celular: es la madre de su nene que le pregunta si puso en la mochila la remerita de manga larga, la azul marino.

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Estuvimos en la plaza las tres noches. También en parque norte. Creemos fervientemente en el proyecto de país que impulsa el gobierno. Apostamos a la inclusión social y a la distribución del ingreso. Queremos un país justo y soberano. Apostamos al sentido común.

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Crecer desde la memoria


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Manu y Santino Dios

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