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A viva voz

La mujer promueve a viva voz las ventajas de almorzar en The City, un Café Gourmet del centro porteño. De pie, en el cruce de las calles 25 de Mayo y Perón, enfundada en un camperón negro como los que usan los directores técnicos, y con una bufanda negra adherida al cuello, repite el temario cada treinta o cuarenta segundos. Aproveche, señora, señor; 45 pesos el almuerzo, con bebida y café. La gran mayoría de los funcionarios, gerentes, oficinistas, obreros de la construcción, estudiantes, policías, o encargados de edificios, entre otros, siguen de largo; pero si uno presta atención, algunos de ellos, ante el primer gesto, o mueca, que denote cierto interés, son abordados por la despierta promotora, que en pocos segundos los termina de seducir, o espantar. Hay carnes, pastas, pescados. Cuando aparecen los clientes habituales del local, ella no sólo les abre la puerta, sino que los acompaña hasta las mesas. Luego, vuelve a salir a la calle, en la que ahora hacen tres grados, y encima sopla un viento que se arremolina en la esquina que acaba de ser reciclada por el Gobierno de la Ciudad. Pero ella no sabe de inclmencias. Retoma su canto, con la misma decisión de siempre: aproveche señora, señor; almuerce por 45 pesos. Debido a las toneladas de cemento y concreto que crecen como plantas carnívoras en la zona, sólo disfruta del sol durante cuarenta minutos: entre las 13.25 y  las 14.05. “Da resultados, sí. Desde que cumplo ésta tarea hemos aumentado el número de cubiertos. Fijate que ahora el local está lleno”, cuenta, entre sonrisas, y los ojos negros se le agrandan ante nuestro inesperado interés por su oficio. “Antes trabajaba de mesera pero el encargado me hizo la propuesta, y acepté”. Dos jóvenes que visten traje y fuman tabaco rubio frenan su paso, y posan, la mirada, durante un instante, en la pizarra donde está detallado el menú del día. “Pasen, chicos. Hay lugar”. Los muchachos dudan, pero luego ingresan al local que, efectivamente, está casi completo. Cuando la promotora vuelve a salir del salón, y retoma su puesto, agradece el deseo de buena suerte que le regalamos y, antes de levantar la mano para despedirnos, y volver a sonreír, nos da un volante de The City, que tiene todas las promociones.

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Para que nadie se queje

Hace unos diez años no le hubieses prestado ninguna atención. Era un local más. Del montón. Sobre la avenida Corrientes (entre Reconquista y San Martín), es cierto, pero nada pomposo. Se trataba de un mostrador en el que podías armarte un sándwich a gusto, que aparte tenía una heladera de la que podías servirte una gaseosa, más un kiosco, y un encargado calvo y de sonrisa fácil que te cobraba, sentado, en una banqueta de madera de pino. Pasó la crisis y también los años de recuperación y crecimiento. Hoy sí le prestás atención al local si caminás por la vereda. Es casi imposible no observar el brillo de los mosaicos del piso, los monitores, el universo de colores que puebla las heladeras, la larga fila de los clientes a la hora del almuerzo. El salón es tres más grande que en el 2002. Ya no hay una sino cinco heladeras llenas de gaseosas y jugos, ensaladas de frutas, gelatinas, postres SER, y otros productos; el kiosco ocupa un cuarto del local, y te venden hasta pipas y habanos; el mostrador de los fiambres se convirtió en una enorme sandwichería en el que te atienden cinco empleados que están disfrazados con delantal y gorro como si fuesen chefs de la alta cocina, y en la que podés comprar tartas, empanadas y ensaladas. El encargado sigue siendo el mismo. Sin pelo pero encima de la misma banqueta. Les cobra a los hombres y mujeres que trabajan en los bancos, compañías financieras, empresas de todos los rubros, comercios y edificios públicos, que pagan hasta cincuenta pesos por un árabe de crudo, queso, tomate y albahaca. El hombre sonríe con ganas, de manera generosa. No se guarda nada en cada uno de ésas muecas interesadas. Sabe que el cliente siempre tiene la razón. Por eso, quizá, tomó una decisión que está en sintonía con los turbulentos tiempos políticos que corren. De frente a la entrada del local, sobre las heladeras de los lácteos, instaló dos plasmas de alta definición de por lo menos cuarenta pulgadas cada uno. En el de la izquierda está sintonizada la señal Todo Noticias. En la otra, C5N. Para que nadie se queje.

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Manu y Santino Dios

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