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Profanar la Cultura II (crónica acerca de Tecnópolis)

Crédito foto: Área de Fotografía de la Unidad Bicentenario

Lo primero que hizo Norberto fue despacharse en relación a la preocupante coyuntura política de aquellos días de febrero. La devaluación nos había dejado el culo lleno de preguntas. Estaba enojado. Elevaba las manos hasta la altura de sus hombros, pero no como Perón, que lo hacía con parsimonia, para seducir, sino con vehemencia. Sus cejas tupidas se cerraban sobre sus ojos negros. La entrada de un llamado cortó su monólogo. Pidió que lo llamasen en cuarenta minutos, y retomó su análisis. Nos la pusieron, dijo, en relación a la salida de Guillermo Moreno. La derecha, ni bien tuvo la oportunidad, avanzó, y logró hacernos daño, subrayó. También me contó que se acababa de separar, y que estaba viviendo hacía unos días en una pieza, en San Fernando, al norte del conurbano bonaerense. Estoy bien, eh, aclaró. Sus hijos ya tienen veinte y veinticuatro años, y mencionó el síndrome del “nido vacío”. Me preguntó por Santino, con quién me vio por lo menos dos veces en el predio, y le conté que bien, que estaba hermoso, que ya tenía diez años. Volvió a sonar su celular. Mientras le daba unas indicaciones a su interlocutor, yo pensé que no me faltaba tanto para aquello del nido vacío.

Del otro lado de las varillas de la persiana, el cielo seguía muy cargado. La tormenta seguía latente.

Un rato antes de que llegase Norberto, un veterano compañero de su equipo, llamado Juan, me había ofrecido dar una vuelta por el predio, arriba de un carrito de golf. En el parque no había Pueblo. Ni trabajadores de limpieza, ni promotores, ni guías. Un gigante dormido.

Bordeamos “La tierra de Dinos”, en el que ahora estaban congelados, entre la espesura del pequeño bosque, los más de treinta dinosaurios robotizados que tantas muecas de asombro les roban a los chicos. Pasamos por el mini parque temático educativo de Zamba, lleno de color, magia e historia resignificada. Escuchamos el aleteo de un pájaro por arriba de nuestras cabezas. A lo lejos se recortaban los enormes pabellones de la calle principal –que ellos identifican como la “calle 1”-. El Domo blanco de la “Nave de la ciencia”. El arco de acero de la entrada. El “Coloso de energía”, que parece un robot. Al fondo se veía la autovía General Paz, el pesado tráfico de los coches, y la aeronave de Aerolíneas Argentinas. Pasamos por el galpón del Ministerio de Desarrollo Social, donde cumplen funciones cientos de beneficiarios del Plan Argentina Trabaja.

Juan me contó que era un motoquero que llevaba envíos a la Casa Rosada, y que terminó contratado por la Unidad Bicentenario. Ahora, con orgullo, contestaba mis preguntas, y hacía sus propios aportes. A pesar del sinuoso movimiento del carro, yo tomaba algunas notas en el cuaderno. Cuando pasamos frente a una gigantesca olla de agua, me contó que se trataba del aliviador para el arroyo Medrano, que corre por debajo del parque Saavedra, donde vivo, el mismo que había colapsado en abril de 2013 y que había dejado destrozos y cadáveres a su paso. A lo lejos, en un estacionamiento, un obrero, con caso amarillo sobre la cabeza, se dirigía hacia la avenida Constituyentes. Bordeamos la gigantesca torre con cajones de Coca Cola, una vieja locomotora a vapor de los Ferrocarriles Argentinos, y el “Acuario argentino”, uno de los puntos más convocantes de la última edición del parque.

Sonó la radio. Era Norberto.

Cómo llegaron acá, le pregunté a Juan, cuando estacionamos. Al parecer, cuando Mauricio Macri prohibió que la muestra se montase sobre la avenida Figueroa Alcorta, Javier Grossman –a cargo de la Unidad, y Oscar Parrilli –secretario General de la Presidencia-, sobrevolaron el predio, y no lo dudaron. Esto era un baldío, y con las obras cambiamos el ecosistema de la zona, agregó. Una vez encontramos un búho así, dijo, y con las manos graficó el tamaño del bicho. Estaba perdido, contó.

“Acá se puede profanar la cultura”, señala ahora Norberto, en su oficina, luego de chupar la bombilla. “Uno puede meterse por cualquiera de las miles de ventanas que ofrece Tecnópolis. Hay propuestas para todo el mundo”. Dice que con la materialización de la mega muestra de ciencia, tecnología, arte e industria, queda demostrado que a los sectores populares se le puede ofrecer lo mejor; que “es una inversión y no un gasto”. Todo lo contrario a aquella peyorativa frase de ‘pan y circo’. “La propuesta tiene una categoría única, en términos de producción, estéticos, y culturales”, subraya, y se refiere a la oferta técnica, y artística que los visitantes encuentran al pasear por el predio. Y no sólo los pobres. Todos los sectores sociales visitaron el predio. Más de doce millones de visitantes, sumando las tres ediciones.

La Unidad Ejecutora del Bicentenario es la que tiene a su cargo la administración del parque. Son los mismos trabajadores que organizaron los festejos por los doscientos años de la Patria, en todo el país, y dependen de manera directa de Presidencia de la Nación, a través de la Secretaría General que conduce Parrilli. Su director ejecutivo es Javier Grosman. Norberto lo nombra. Lo florea. Me promete una entrevista con él. Y cuenta que estaban en pleno preparativo de un evento que significaría un nuevo hecho cultural de enormes dimensiones: el Encuentro Federal de la Palabra.

El proyecto original de la Unidad estipulaba que la muestra de ciencia y tecnología cerrase los festejos por el Bicentenario, con una apuesta futurista, y se realizaría en los bosques porteños de la zona de la avenida Figueroa Alcorta. Pero unas horas antes de la inauguración el Jefe de Gobierno, Mauricio Macri, se los prohibió, porque se “colapsaría el tránsito”.

El parque abre de julio a noviembre. Durante el 2011 fue visitado por más de cuatro millones y medio de personas. En el 2012, debido a las lluvias, el número descendió en doscientos mil visitantes. El año pasado, de nuevo elevaron las visitas a cifras siderales. Según las estadísticas de la compañía Google, “Tecnópolis” es la palabra más buscada en Internet, y comparte el podio de las más requeridas, junto a “Facebook”, “Twitter”, y “Mercado Libre”, entre otras. Tienen más de medio millón de seguidores en los distintos canales de las redes sociales, y ni siquiera los detractores más recalcitrantes del gobierno niegan el impacto político, social y comunicacional del parque.

2 comentarios:

Sartre dijo...

Que buena idea,profanar la cultura!que desafío .Como decían los revolucionarios del mayo francés.La imaginación al poder.Linda crónica.

Anónimo dijo...

Cronicas tecnopolianas,bravo,Marian.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios