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Contra la violencia institucional en la provincia de Buenos Aires (Volvimos a Miradas al Sur)

El martes pasado me llamaron de Miradas al Sur. Por fin, pensé. Y qué bien me viene, celebré. Esa misma tarde tenía que ir a cubrir el lanzamiento de una campaña contra la violencia institucional en la provincia de Buenos Aires (acá está la nota). Ahí estuve. Dentro del Congreso. La iniciativa la habían tomado los compañeros del Movimiento Evita, que son muy jóvenes, y que le imprimen al ambiente legislativo una fuerza contagiosa. Tomé notas y grabé algunos testimonios con mi teléfono. A Axat, por ejemplo, defensor penal juvenil en la ciudad de la Plata y poeta, que en ambas disciplinas deja todo lo que tiene para dar. Un apasionado. Un compañero que defiende los derechos de los pobres y los ausentes en el territorio de Scioli. Y volví a abrazar a las Madres. Y volví a estremecerme con el padre de Natalia Melmann, y la violación y muerte de su hija, o Carreras, que estaba sentado ahí cerca. Que todos ellos estuviesen ahí, junto a nosotros, la militancia kirchnerista, me llenaba de orgullo. Pero se me hacía tarde, y tuve que irme antes de que terminase la jornada.

Paré un taxi. A la Recoleta, le pedí. No le pregunté si estaba trabajando bien, ni ninguna otra cosa que nos permitiese ponernos a hablar de actualidad. Estamos bien, pensé. Con problemas, claro, pero de pie. Jugando fuerte. Transformado. Cristina estaba anunciando el plan para construir 100.000 viviendas, pero yo no lo sabía. Bajé a dos cuadras de los cines. Hacía frío. Cuando entré al local de Cúspide del “Recoleta Mall”, tuve que sacarme la campera. Leopoldo Brizuela estaba presentando “Una misma noche”, la novela que le premió Alfaguara. Exultante, suelto, honesto, compartía con sus lectores parte de la cocina del texto. La dictadura, otra vez, abordada desde la ficción, y como siempre, para que funcione, desde la particularidad de un personaje, que en este caso es un escritor que vuelve a la Argentina y que ante un caso de inseguridad revive un operativo que el ejército argentino realizó frente a su casa, en 1976. Esperé mi turno, lo abracé, y le pedí que dedicara el ejemplar que acababa de comprar en el mostrador.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias compañero por la mención. la llevo en el alma. un fuerte abrazo. jULIÁN

Manu y Santino Dios

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