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El relato del siglo

Gracias Dios por el fútbol, por Maradona, por las lágrimas, suspira Víctor Hugo sobre el final del relato del siglo, ya exhausto, luego de dejar el alma sobre el pupitre del palco de prensa del estadio Azteca. Unos pocos minutos después, mientras los ingleses intentaban descontar el dos a cero en contra y peloteaban a Nery Pumpido, y luego de una acalorada intervención del comentarista Julio Ricardo, el relator uruguayo pediría disculpas al aire por haberse corrido del tono profesional, por haber desnudado su pasión por el juego más lindo que haya inventado el hombre y por haberse convertido por unos instantes en el más descarnado hincha del fútbol rioplatense, y sus potreros, y sus pueblos, enviados hacía no tanto tiempo atrás a una guerra fatídica y canalla.

Uno escucha el relato de aquella gesta deportiva y debe limpiarse las lágrimas que ruedan por las mejillas. Genio del fútbol mundial, quiero llorar, la mejor jugada de todos los tiempos, barrilete cósmico. Yo tenía quince años y promediaba mi paso por mi colegio secundario. No tuve noción, pienso ahora, de la épica que se estaba tallando por esas horas en la historia del futbol y el periodismo.

Exactamente treinta años después, con un pedazo de vida encima, vuelvo a escuchar el relato y una vez más debo secarme los lagrimones. Pienso que aparte de la belleza inagotable del gol, en un mundial en el que el Diego estaba imparable, lo contagioso es la entrega con la que Víctor Hugo desnuda su amor y su pasión por el deporte, el arte, la condición humana y la vida. La misma que tenemos nosotros por el fútbol, nuestros seres queridos y un modelo país. El mismo que defiende el hombre que inmortalizó el relato del mejor gol de todos los tiempos.

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Manu y Santino Dios

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