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Los cien años del Pitu Salvatierra


Las empresas periodísticas que blindan el ajuste radical y macrista insinúan que Alejandro está preso por vender droga. Pero las razones de su detención son políticas y deben ser enmarcados en la campaña de persecución oficial contra dirigentes y militantes kirchneristas. En el siguiente texto de Diario Registrado se cuenta parte de la vertiginosa vida y militancia del Pitu Salvatierra, un dirigente villero de la Ciudad Oculta preso por luchar. 

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El relato del siglo

Gracias Dios por el fútbol, por Maradona, por las lágrimas, suspira Víctor Hugo sobre el final del relato del siglo, ya exhausto, luego de dejar el alma sobre el pupitre del palco de prensa del estadio Azteca. Unos pocos minutos después, mientras los ingleses intentaban descontar el dos a cero en contra y peloteaban a Nery Pumpido, y luego de una acalorada intervención del comentarista Julio Ricardo, el relator uruguayo pediría disculpas al aire por haberse corrido del tono profesional, por haber desnudado su pasión por el juego más lindo que haya inventado el hombre y por haberse convertido por unos instantes en el más descarnado hincha del fútbol rioplatense, y sus potreros, y sus pueblos, enviados hacía no tanto tiempo atrás a una guerra fatídica y canalla.

Uno escucha el relato de aquella gesta deportiva y debe limpiarse las lágrimas que ruedan por las mejillas. Genio del fútbol mundial, quiero llorar, la mejor jugada de todos los tiempos, barrilete cósmico. Yo tenía quince años y promediaba mi paso por mi colegio secundario. No tuve noción, pienso ahora, de la épica que se estaba tallando por esas horas en la historia del futbol y el periodismo.

Exactamente treinta años después, con un pedazo de vida encima, vuelvo a escuchar el relato y una vez más debo secarme los lagrimones. Pienso que aparte de la belleza inagotable del gol, en un mundial en el que el Diego estaba imparable, lo contagioso es la entrega con la que Víctor Hugo desnuda su amor y su pasión por el deporte, el arte, la condición humana y la vida. La misma que tenemos nosotros por el fútbol, nuestros seres queridos y un modelo país. El mismo que defiende el hombre que inmortalizó el relato del mejor gol de todos los tiempos.

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Soy otro despedido

Al viejo empleado de Recursos Humanos le temblaba el labio inferior cuando me estrechó la mano y me pidió que lo acompañe a su escritorio. Mientras atravesamos un corto pasillo sentí una piadosa mirada de algunos trabajadores del sector. Por favor andá leyendo el escrito, me indicó el señor ni bien nos sentamos. Están prescindiendo de tus servicios, soltó, en un susurro. “Por razones de reorganización administrativa y reestructuración de personal”, justificaba una subsecretaria en la notificación, compuesta por tres hojas escritas en un lenguaje administrativo que a lo largo de los cinco años que trabajé en la administración pública nacional nunca terminé de decodificar.

La planta transitoria a la que había logrado acceder hacía unos dos años, significaba entre otras ventajas, una garantía de estabilidad laboral. Siempre y cuando el Estado estuviese a cargo de un proyecto político que defendiese a los trabajadores, claro. Ahora que nos gobierna una alianza de mentirosos, estafadores y perversos, el tipo de contrato se convirtió en un arma de doble filo. Al vencerse, me soltaron la mano. Me despidieron. Sin tener claro qué tareas estaba realizando en el organismo en el que trabajaba, si era útil o hasta imprescindible. Hay que echar. Ajustar. Hablar de ñoquis, grasa militante, sinceramiento y modernización. Perseguir, si se trata de hombres y mujeres identificados con el kirchnerismo. Mientras, ocupan los cargos con amigos y familiares, que cobran el triple de dinero de los que percibíamos la mayoría de nosotros.

Entramos a trabajar al Estado de la mano de un proyecto político atrevido, transformador, excepcional, con la intención de aportar a la construcción de un país más justo, y serio. La gran mayoría de nosotros venía de trabajar en el sector privado y desconocía los laberintos y complejidades de la organización que más trabajadores emplea en nuestro país. Nos chocamos de frente con su burocracia, pero también con su gente, empleados públicos que en muchos de los casos mostraron indiferencia, desconfianza y también hostilidad. Pusimos nuestro tiempo, cuerpo y corazón. Cometimos errores, algunos groseros. Por inexperiencia, por limitaciones o deficiencias personales y colectivas. Pero en general nos dedicamos a trabajar por la construcción de un Estado al servicio del pueblo. Tanto a través de la modernización de algunos instrumentos como en el diseño de nuevas políticas públicas. Como generación, dejamos nuestra huella. Algunos nos recordarán con una orgullosa melancolía. Otros, con un envenenado resentimiento.

Me sobraban las razones colectivas para detestar a los hombres y mujeres que hoy gobiernan nuestro país. Ahora sumo motivos personales. Muy delicados. Para echar gente de su trabajo tenés que ser un miserable. Ni hablar si se trata de miles, que por otro lado, al quedar afuera de la rueda productiva, ponen en riesgo escenarios mayores. Son eso: miserables. Hoy está más claro que nunca, con el desastre que están generando por medio de sus decisiones. Solo por medio de la mentira y la estafa montada por las grandes empresas de medios de comunicación se explica que la mitad más uno de nuestro pueblo haya visto en ellos la posibilidad de prosperar.

Así es que me sumo al espeso y doloroso cuerpo de despedidos. No sé si volveremos (en el corto plazo). Pero vamos a defender nuestros derechos con la convicción de siempre.

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Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios