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Crispasión


En uno de los patios de la Casa de Gobierno, la imagen es elocuente. Sintetiza, con la potencia de un latigazo de electricidad, uno de los tantos momentos de la etapa política más intensa de nuestras vidas. Ella está de pie, de blanco -y ya no de negro-, en el medio del pasillo de un balcón de quince metros de largo. Está sola -y ya no acompañada-, con un enorme paredón de color ladrillo a su espalda, que más arriba tiene un corpóreo de metal que reproduce las Islas Malvinas. Observa, en silencio, el canto desaforado de la militancia que está rendida a sus pies, diez metros más abajo. Revoleamos los brazos, las banderas, y cantamos una aguerrida consigna del 2008, cuando se empezó a disputar el destino de la Nación. Acaba de dirigirse a todo el país por Cadena Nacional. En un contexto político de máxima tensión, con los grupos económicos y el sistema de medios opositor operando con todas sus herramientas para incendiarle el país, y hacerla caer de rodillas, ella realizó nuevos anuncios sociales, para los jubilados, y para los hijos de edad escolar de los sectores que cobran asignaciones familiares. A pocos centímetros de su atril, la escucharon, sin pestañar, todos los funcionarios del gobierno nacional, y otros referentes de la vida institucional argentina. Ahora, que mira hacia abajo, aferrada a la baranda de madera del balcón, sus declaraciones ya corrieron como pólvora por las redacciones de todos los portales digitales. Sus intervenciones ya están siendo replicadas, recortadas, o ninguneadas. Reporteros gráficos de decenas de medios la están fotografiando desde los dos balcones laterales. Los referentes de la juventud, también la acompañan, a un costado, y cantan. Ella debe tener todos los poros de la piel abiertos como una amapola, absorbiendo hasta la última partícula de sensaciones. No habla. Tampoco saluda. Sólo observa la entrega, la lealtad, el amor, y la alegría de la militancia. El tiempo se debe haber detenido. Sabe que su figura es única, excepcional. Pero también sabe que su as de espadas está expresada en su obra política. Nuestro Pueblo tiene una larga tradición de lucha, sangre, y dolor. Ellos edificaron una nueva esperanza. Por eso tiene los ojos hinchados, y no hace ningún esfuerzo por esconder su emoción. Su más preciado legado está ahí abajo, en ese remolino de firmeza y convicciones que ahora le ofrecen sus pulmones, sonrisas, muecas de agradecimiento, y más lágrimas.

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Manu y Santino Dios

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