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Entrevista a Javier Grosman (1)

Crédito foto: Unidad Bicentenario

Habernos sentado en una mesa de reuniones junto a Javier Grosman -el Hombre Bicentenario- y sus colaboradores fue uno de los gustos más importantes que nos dio la profesión. Se trata de un hombre que con su formidable trabajo logra una síntesis muy potente del legado cultural que fue construyendo el kirchnerismo a lo largo de sus tres gobiernos. Se trata del hombre que montó ese espacio mágico y conmovedor que tantas veces nos puso los pelos de punta llamado Tecnópolis. Ahí, justamente, tomamos café, comimos unas galletitas dulces, y charlamos de nuestro querido país.

La experiencia de haber organizado los festejos del Bicentenario la publicamos en la última edición de la revista Kranear. Hay que comprar el impreso, o leerla acá. Pero la charla de aquella fría y nublada tarde, en las oficinas que la Unidad Bicentenario tiene en la mega muestra de ciencia, arte y tecnología más grande del mundo versó sobre varios otros temas.

Va la primera entrega (de tres).

Diálogo y consenso
La secretaria trae más café, y también unas galletitas saladas. Son más de las siete de la tarde y el hambre empieza a apretar. Javier recuerda la tensión que se generó con el gobierno de la Ciudad sólo unos días antes de que se montase la mega muestra de Ciencia, Arte y Tecnología Tecnópolis, con la que la Unidad coronaría los festejos del Bicentenario, entre el 2 y el 14 de noviembre del 2010. Luego llegarían las celebraciones del 10 de diciembre, por el Día Internacional de los Derechos Humanos y, por fin, cerrarían un año extenuante.
Por medio de viejos amigos de la subsecretaría de Cultura, en la que había trabajado durante la gestión Aníbal Ibarra, Javier se enteró de que el gobierno de Macri estaba por negarles el permiso para montar la muestra en la avenida Figueroa Alcorta, en los bosques de Palermo, al norte de la ciudad. Pero algo no cerraba, ya que el mismo gobierno porteño ya había empezado a montar las obras.

Javier lo llamó a Diego Santilli, en aquel momento titular del área de Espacio Público. Lo consultó. El otro le dijo que no, que era una locura. “Mirá que me comentan que para las cinco de la tarde convocaron a una conferencia de prensa”, le avisó Javier. El otro le dijo que se quedase tranquilo, que debía ser por otro tema. Pero a las cinco en punto, como los ingleses, el Jefe de Gobierno les prohibió montar la muestra.

El PRO había quedado muy mal parado luego de su negativa a participar de los festejos del Bicentenario, y una de las hipótesis era que habrán hecho la lectura de que no debían permitir que el kirchnerismo volviese a capitalizar un logro político, y peor aún, en su propio distrito.

Dos días después Javier publicó en Página 12 un artículo llamado “Colapsar o no colapsar”, con el que les pegó durísimo a los funcionarios del gobierno porteño por su miserabilidad política, su cinismo y perversidad. Va un párrafo de muestra.

“En la Argentina vapuleada por el neoliberalismo degradante de la dictadura y los noventa, es imprescindible seguir inoculando dosis periódicas de la vacuna que refuerza nuestra autoestima. Desde hace casi ocho años, el gobierno nacional viene administrando ese plan de vacunación con políticas que ayudan a fortalecer nuestra imagen en el espejo. Porque después de haber recuperado lo valioso, lo querible, lo épico y lo trágico de nuestra historia, nos proponemos mirar para adelante, mirar al país que queremos y necesitamos, mirar al país que investiga, que piensa y que desarrolla, que no le teme al colapso que hace falta para la innovación, para romper con el vacío. En definitiva, mirar a la Argentina de los ideales elevados, que piensa en las grandes cosas, como decía Houssay”.

Para mediados de octubre de 2010, entonces, la Unidad Bicentenario se quedó sin lugar para hacer el cierre formal de los festejos por el cumpleaños 200 de la Patria.

Insoportablemente vivo
Diez días después, el 27, fallecería Néstor Kirchner. Una bomba atómica para todos. Qué hubiese sucedido con una Tecnópolis abierta. Quizá lo hubiesen cerrado por duelo, u otra alternativa. No hay manera de saberlo. Lo concreto es que luego de la masiva movilización popular que el Pueblo realizó para despedir al ex Presidente, el entierro en Santa Cruz, y aquella media semana de Duelo Nacional, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, le dijo a Javier que había que redoblar la apuesta.

De ese modo, se revalidaba y profundizaba un modo de entender la política, y de hacerse cargo del impulso de la vida, estrechamente ligado al ADN kirchnerista. Javier lo pone en palabras, ahora, en la oficina: “Este gobierno nunca va a menos, siempre va a más”.

Tecnópolis
Les llovieron ofertas para armar la muestra en varias regiones del país. Ellos prepararon una carpeta con los posibles lugares, y la presentaron en Presidencia de la Nación. En el puerto, en un cuartel del ejército, en terrenos de una industria, en un parque para el que no debían pedir permiso. La idea era que la muestra ocupase unos quinientos metros cuadrados.

Pero una persona de su confianza -piden reserva acerca del nombre, o parentesco- le acercó a Javier la idea de hacer el evento del otro lado de la General Paz, lo más cerca posible del distrito más rico del país que les había clavado un cuchillo por la espalda. Así fue que Grosman y Parrilli se subieron a un helicóptero, sobrevolaron la extensa geografía bonaerense, y se toparon con el predio en el que ahora estamos sentados, comiendo galletas dulces, repasando la historia de gestión pública de la Unidad Bicentenario.

“Esto era un monte y la rata más chica escribía a máquina”, grafican. Ante semejante espacio, Javier le comentó a Parrilli que poner en valor el espacio para una única vez, o para siempre, salía lo mismo. El otro, prudente, le dijo que había armar una edición, y luego ver qué pasaba. “Paso a paso”, citan ahora a ‘Mostaza’ Merlo. En enero de 2011 empezaron a dibujar los planos, y en febrero, a trabajar. Más de dos mil personas se deslomaron de sol a sol para abrir el predio, en julio.

A lo largo de las cuatro ediciones, Javier, Abelardo y el resto del equipo de trabajo fueron robusteciendo la infraestructura del predio, incorporaron nuevos servicios, propuestas, atracciones, que crecieron en cantidad, calidad, y heterogeneidad. Ambos hombres marcan con los dedos el mapa desplegado en la mesa de reuniones. “Dinos”, “Zamba”, “La nave de la ciencia”. En el ala izquierda del papel emergen dos enormes pabellones. El Predio Ferial, y el Pabellón Bicentenario. “Edificamos uno por año”, cuentan.

En el más grande caben quince mil personas sentadas. Es imponente. Allí, durante el 2013, el grupo “Choque Urbano” y la Fanfarria Granaderos ofrecieron un espectáculo de vanguardia que combinaba percusión, danza y teatro, con cincuenta artistas en escena. También ahí se ofrece el Musical de Zamba, otro espectáculo espléndido, de altísima calidad artística, que si fuese una iniciativa privada y se ofreciese por ejemplo en el mítico Luna Park, costaría por lo menos trescientos pesos la butaca. En el Pabellón Bicentenario se montan ferias, muestras, talleres, charlas, y otras propuestas.

El parque no tiene aportes del sector privado. En la zona norte del predio uno se cruza con amplios stands de las automotrices más importantes del país, o de la industria de la maquinaria agrícola, pero ninguno de ellos vende sus mercancías. Sólo las exhiben. Coca Cola, Google, La Serenísima, Aluar, Fate, Garbarino, Fate, Pampers, Fiat, Ford, entre otros.

“Lo único que les pedimos es que se hagan cargo de la inversión que requiere montar el stand, y que no vengan a vender sino a mostrar sus desarrollos tecnológicos”, cuentan. “Renault, por ejemplo, el año pasado”, aporta Abelardo, “el año pasado mostró acá un auto híbrido eléctrico que no llevó al Salón del Automóvil”. Hablan de la “presencia de marca”, pensando en el libreto de marketing de cualquier empresa. “Por acá pasan cuatro millones de personas por año, de todas las clases sociales”, recuerdan.

El parque abre tres meses por año. Durante el 2011 por allí pasaron más de 4 millones y medio de personas. En el 2012, cuatro millones trescientos mil. El año pasado, de nuevo 4 y medio. En el 2014 rozaron los 5 millones. Según las estadísticas de la compañía Google “Tecnópolis” es la palabra más buscada en Internet. “Está entre las diez palabras más buscadas, junto a Facebook, Twitter, Mercado Libre”, cuentan, “y en el año 2011, año de elecciones, compitió contra la búsqueda del Padrón Electoral”. Casi un millón de seguidores en los canales que tienen abiertos en las redes sociales.

Hablan de una dimensión horizontal, que es la propuesta fija, que está siempre, y otra vertical, que son los eventos que van ganando la agenda. “Comicópolis”, por ejemplo, que fue presentado como el Primer Festival Internacional de Historieta, y que se repitió hace unos meses, o “Innovar para Incluir”, una iniciativa del Ministerio de Ciencia y Tecnología con la que se le propuso a la ciudadanía realizar un recorrido conceptual y sensorial por la innovación social, o “Raíz”, un Festival Federal de Gastronomía que ahora producirá su segunda edición, el Encuentro Federal de la Palabra, y el más reciente Toque, el Primer Festival Internacional de Percusión.

Cada uno de los festivales, o encuentros, duran tres, cuatro o cinco días, y de este modo el equipo de la Unidad logra penetrar ciertos “nichos”, o audiencias, que muy probablemente si no fuesen invitados a armar sus actividades en el predio del Estado Nacional no conocerían el parque –ni tendrían la oportunidad de ser visitados por miles de personas-. En el 2014 también lograron convocar a los protagonistas y seguidores de disciplinas como el Stand Up, el Hip Hop y el diseño textil.

“Las ideas están en el terreno”, dice Javier. “Lo que hay que hacer es encontrarlas”. Cita, en realidad, a un arquitecto neoyorquino. También a Miguel Ángel, el escultor italiano: “la escultura está dentro del bloque de mármol, lo que hago yo es sacar la sobra”. Son decenas las ideas que Javier, Abelardo, y el resto del equipo, ponen a funcionar en el predio, todo el tiempo, en todos lados. De dónde salen, pregunto.

“No somos una manga de iluminados”, aclaran. “Estamos siempre con los sentidos en estado de alerta, hablamos con mucha gente, registramos sus percepciones y experiencias en video”. Cuentan con el registro de miles de testimonios de los visitantes. Por otro lado, cuentan que “de cada idea que se materializa en el camino quedan otras veinte”. Otras veces, avanzan con una propuesta, a la que le dan forma, pero luego, por diferentes razones, deben descartarla.

1 comentario:

Li dijo...

Lo que puede la pasión y la convicción.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios