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Termómetro Social V (la película Belgrano)

Para los que poco saben o recuerdan de la historia patria, como el ahora convencido militante Luciano M., la resignificación de la vida y obra de próceres como Belgrano y San Martín -ahora, en plena disputa con los grupos concentrados de poder que intentan por todos los medios interrumpir y dañar un proceso político excepcional-, se torna, de mínima, interesante. "No tanto por lo que hicieron éstos gigantes", le comentó a un hombre de unos sesenta años con el que se puso a charlar, "sino por todo lo que se genera alrededor, hoy, año 2011". Y remató: "¡Mirá lo que es ésto!", apuntando con el brazo hacia el río de gente que encaraba hacia las salidas.

El domingo pasado se proyectó "Belgrano" en la Plaza de Armas de la Ex ESMA. Promediando la película, bajo un espeso y masivo manto de silencio, Luciano M. escuchó que una chica le comentaba a otra que la convocatoria superaba otra gran movilización, en la misma explanada, cuando Cristina ofició, el 10 de diciembre de 2008, junto a Néstor, un acto por el día de los DDHH. Luciano M. no participó de aquella fiesta, porque andaba en otra, y se lamenta, una y otra vez, porque dos amigos suyos formaban parte de la organización que esa tarde hizo la seguridad del acto, y que tuvieron la posibilidad de agradecer, arengar, abrazar, y sacarse esas insensatas fotos de simplicidad familiar -pero en este caso-, junto a un ex presidente sobrepasado por el calor del sol y de los compañeros.

Las dos mil personas que llegaron al predio a paso dominguero con sillas, banquetas, termos y bizcochitos debajo del brazo, superaron de manera holgada las expectativas de los organizadores de la actividad: el Espacio para la Memoria, Promoción y Defensa de los Derechos Humanos, un ente tripartito (Organismos de DDHH, Nación y Ciudad) que construye políticas de Estado dentro del predio desde el año 2007.

La noche arrancó con unos cortos institucionales del Archivo Nacional de la Memoria. Después se proyectaron imágenes vinculadas al sostenido crecimiento de la industria del cine nacional. Paso seguido, se realizó un pequeño repaso, siempre a partir del soporte audiovisual, de algunas de las medidas más importantes en materia de DDHH de los últimos años. De repente la pantalla se oscureció y se prendieron un par de focos. Desde una tarima las autoridades dieron la bienvenida. El clima era estupendo. A modo de síntesis de lo profundo y promisorios que han sido los cambios de los últimos años, pensando, y poniendo luz, en especial, sobre aquella consigna que usaron las Madres el día que entraron a paso de vencedoras al predio ("a este lugar donde reinó la muerte lo llenaremos de vida"), algunos integrantes de H.I.J.O.S. invitaron al frente a un nieto recuperado que acababa de ser padre.

Minutos después, los actores y productores de la película, entre ellos, Tristán Bauer, contaron con mucha simpleza y honestidad, que estaban muy orgullosos de haber formado parte de la película y de la reelaboración de una historia que hoy toma una vigencia crucial. "Ahora vamos a cantar el himno", anunció alguien desde el frente. Y en la pantalla aparecieron las imágenes de la última noche de los festejos del Bicentenario, con la 9 de Julio reventando de gente, y Fito Paez y una treintena de músicos cerrando las históricas conmemoraciones, justamente, con el himno.

"La noche podría terminar acá y estaría bien, ¿no?", le comentó Luciano M. a su hermana -una chica de veinte años que se sumó a la militancia después del 27 de octubre-, que miraba al frente con los ojos hinchados por unas lágrimas que, a punto de rebasar, le caerían indefectiblemente por las mejillas en el momento exacto que el himno terminaba y las dos multitudes se rompían las manos y se les quebraban los gritos por la emoción.

Durante gran parte de la película, un espeso y enorme nubarrón flotó amenazante en la parte norte del cielo. Luciano M. era de los pocos que se distraían con los latigazos de electricidad que iluminaban la Plaza de Armas, porque los que estaban cerca suyo -él se aseguró mirando a su alrededor- no mostraban ni la más mínima inquietud. La película estaba bien, muy bien, pero Luciano M. por momentos se abstraía, y se sentía lleno, rebosante, atravesado por una sensación que desde hace tiempo le viene generando cierta contrariedad: "por momentos cuesta convivir con la alegría de tantas conquistas juntas".

A su hermana no le dijo nada. "Es mi mambó", certificó, miraándola a ella primero, y después a esa comuninión ciudadana que llenaba de entusiasmo la Plaza mayor de uno de los símbolos más escalofriantes y macabros de nuestra historia.

1 comentario:

vir dijo...

Ay!, que emoción.
Me hiciste participar de ese fragmento de conmoción y vibración.
Cuidemos este momento y los por venir.Son" momentos eternos"

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios