Buscar dentro de HermanosDios

Más razones y menos penas

Estudiando el fin de semana llegué a este texto que recomiendo cien veces para dar la pelea de argumentos sobre la criminalización mediática y escandalosa de políticos oportunistas y artistas sin arte. Para que nos nos maten a todos bien muertos hay que seguir escribiendo, discutiendo y apuntando al blanco.
Como nota de color, y para seguir pensando, agrego que el autor de la nota que recomiendo es colombiano. En Colombia se violan sistematicamente los derechos humanos y sin embargo existe un desarrollo doctinario de alta calidad sobre los derechos humanos y su tribunal supremo dicta sentencias que son ejemplo en toda latinoamerica.

Leer más...

Diálogos de campaña I y II

(Rivadavia y Albariño, Mataderos).


- Señora, ¿le dejo un material?
- ¿Qué es? -ladra, desconfiada, pero frena.

- Sobre las elecciones.

Frunce la cara, mete un gesto de fastidio con la mano y se va.

Esquivo la mesita que armamos en la esquina (termo, mate y el material impreso con un par de piedras encima para que no se vuelen), la alcanzo, y me pongo a caminar a su lado:

- Es importante la elección, señora.

Debe tener algo más de cincuenta años, y a pesar de estar caminando alrededor de la plaza (de pies a cabeza vestida con zapatillas, pantalón y buzo Adidas), no transpira, y mantiene un perfil cuidado.

- No me interesa, nene. Son todos iguales -mira para adelante y mueve los brazos como un soldado.

- No son todos iguales.

- Siempre la misma historia.

- Para nada, señora. El país mejoró mucho en los últimos años.

Frena y se me pone de frente.

- ¿Para quien trabajan?

- Apoyamos al gobierno. Y lo hacemos por convicción.

Sonríe sin ganas, con gesto burlón.

- ¿Le parece raro?

- Éstos son peores que los otros, mirá – y amaga con volver a su footing.

- Está muy equivocada, señora. Solo hace falta levantar la vista para darse cuenta.

- Está bien, nene –dice, y ahora sí arranca.

- Tome, señora –la alcanzo de nuevo, y le paso la boleta electoral que tiene de un lado el desastre de los 90/2001 y del otro los logros del 2003 para acá-, hágame el favor de pegarle una leída en casa.

Sin dejar de caminar la dobla en dos y se la mete en el bolsillo del jogging. La veo irse. El pelo recogido, el buzo celeste cielo, el movimiento de los brazos: para arriba, para abajo.

- Lo va a leer, vas a ver –me dice una compañera cuando llego a la esquina.

- Qué va leer la vieja esa.


(Rivadavia y Lisandro de la Torre, Liniers).


- Buen día, señora, le dejo un material.

Lo agarra, agradece, y camina unos pasos con la mirada puesta en la boleta. A los dos metros, frena, y da la vuelta.

- Yo los voy a votar –nos dice.

- ¿A quién?

- Al gobierno.

- Nosotros también.

Debe tener unos sesenta años. Es flaquita y tiene una vincha verde cubriéndole la frente. El sol le pega en la cara.

- Escucháme: soy jubilada. Y miráme: no me puedo quejar. Vengo de Yoga.

- Muy bien.

- ¿Son de por acá?

- Sí, de Mataderos. Tenemos un local sobre Larrazabal.

- ¿Tienen los padrones ya?

- Todavía no. Pero los puede consultar en internet.

- Ah bueno... cuando vaya a lo de mi hija miro en su computadora. El sábado seguro voy. Espero acordarme.

Se acomoda la vincha. Vuelve a pegarle una mirada a la boleta.

- ¿No me dan algunas boletas más que así le llevo a mi hija y a su marido?

- Por supuesto, señora. Es un placer.

- A él mucho no le va a gustar -y nos marca con los ojos la boleta-, pero que se joda.

- Hay que dar la discusión, doña. Es lo que estamos haciendo nosotros.

- Siempre fue un boludazo.

Un colectivo frena a un metro de distancia. Bajan algunos pasajeros.

- Gracias, chicos. Y mucha suerte –nos despide, y se va por Rivadavia.

- Suerte para vos también, amiga. Y aguante Cristina.



Leer más...

La Escuela de la Patria

Mi papel de padre de alumno de escuela pública ya lleva algunos años: Manu ya está en quinto grado. En la escuela hay una situación, una escena, que me genera fuertes emociones: el coro del colegio cantando en los actos de fechas patrias. Desde la primera vez que los vi, cuando Manu empezó la primaria, que sufro la misma transformación en el cuerpo. Cuando la maestra de música abre los brazos y los levanta levemente, cuando esas voces niñas, esas voces niños, salen con compromiso y pasión, mi garganta se cierra y mis ojos se enrojecen. Me rasco la cabeza, muevo el cuello, no quiero llorar, no da. En estos cinco años, en todos los actos con coros, en todas las canciones, lo mismo. Y me obligo a distraerme, me avergüenza esa expresión emocional, intento pensar en otra cosa, miro el techo, las teclas del piano, a los padres conocidos (con esperanza de que ellos no me vean). Siempre es un repertorio del cancionero popular. Giego, Mercedes Sosa, Charly García, Victor Heredia, zamba y chacarera. Hay algo que se produce allí, movimientos en el estomago, una emoción inapelable y la vergüenza de las lagrimas. Es simplemente un grupo de chicas y chicos, vestidos todos con el guardapolvo blanco, parados en orden, cantando o tocando la flauta.

Es la escuela pública pasan estas cosas. Cada día, cada mes, cada año que pasa, me convenzo con alegría que tomamos la mejor decisión cuando elegimos que Manu vaya a una escuela pública. Porque esas emociones del acto no son únicamente porque Manu esté en ese colegio o porque hace un año que está en el coro -y a esa emoción se le sumó el orgullo-, la vibración se produce por algo más integral, más profundo, más colectivo. La visión del salón de actos (que también es comedor, que también es gimnasio) en el momento del canto es una mirada que reúne, que unifica, es una historia, un presente y un camino. No son todos iguales en los bancos ni en las gradas, son diferentes. Y a todos se les ofrece lo mismo: aprender, comer al mediodía, socializarse. En el momento del acto, en el momento del canto, no hay tendencias, ni cortes de pelo, ni zapatillas de marca, ni un precio en la cuota mensual. Todos cantan canciones populares que hablan de los que menos tienen, de los olvidados, de justicia social, de solidaridad. Es una síntesis. Ese momento es una síntesis.

Con Manu pertenecemos a una comunidad escolar. Sin concientizarlo todo el tiempo, pertenecemos a un proyecto de país que se pensó para garantizar el acceso de todos a los mismos derechos, con una marca profundizada en la actualidad orientada a respetar las diferencias. Eso pasa en la escuela pública. Y para pensarla se requiere ver lo particular (el gas, los pizarrones, las lamparitas) y ver lo general (el proyecto político que dice sostenerla).

La escuela pública no se sostiene con afiches en la calle diciendo que se defiende la escuela pública. No se protege a la escuela pública aplicando políticas represivas y discriminatorias contra los marginales. La defensa de la escuela pública forma parte un proyecto integral. Es falso decir que se defiende la escuela pública y al mismo tiempo echar a los pobres de la ciudad, no construir viviendas. No se defiende hablando en televisión y arreglando calles.

Se sostiene con una ideología, con una práctica, con un sentido de solidaridad, de vocación integradora. Se sostiene mejorando el salario y la calidad de los docentes. Se sostiene distribuyendo el ingreso. Igualando el acceso, valorando las diferencias. Todo eso debe hacer la política. Eso es la política. No otra cosa.

Y en los discursos más políticos de Néstor o Cristina me pasa lo mismo que con los actos escolares, la garganta endurecida, las lágrimas. Tienen la capacidad de producirme una mezcla de nostalgia y esperanza, una alegría contenida, impensada. Néstor y Cristina tienen un proyecto que es colectivo y que no depende únicamente de lo que hagan o dejen de hacer ellos en particular. El proyecto depende de todos nosotros. De nuestra práctica política, de nuestras acciones y de nuestras emociones.

Leer más...

Kiosco Kirchnerista


A dos cuadras de mi casa hay un kiosco kirchnerista. Alcanzó con que una noche vea pegados en una heladera del interior del local dos recortes: uno con una foto de la presidenta, y parte de uno de los discursos que que había dado en Plaza de Mayo durante el conflicto por las retenciones móviles, y la otra, la solicitada que saca en el diario Clarín la Sociedad Rural en marzo de 1977.

A partir de ese día, cada vez que me daba una vuelta para comprar cigarrillos algo soltábamos en relación a la situación del país. Son un matrimonio jóven, y no parecen tener una militancia orgánica. Quizás alguna tradición partidaria atrás, pero por sobre todas las cosas, los pies sobre la tierra.

Hace unos días paré a comprar cigarros y le dije a la señora: ¿te dejo la revista y unos volantes de nuestra organización?. Sí, claro, me contestó gustosa del otro lado de la reja.

Ayer, un rato después del acto de Néstor Kirchner en el teatro Argentino de la Plata, por el lanzamiento de la lista bonaerense, pasé por ahí. La mujer me reconoce, y me levanta las cejas en dirección a la puerta. Miro, y a diez centímetros de mi nariz, veo las boletas agarradas a un gancho de esos que se usan para colgar las medias res, a disposición de los clientes. Los que estaban detrás mio sacaban uno y se lo ponían a leer.

Me subió una pelota de calor al pecho de la emoción. Vamos por todo, le dije. Como siempre, contestó orgullosa. No te mueras nunca, Néstor, dije, ya despidiéndome. Chau, querido, me saludo, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras hojeaba el material.

No solo la militancia organizada es kirchnerista. Hay muchísimos más, invisibles, que están ahí, seguros de lo que no quieren y lo que sí.

La boleta se puede bajar de la página de GEN (www.gen.org.ar), y usarla a gusto.

Leer más...


1) La foto que acompaña este texto retrata una pintada que está hace mucho tiempo en Venezuela al 800, en la cuadra donde trabajo hace muchos años más. Es esa pintada anarquista, esa chapa, la que motivó que nuestro evento se llame Más Poesía Menos Policía. El sábado hicimos el volumen III. Salió todo casi perfecto, o mejor dicho, no importa si perfecto o no, salió bien: quedamos contentos, sonrientes. Los que vienen a MPMP en general se van satisfechos. Eso me alegra. Dije en la presentación que en estas épocas de voces apresuradas, desmesuradas y desproporcionadas, nosotros nos sentamos y dibujamos un evento. Que más poesía y menos policía es una propuesta grupal, social. Lo hicimos entre varios y vinieron más de 100 personas.

http://www.flickr.com/photos/maspoesiamenospolicia/

http://www.youtube.com/watch?v=ona9-AVuxc8

http://www.youtube.com/watch?v=E3PgGt9aMTk

http://www.youtube.com/watch?v=vuPCkyOp8Go

http://www.youtube.com/watch?v=X_yxzBG3w7A

http://www.youtube.com/watch?v=TAK2lLisMB8


2) También el sábado pero a la mañana leí en el diario Clarín una nota a Gustavo Cordera: “Prefiero traicionar a morir”, dice Cordera. Y es título. Pero me quedo con otra frase que tira Cordera y que encierra el universo de la poesía: “El enamoramiento es una ilusión que poco tiene que ver con el amor; es justamente su ausencia”.

3) Entre una cosa y otra, el sábado a la tarde fuimos a la inauguración de la Churrería “El Topo” en la Ciudad de Buenos Aires. La tradicional churrería de Gesell, sabrosa desde que tengo uso de la razón, se agrandó y se metió en Palermo. Vimos como Juan Manuel nos hacía unos churros. Los comimos ansiosos, uno tras otro. Los churros de El Topo son poesía pura.

Leer más...

Más Poesía Menos Policia Vol III


Este sábado a las 21 horas en casa: Amebabar 2450. Dto 2.

Lecturas, proyecciones, arte visual, música en vivo, comida, bebida, cariño.

Leer más...

A lo campeón


El domingo pasado escribimos una nueva página en la historia del núcleo duro de la familia Dios: ir a ver a River a Rosario con nuestros hijos. Manu de nueve y Santino de cinco. Para el mayor se cumplía parte de una promesa que le había hecho el padre: ir a ver al millonario de visitante por lo menos dos veces en el año. Para el menor -mi hijo-, fue hacer un viaje a otro país (¿en qué idioma hablan acá, papá?).


Metimos abrigos, termo, galletas y diarios en el auto, y junto a otro amigo, Wen, partimos temprano. Allá nos esperaba otro hermano, en su casa, con una heladerita de mano de color azul llena de sandwiches de milanesa para los grandes y de salame para los chicos, porroncitos y gaseosa. Fuimos a almorzar al río -y nos reímos mucho cuando nos mostró, ya sobre la costanera, el Caribe canalla: una pequeña bahía frente a la cancha de Rosario Central a la orilla del Paraná, arena y mesitas sombreadas por unas palmeras -.


Yo había ido a ver a River al Parque de la Independencia cuando tenía 14 años, junto a un amigo de un amigo que era un poquito más grande que yo. River podía salir campeón esa tarde con equipo de Francescolli que terminó ganándolo todo. Y el loquito aquel me dijo fuésemos, que estaba todo bien. Nos colamos en el tren para ir y también para volver. Las entradas las pegamos de culo y el partido no lo pudimos ver porque no entraba un alma más en la tribuna. Hubo gases y corridas en el parque que rodea el estadio. A mis viejos les dije que me había ido a pasar el día al Parque Sarmiento.


A Santino lo senté sobre el borde del paraavalanchas que teníamos a nuestro costado –le puse buzos y remeras como colchón-, hombro contra hombro contra el que teníamos al lado. Le compré pepsi sin gas, helado de agua y un gorro negro con el escudo del club que le iba un poco grande. Cuando el partido, por fin, levantó temperatura, y los ánimos se caldearon un poco, la tribuna empezó a temblar cuando los cinco mil hinchas que reventamos la tribuna sentíamos que podía venir el gol. En ese momento Santino endureció la cara, la pancita y las piernas que le colgaban en el aire. También se puso en alerta máxima cuando ya con el uno a cero abajo, los de enfrente nos deliraban con todos los gestos y palabras posibles, y los nuestros, enfurecidos, les devolvían los peores insultos que jamás haya escuchado mi nene.

En el auto, a la vuelta, Manu, todavía angustiado, pedía la renuncia de Gorosito. El mío dormía con el gorro de River puesto. Los tres adultos discutíamos sobre nuestra política nacional. Y así le dimos las tres horas de viaje hasta que llegar a casa, tarde, y cansados.


La historia ya está escrita. Santino y Manuel algún día evocarán esta tarde de domingo que fuimos a Rosario. El más grande, quizás, hará mención al desastroso partido, campeonato, o directamente la década del club del que somos hinchas, y Santino, imposible saberlo: con el Paraná, con los miles de hijos de puta que escuchó mientras estábamos en la tribuna visitante del coloso de Rosario, y también, quizás, con River, claro que sí, una de las herencias más patentes que nosotros, los hermanos Dios, les pasamos a nuestros hijos.

Leer más...

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios