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El fino y lo grueso II



(Volver a cero)

Si algo nos generó el kirchnerismo fue esperanza.

Y una de las grandes esperanzas era que íbamos a llegar a un consenso social donde había cosas que no tendríamos que volver a discutir. Al menos esa era mi esperanza y mi satisfacción mayor (mi felicidad pero también -pienso ahora- mi ingenuidad). La esperanza tiene, siempre, un gran porcentaje de ingenuidad.

Hay algo de angustia en estos días en la ciudad de Buenos Aires. Alguno puede decir que no hay que exagerar, o que sólo se trata de declaraciones políticas partidarias oportunistas. No se. Pero estamos preocupados porque antes era más fino pero ahora ya es bastante grueso. Y lamentablemente tenemos que volver a empezar.

Si hay crisis económica o social de cualquier origen que perjudica a un sector social, ese sector social genera diversos mecanismos para paliar esa crisis y uno de esos mecanismos es la protesta en el espacio público.

El kircherismo, hay que decirlo, no le metió los derechos humanos a la Policía Federal, ni siquiera le pudo incorporar la democracia todavía. Pero tomó una decisión que fue de oro. La protesta social no se reprime. Es pragmático (evitar conflictos mayores: Kostecki y Santillan es el ejemplo) pero fundamentalmente es ideológico.

Cuando Montenegro dice que va a “ordenar” las protestas en el espacio público lo dice con un proyecto político detrás y con una ideología que sustenta ese proyecto, pero lo dice con tanta soltura porque tiene una encuesta en el escritorio que señala claramente que los porteños están hartos de las manifestaciones públicas, las demoras en el tránsito y la ausencia de orden. Macri perdió muchos votos el 28 de junio y tiene claro que solamente los puede recuperar por derecha.

Hoy, otra vez, tenemos que volver a señalarle a la clase media porteña que están fabricando otro nuevo boomerang. Es llamativo que el mismo gobierno porteño no advierta esta arma de doble filo que están diseñando. Que le consulte Macri a su amigo Duhalde lo que le costó la represión de la protesta social. Pero Macri no puede con él mismo. Y él es el Jefe de Gobierno.

Al primer herido blanco en una represión de una protesta social, los porteños de la cacerola, y de la cartera de cristina, van a ser los primeros en alertarse por tamaño acto de injusticia y desproporcionalidad. Y más aun si la crisis económica los afecta a ellos también. Piquete y cacerola, la lucha es una sola.

Es desesperanzador la falta de respeto por la memoria que se tiene en esta ciudad. Es decepcionante que todavía se hable de neomarxistas, de que los desaparecidos están vivos porque figuran en los padrones y se elogie a Martínez de Hoz. Mi ingenuidad me hacía creer que eso no se iba a poder decir más, en público, con tanta liviandad como quien dice que los productores de leche pierden dinero.

La designación del fino Palacios viene a decirnos –principalmente en lo simbólico- que esas voces que, entre otras cosas, permitieron las aberraciones de la última dictadura militar todavía no se callaron y que, aun peor, cada vez tienen más interlocutores con vigencia en el poder real.

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La resistencia informativa

Sandra Russo y la lúcidez de época: Si estamos inaugurando épocas y tendencias, puede decirse que ésta es la del pensamiento único mediático, y su fuerza contraria, la resistencia informativa.

De esto se trata, un poco, la experiencia de los blogs o, aunque sea por nuestra parte, la de los hermanos dios. Resistir desde un lugar chico pero desde una pasión grande: la escritura.

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De la China a Los Polvorines



* A partir de una generosa propuesta del autor del blog Conurbanos en la que invita a escribir historias con aroma a la tierra profunda que allí se respira, me mandé con el siguiente relato.

Es el vivero de bonsáis más grande de la Argentina y para encontrarlo hay que introducirse en el conurbano bonaerense. De allí salen los cientos árboles de todo tipo y color que terminan en los estantes y góndolas de casi todos los viveros de la capital federal y el gran buenos aires. Su dueño se llama Alberto, un hombre flaco y de pocas palabras que se instaló en la localidad de Los Polvorines -hoy municipio de Islas Malvinas-, hace más de quince años. Cuando llegó de la China y adquirió el terreno -que iría extendiendo más y más con el paso del tiempo- traía consigo un pan debajo de cada brazo: conocimiento milenario y fuerza de trabajo.


A los dos años de haberse instalado en aquel barrio de calles de tierra y jilgueros piando en las copas de los árboles, alguien llamó a la puerta haciendo sonar las palmas de sus manos. Sí, dijo José del otro lado del alambrado, levantando las pestañas y arrugando la frente, qué tal maestro me llamo Miguel, se presentó el Migue, un pibe de la zona que andaba buscando trabajo, ¿de casualidad no necesita un ayudante?


El hombre aceptó y con el paso de los meses aquel chico de ojos y piel oscura que asentía obedientemente cada una de las enseñanzas que le bajaba el oriental, fue incorporando los detalles de un oficio que hasta ese momento le era totalmente ajeno: en qué cantidades y cada cuanto tiempo hay que darle agua a los árboles, cuando se los poda o trasplanta, qué ejemplar es más valioso y por qué (por edad o por lo exótico del lugar donde crece), con qué elementos de la naturaleza se prepara el nutriente para la tierra donde crecen. El Migue trabajaba más de doce horas diarias y volvía a casa con los huesos rotos. Era varios años más chico que ahora, andaba soltero, y el tiempo libre lo gastaba en sus dos más preciadas pasiones: ir a ver a Almirante Brown y a la Renga.


Ya con el conocimiento de su trabajo diario incorporado, y en el marco de un negocio que no paraba de crecer, el Migue le preguntó a su jefe si se podía construir un rancho dentro del predio ya que su novia estaba embarazada y quería irse a vivir con ella. El hombre accedió y le pagó parte de su jornal con ladrillos, cemento y arena. Al tiempo nacería Axel, el primer y único hijo del aquel pibe con una melena hasta la mitad de la espalda que había crecido en un barrio humilde de la zona.


Hoy el Migue es uno de las personas que más conoce del arte del bonsái. Decenas de clientes lo consultan e intercambian con él conocimiento, o árboles, a cambio de otros bienes: una entrada para ir a ver al Indio por dos palos borrachos y una maceta, dos plateas para ver a Boca por un membrillo o quinotero, un par de zapatillas Adidas por un olmo chino. Conoce al pié de la letra cada uno de las más de cien ejemplares de plantas que crecen dentro del vivero. De semilla, de tallo, en la tierra o dentro del invernadero, todos y cada uno de los árboles, después de su debido tiempo de crecimiento, terminan en la gran mesada que hay al costado de la puerta de entrada -unos tres mil ejemplares- a la vista del público.

La primera vez que fui me dijo: agarrá la panamericana, bajas en la 197, cruzas por debajo del puente y le das hasta una Ypf (veinte cuadras). Ahí hacés una S y salís a la calle Arribeños. Todavía recuerdo la formidable sensación que tuve al pasearme entre los tablones rebasados de los más disímiles árboles y su paleta de aromas y colores.


Una vez por mes el Migue me invita un asado en la parte de atrás de su casa, al lado de la pelopincho y con vista al fondo del vivero donde hay un cañaveral y una plantación de plátanos. Su mujer tiene seis hermanas y siempre tiene a mano una historia para contar. La última: se les extravió una abuela. Axel, su nene de diez años, ligó la play station para el cumpleaños y los compañeros de grado, en lugar de aprovechar la enorme extensión verde del predio para jugar a las escondidas, se encierran en la pieza a quemarse las pestañas con los jueguitos.


El Migue, cuando toca la Renga, alquila un micro y lo llena de pibes del barrio. Unos días antes los va a buscar a la canchita donde se juntan a tomar vino y les ofrece el viaje y la entrada por poca plata. Yo soy así, Marian, me dice mientras podamos un árbol juntos, a la sombra, trato de darles a los pibes la oportunidad que yo sí tuve.


Hoy en día ya casi no hablamos de bonsáis: no me gustan nada las plantas, dice, entre seca y seca que le da al cigarro, nada más es mi laburo. Desde hace un tiempo venimos charlando bastante de política, en especial sobre el gobierno de Cristina, y cuando ya nos tomamos un par fernets, y la brisa de la noche estrellada pareciera acariciarnos, de las dificultades afectivas con nuestras parejas.

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Versos

ex comisario de la federal argento y poronga elegido para dirigir la nueva policía
condecoraciones, dicen, ejemplar, insisten
carrera oscura y prontuario cinco estrellas
subordinación y valor.

el gobierno nacional desplaza, memoria verdad y justicia
el empresario ignorante avanza y habla de instituciones por la tracción de una derecha entonada
los republicanos callan pero piden el bigote peronista de Moreno todos los santos días.

desde el partido obrero hasta la coalicion de la impredecible chaqueña color ocre piden frenar la promocion del zar federal
pagina 12 y telam, únicos testigos, nadie más
clarin sueña sanar el indec pero no publica una línea de la resistencia masiva al nombramiento.

eso sí: otro gordo impune, del poderoso sindicato de luz y fuerza -Oscar Lescano-, enfrentado desde siempre a los intereses populares, por estos días tiene la palabra.

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Los conozco bien

Conozco esas personas, eligen siempre subir por la escalera mecánica, aunque tengan que recorrer el andén entero, aunque bajen del subte al pie de la otra escalera, en el otro extremo, las conozco, recorren todo el andén, eligen hacerlo y es, quizás, la única elección libre de sus días. Lo toman como una rebelión también, una rebelión a la actividad física, a los boludos que hacen gim. Hacen la misma actividad física recorriendo todo el andén que subiendo la escalera normal, pero ellos se saben decidores de su destino. Tienen entre 40 y 50 años. Si no hubiera escalera mecánica, culparían a la presidenta.

Otra decisión que toman volviendo a sus casas, al pie de la escalera mecánica, es no darme el diario. Las mujeres en general ni me miran. Y los hombres me dicen que no con un gesto forzado, sin abrir la boca, queriendo transmitir que mi vida no se arregla con su diario y que sus vidas van bastante bien si ese diario lo tiran en el tacho de la esquina de Cabildo y Juramento. Siempre andan afeitados prolijamente y sus camisas se notan muy bien planchadas. No sonríen externamente, pero les percibo una sonrisa interna, del otro lado de la boca.

Son argentinos derechos y humanos, viven en Belgrano. Y yo soy un negro que junta diarios porque no me gusta laburar.

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Buenos Aires explota (da)

Es viernes. Asueto para algunos. Oscurece. Todo está en calma, canta Dexler. Y es mentira. En el barrio de Flores todo explota. Se corta la soga: la estiraron demasiado. Gustavo Vera, referente de La Alameda, es agredido brutalmente por cientos de “talleristas” comandados por Alfredo Ayala. Le defiguran la cara. Cuando lo agredieron estaba junto al Subcomisario López, de la Comisaría 40, única presencia policial que custodiaba el enfrentamiento entre 150 “talleristas” de un lado y 30 miembros de La Alameda, del otro.

Unos días antes, una persona víctima de trata se escapó de un taller de textura clandestino ubicado en Lacarra 932. Fue a La Alameda, ahí cerca. Contó la situación, la esclavitud, los abusos, y comentó que dentro estaba su mujer con sus hijos. La Alameda avisa al Gobierno de la Ciudad. ElLa Alameda retrocede ante la agresión violenta de los “talleristas”. Queda Gustavo Vera. No hay medios, no hay policías en plural. Se le tiran encima a Vera y lo defiguran. viernes van los inspectores. Llaman a la prensa. Alfredo Ayala, esclavista mafioso, manda a su gente también. Todos en la zona. Como hay medios, hay policías. Entran los inspectores con la víctima que se había escapado: va a buscar a su mujer y sus hijos. Los inspectores a inspeccionar. Afuera, las bandas rugen. Sale la mujer con los chicos. Salen los inspectores. El hombre, víctima, no. Se van los medios de comunicación. Se va la policía. Quedan las bandas y el Subcomisario López. La gente de

En la tele se escuchan las primeras repercusiones del llamado al diálogo. Suena el teléfono. Voy para allá. Hospital Piñero, la guardia colmada, Vera ensangrentando, nadie lo atiende. Nos cuenta. Algo raro pasa en esta Ciudad. Vamos al local de La Alameda. Conversamos con las víctimas que se escaparon del taller. Nos cuesta escucharnos: Al mismo tiempo hay una asamblea de los cartoneros. Están organizados, están enfurecidos, están dispuestos.

Última parada: Comisaría 40ª. El Comisario Rey nos invita a su despacho. Lo primero que veo es una foto del Fino Palacios en la cabecera de una mesa con otros polis, uno de ellos –imagino- es Rey. Es amable el Comisario Rey, igual que todos los Comisarios cuando reciben a funcionarios públicos. Nos dice: Lo único que queremos es que esto pare, ya tenemos demasiada violencia, estas bandas tienen que frenar en la agresión mutua; nosotros, si nos llama un juez o un funcionario, vamos, entramos al taller y hacemos lo que corresponde, pero sin orden no podemos hacer nada. Se escuchan ruidos afuera, gritos. El subcomisario López (sin signos de heridas) le dice al Comisario que la gente de La Alameda se acerca a la Comisaría. “Esto no sirve, esto no ayuda”, dice Rey. Salimos a la calle, el Comisario también. La protesta es agresiva pero ordenada. Todos en la acera, gritan, insultan, golpean los palos contra el piso, pero se saben organizados, nadie pasa la raya. Uno de ellos, con una boina, se sube a un palo de luz y desde allí arenga a la gente. Observo cuatro patrulleros en cada esquina. Y como si hubieran salido de abajode la tierra alrededor de 20 policías en la puerta de la Comisaría. Rey es amable. Una chica de La Alameda se acerca: Comisario, liberaron la zona. De ninguna manera, dice él., cómo se te ocurre. ¿Y por qué lo dejaron a Vera sólo?. Fue repentino, dice él, ¿de donde querés que saque policías tan rápido?. La Alameda y también el taller denunciado están a dos cuadras de la Comisaría y ahora alrededor nuestro hay cerca de 50 policías que hace 10 minutos no estaban. Mi jefa dice: Gracias a Dios que estamos acá en este momento. Los manifestantes se alejan. Nosotros también.

Buenos Aires, otra vez, está repleta de talleres clandestinos. El problema –se sabe- es económico, la cadena de producción. Ningún eslabón de la cadena está dispuesto a perder un peso, ni las grandes marcas, ni los intermediarios, ni mucho menos, como se vio, los talleristas. Allá abajo, atrapados por esa cadena, están las víctimas, esclavizadas, ultrajadas. La Alameda denuncia, denuncia, denuncia y resiste.


Esto pasa en Buenos Aires mientras Macri arma su Policía represiva, arregla las veredas de la zona norte, le quita los subsidios a los sin techo y le pide audiencia a la presidenta con el Clarín en la mano.


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Me duele festejar


Hace unos meses atrás, cuando ya se sabía que a las doce de la noche del 28 de junio cumpliría sus 32 años, declaró: festejamos la victoria en mi cumpleaños.

Después pasó lo que todos ya sabemos pero el cumpleaños se festejó igual –obvio-.


Un hostel en Palermo. Tres de la mañana. Cien personas enfiestadas, en su gran mayoría con un poco más de treinta años de edad, ligados a la militancia política, amigos y amigas de tres compañeros: dos varones y una mujer.


Con unos amigos charlábamos a los gritos al costado de la consola de sonido cuando se acerca nuestro amigo y con cara de misterioso nos dice al oído: pongan el pié de micrófono en el medio del salón –nos marca el lugar con el brazo- que hay una sorpresa. ¿Quién?, preguntamos. Sorpresa, papá, responde, y desaparece en la pista de baile.


Muchos de los que estábamos en la fiesta militamos en el kirchnerismo de la ciudad. Todavía estábamos arruinados por la derrota electoral de hacía una semana atrás, no tanto por el esfuerzo colectivo que habíamos metido durante los últimos tres meses sino por la angustia que detonó dentro nuestro y a los cuatro costados al tener que asumir que el modelo de país nacional y popular que tanto bancamos no había sido validado en las urnas.

La fiesta de cumpleaños, imaginábamos, no iba a ser a todo trapo porque teníamos atragantado un muerto muy complicado de digerir. Pero desde temprano, cuando empezó a poblarse la pista, y las habitaciones, y la barra, quedó clarísimo que las fiestas existen para tomar fernet, fumar y olvidarse por unas horas de todo.


Cuando hizo su entrada Alcides con sus tres pulposas bailarinas muy sueltas de ropa moviendo las caderas y los cumpleañeros abriéndole el paso como si fuesen de la seguridad del Diego, el hostel explotó en mil pedazos. Sonaba a todo volumen el tema Violeta y el conocido cantante tropical( permanente en la cabeza, sonrisa para la televisión, dentadura blanca y pareja, saco, pantalón de vestir y mocasines), metía un paso bailantero casi imperceptible y único.


Los muchachos arrinconaron a las bailarinas en el poco espacio que tenían para moverse y antes de que terminase la segunda canción del show se habían corrido hacia la consola de sonido (y ahí se quedarían durante los cuarenta minutos que duró el show).


Cuando el cantante dio por terminada su primera intervención, bajo una lluvia de aplausos y gritos, empezó a entonar el tradicional feliz cumpleaños con el mismo tono y la misma actitud que debía haberlo hecho en el cumpleaños de quince del que acababa de llegar. Mientras esto sucedía un compañero con la camisa desabrochada y la cara roja y transpirada le avisó al oído que ahora se venía la versión del cumpleaños pero con la marcha. Alcides ni lo escuchó pero le sonrió como si le hubiese dicho sos lo más grande que hay: “que lo cumplas muy felices, que lo cumplas muy feliz, que lo cumplas muy felices, que lo cumplas muy feliz… que lo cumpas, que lo cumplas”

Hasta los compañeros que militan en espacios políticos no peronistas se sumaron al festejo. Fue un grito de guerra, un deshogo que nació del fondo del alma, y no terminaba más. Todo el salón con los brazos levantados como en la tribuna y con la lengua afuera, saltando hasta el techo.


Alcides no hizo comentarios y siguió cantando. Una, dos, tres canciones más. Entre tema y tema de nuevo la versión militante de la canción más famosa del planeta. Parecíamos estar dentro de una gigantesca olla popular a presión. Y cuando se hizo una pausa porque habían aparecido las novias con las tortas en sus manos, antes de que los agasajados terminasen de soplar las velitas, se cantó la marcha peronista de punta a punta.


Alcides estaba sobrepasado. Los pibes hacían pogo con sus canciones, saltaban en bloque y se lo llevaban puesto. Terminó pidiendo la hora y con cierta cara de fastidio. Hacía mucho calor. Con su mejor cara el tipo se bancó una canción más y hasta arengó a “todos los peronistas presentes” con un "Viva Néstor."


Ya lo patentó la Bersuit Vergarabat en una de las canciones del impecable disco Testosterona: “Me duele festejar”. Claro que sí: duele hasta las lágrimas, es desgarrador, pero uno se repone, y vuelve a arrancar, y va por todo una vez más.

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En las malas también

No esperábamos que Néstor Kircher perdiese en la provincia de Buenos Aires porque de antemano era una irracionalidad votar a un hombre que basó su campaña en dos o tres consignas, mucha televisión y una billetera enorme. No lo esperábamos porque veníamos de una campaña en la Capital Federal muy comprometida y fervorosa junto a muchas otras organizaciones del campo nacional y popular que sienten con la misma convicción que nosotros la alegría de jugarse por un proyecto político. No lo esperábamos porque creíamos que todos aquellos que viven en el conurbano bonaerense pensarían como nosotros: el rumbo que tomó el país durante los últimos seis años a nivel económico, político, institucional y regional, es para ponerse de pie y romperse las manos aplaudiendo.

Claramente nos equivocamos. No supimos leer una coyuntura mucho más compleja de lo que suponíamos inmersos en el abrumador microclima de la militancia en el que nos movemos: ¿Néstor y Cristina están muy a la izquierda de gran parte de nuestra sociedad? Puede ser. ¿En la Argentina hay una poderosa e influyente clase media que no está dispuesta a dejarse gobernar por una gestión con aire nacional y popular? Por ahí anda. ¿El agudo conflicto por las retenciones móviles a la soja del año pasado (la 125) tuvo algo que ver? Claro que sí. ¿Faltan diez años para que el grueso de los pobres de nuestra provincia de buenos aires, y otras, lean y hagan carne que un gobierno como el actual gestiona pensando especialmente en ellos? Sí. ¿El pueblo siempre tiene la razón? No. ¿Hay que escuchar el mensaje de las urnas? Sí. ¿La agrogarquía, el dispositivo mediático del grupo Clarín, la iglesia más conservadora, y absolutamente todo el arco opositor con su meopongoatodo (y su maquinaria infernal de criticar al oficialismo al punto de hacerles tambalear una gestión elegida por el voto popular) influyeron en el resultado adverso? Por supuesto. ¿La gestión kirchnerista cometió errores que podrían haber sido evitados? Claro que sí.

Nosotros hacemos política porque creemos que solo por esa vía se puede mejorar la calidad vida de las mayorías por siempre desfavorecidas en la historia de nuestro país. Por eso a principios del 2007 nos sumamos con una convicción y alegría hasta ese momento de nuestras vidas nunca visto al proyecto de país que proponía el kirchnerismo (desde una organización de jóvenes a la que llamamos GEN www.gen.org.ar). Apostamos a un Estado fuerte y presente, al trabajo, al salario y a las paritarias, a la industria y a la producción nacional, al crecimiento, el consumo y los pesos extras en el bolsillo para irse unos días de vacaciones con la familia. Apostamos a la salud y la educación pública, a la gobernabilidad, a las instituciones, a la justicia social plena para toda la población, a la política de derechos humanos y genocidas presos en cárceles comunes y a la orden política de no reprimir la protesta social, entre otros.

Estas afirmaciones son las que motorizan cada uno de nuestros días y lugares de militancia. Y no nos moveremos un solo de centímetro de estas búsquedas y objetivos que hoy encarna el gobierno Nacional. No estamos dispuestos a que se retroceda en ninguno de estos aspectos ya que mucho esfuerzo significaron, y no solo el nuestro y el de todos los que acompañan este proceso de cambio, sino también el de la generación de nuestros viejos y hasta sus propios padres, ya que la lucha para levantar las bases de una Argentina más justa y equitativa arranca hace más de cincuenta años.

Durante la campaña que acaba de terminar hemos comprobado que, a diferencia de la vieja y tradicional manera de interpelar al votante (pegando afiches o repartiendo volantes), la más preciada y estimulante manera de intentar convencer a un par en relación a los beneficios de este modelo y no el otro (que nos venden con luces de colores los nefastos personajes de la derecha liberal), es cara a cara, con un mate de por medio, mirándonos a los ojos. No hay otra. Ya lo había dicho Néstor Kircher cuando comenzaba la campaña: puerta por puerta. Es ahí, a partir del contacto con el otro, que se constituye el lazo solidario, el relato del cambio en base a los beneficios propios y ajenos, la cristalización efectiva de que las gestiones de gobierno no son todas iguales, tampoco los dirigentes ni los militantes que los apoyan. Como prueba: nuestra emoción a flor de piel cuando intentamos convencerlos de que es éste el modelo a bancar, y no el otro.

Néstor ya arrancó (alguno dijo: no se va a quedar mirando tele en la casa). Se acercó a la primera asamblea de Carta Abierta después del 28/06, en Parque Lezama, la Boca, y conmocionó a todas los hombres y mujeres que se habían juntando en el anfiteatro para intentar buscar una explicación colectiva al golpe del último domingo(mirar acá y acá). Le dieron el micrófono y habló de caminar todo el país, de la transversalidad, los movimientos sociales y el peronismo que todavía le es fiel.

Parece que todo vuelve a empezar. Y está bien. Quedan más de dos años de gobierno y hay que aprovecharlos para gestionar: nosotros hacemos.

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El fino y lo grueso




Macri designó, finalmente, al “Fino” Palacios como Jefe de la Policía Metropolitana. Es una evidente provocación y es consecuencia directa de los resultados de las elecciones, pero principalmente de cómo se leyeron esos resultados.

Kirchner perdió en la provincia de Buenos Aires, salió segundo. Es correcto. Y Macri ganó en la Ciudad de Buenos Aires porque salió primero. También es correcto. Sin embargo, los dos perdieron casi el mismo porcentual de votos en sus respectivos distritos comparados con la elección de 2007. Encima, si contamos el ballotage de la ciudad en 2007 la perdida de votos de Macri es aun superior y escandalosa: la mitad.

Ahora bien, Macri fue llevado a todos los programas políticos de TN desde el lunes hasta ayer como un ganador. Como el vencedor. Quien ganó en provincia fue De Narváez y no Macri aunque sean del mismo partido. El gobierno nacional sacó el mismo porcentaje en todo el país que Macri en la Ciudad. Los dos salieron primeros. En la ciudad –como los Kirchner en Nación- Macri no logró el quórum propio y se le vienen dos años realmente duros para gestionar sus políticas. En la Legislatura va a tener que “dialogar” con la oposición. Pero a él nadie se lo reclama. Ni TN, ni Clarín, ni La Nación, ni la vecina de mi cuadra. Pareciera que él no tiene el mandato popular de dialogar con nadie ni de consensuar con otros. Él tiene que gestionar. Y Cristina tiene que dialogar.

Así las cosas, Macri designa al Fino Palacios Jefe de Policía de la Ciudad. El no tiene que dialogar. Si lo haría, tendría que hablar con todo el arco opositor de la Ciudad, que de acuerdo a las últimas elecciones son 7 de cada 10 porteños (¿les suena estos números? los escuchamos toda la semana pero con otros destinatarios). Toda la oposición está en contra de la designación de Palacios, el lunes próximo a las 16 horas harán una conferencia de prensa en la Legislatura de la Ciudad, convocada por el legislador Juan Cabandié, en el salón Juan Perón (Viva Perón).

Pero además, por si algún dialoguista le interesa, a Palacios lo cuestiona Memoria Activa por encubrimiento comprobado en la investigación del atentado en la AMIA. Palacios también está involucrado judicialmente en el asesinato de 5 personas fallecidas como consecuencia de la brutal represión del 20 de diciembre de 2001 (piquetes y cacerolas, la lucha era una sola) en la Ciudad, Ciudad que ahora tiene la obligación de cuidar. Además, en el marco de las políticas de consenso que se vienen, Macri debería escuchar a su amigo y falso ingeniero Blumberg por la relación de Palacios con uno de los imputados del secuestro de Axel Blumberg. Y, aun más, debería explicarles a todos los ciudadanos de bien preocupados por la violencia en el fútbol, la turbia relación de Palacios con la barra brava de Boca mientras era jefe de seguridad de ese club, período en el cual el presidente era el actual Jefe de Gobierno.

La designación de Palacios es obscena. Es el trazado grueso de la derecha. Es la pornografía, lo burdo. Palacios es conocido como un represor franco y sincero, no da muchas vueltas. Es de esa gran porción de la Policía Federal, la vergüenza nacional, que le gusta pegar y le gusta decir que les gusta pegar.

Y es una clara provocación a toda la clase política de centro izquierda y principalmente al kirchnerismo. Al fino Palacios lo echo Néstor Kirchner en el año 2004 de la Policía Federal y se refugió en Boca, con Macri.

Mauricio, que es más Maurizio y Macri que nunca, esperó las elecciones para no pagar el costo electoral, y realiza esta designación ahora, con sólo el 30% de apoyo a su gestión, para dejarnos en claro que el diálogo y el consenso- esas palabras que sufrieron un genocidio en su contenido- no son el objeto de su política sino su mascara, que lo que hay detrás (y no me importa si la madre de Copani no conoce a Ricardo Forster) es la restauración conservadora y, agrego, represiva.

Maurizió tiró este cascote. Si pasa, no lo para nadie. Hay que devolvérselo o de lo contrario vamos a ir perdiendo todas las conquistas alcanzadas, no sólo conseguidas en los últimos 6 años sino en toda la democracia.

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Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios