Imaginemos, por unos minutos, cómo se cocinó el comunicado de prensa que salió del despacho de Julio Cobos una hora y media después que la Presidenta de la Nación anunciase, en el salón Sur de la Casa Rosada, que se suspendía el viaje diplomático y comercial a la China porque "el vicepresidente no cumple el rol que le asigna la Constitución y no sólo se convirtió en líder del partido de la oposición, sino que directamente obstruye y se opone a medidas que son resorte de la Presidencia".
Dentro de su oficina, mirando C5N en directo, en el momento que la escuchó decir que no viajaría, se le endurecieron los músculos del estómago. En seguida sintió un cosquilleo en las piernas y por último un dolor en el parietal derecho de la cabeza, como si lo estuviesen perforando con un punzón. Se puso de pie, metió las manos en los bolsillos y caminó dos o tres veces, ida y vuelta, por detrás del sillón. Uno de sus asesores, sentado con los codos sobre las rodillas y el cuerpo arqueado en dirección a la televisión, dijo que estaba cantado. "Qué cosa", quiso saber él. "Que te iban a seguir pegando". "Pero no que suspendían el viaje". "Eso es cierto", concedió el otro. Las otras dos personas de confianza que había en la oficina no abrieron la boca.
Cuando la presidenta terminó su discurso, Cobos le pegó un grito a su secretaria y le dijo que traiga papel y lápiz. La mujer entró a la oficina, tomó asiento del otro lado del escritorio y esperó instrucciones.
- Por el bien del país le pido a la presidenta que reconsidere su decisión y que realice el viaje-, arrancó, pero fue interrumpido por la vibración de su celular. Era Ernesto Sanz, titular de la Unión Cívica Radical. Lo atendió.
- ¿Vas a convocar a la prensa? -le preguntó el otro, muy tenso.
- Esta vez no.
- Ya no tienen reparo -dijo el senador por Mendoza.
- Estoy redactando un comunicado -dijo Cobos.
- Macri se va a despegar.
- No creo.
- Gerardo (por Morales) dice que hay que seguir lastimando -le contó Sanz, respirando con dificultad.
- Puede que el tiro nos salga por la culata -opinó Cobos, con perlas de transpiración en la frente.
Fuera de la oficina se escuchaba el abrir y cerrar de la puerta del despacho. Se escuchaban voces en voz baja. Dos de las personas de confianza salieron de la oficina y sólo quedo una.
- Creo que hay que mantener la postura conciliadora, Julio.
- Sí, ya lo sé -bufó Cobos, y se dejó caer en su sillón de cuero, aturdido, pasándose una y otra vez la mano derecha por la cabeza.
Golpearon la puerta de la oficina.
- Ahora no puedo -avisó, pegando un grito.
- Yo voy a hacer declaraciones, también –dijo Sanz-. Esta mina es una hija de puta –y cortó.
Cobos volvió a dirigirse a su secretaria, que esperaba con la lapicera en la mano derecha, las piernas cruzadas y la espalda derecha como una tabla de planchar. El asesor opinó que había que decir que estando él –por su jefe- reemplazando a la presidenta en sus funciones, en ningún momento puso palos en la rueda a la gestión de gobierno.
- Poné - le ordenó a la secretaria-: cada vez que estuve a cargo del Poder Ejecutivo, en reemplazo de la Presidente, no firmé decreto alguno, excepto el de honor por el fallecimiento del ex presidente Alfonsín -y le dijo a la mujer que resalte particularmente esa oración-, y no realicé acciones contra las políticas del Poder Ejecutivo Nacional ni no tomé decisiones administrativas de ningún tipo”.
Le dictó dos párrafos más y liberó a la secretaria, que salió de la oficina del jefe con cara de piedra. Los recién llegados preguntaron si podían pasar. No, dijo ella.
Dentro de la oficina, sentado en su sillón, y con los diez dedos de la mano enredados sobre el vidrio del escritorio, Cobos no se decidía a atender su teléfono que, literalmente, se estaba prendiendo fuego. El asesor prefirió no decir nada, dejar que el hombre decidiese solo, y salió.
Dentro de su oficina, mirando C5N en directo, en el momento que la escuchó decir que no viajaría, se le endurecieron los músculos del estómago. En seguida sintió un cosquilleo en las piernas y por último un dolor en el parietal derecho de la cabeza, como si lo estuviesen perforando con un punzón. Se puso de pie, metió las manos en los bolsillos y caminó dos o tres veces, ida y vuelta, por detrás del sillón. Uno de sus asesores, sentado con los codos sobre las rodillas y el cuerpo arqueado en dirección a la televisión, dijo que estaba cantado. "Qué cosa", quiso saber él. "Que te iban a seguir pegando". "Pero no que suspendían el viaje". "Eso es cierto", concedió el otro. Las otras dos personas de confianza que había en la oficina no abrieron la boca.
Cuando la presidenta terminó su discurso, Cobos le pegó un grito a su secretaria y le dijo que traiga papel y lápiz. La mujer entró a la oficina, tomó asiento del otro lado del escritorio y esperó instrucciones.
- Por el bien del país le pido a la presidenta que reconsidere su decisión y que realice el viaje-, arrancó, pero fue interrumpido por la vibración de su celular. Era Ernesto Sanz, titular de la Unión Cívica Radical. Lo atendió.
- ¿Vas a convocar a la prensa? -le preguntó el otro, muy tenso.
- Esta vez no.
- Ya no tienen reparo -dijo el senador por Mendoza.
- Estoy redactando un comunicado -dijo Cobos.
- Macri se va a despegar.
- No creo.
- Gerardo (por Morales) dice que hay que seguir lastimando -le contó Sanz, respirando con dificultad.
- Puede que el tiro nos salga por la culata -opinó Cobos, con perlas de transpiración en la frente.
Fuera de la oficina se escuchaba el abrir y cerrar de la puerta del despacho. Se escuchaban voces en voz baja. Dos de las personas de confianza salieron de la oficina y sólo quedo una.
- Creo que hay que mantener la postura conciliadora, Julio.
- Sí, ya lo sé -bufó Cobos, y se dejó caer en su sillón de cuero, aturdido, pasándose una y otra vez la mano derecha por la cabeza.
Golpearon la puerta de la oficina.
- Ahora no puedo -avisó, pegando un grito.
- Yo voy a hacer declaraciones, también –dijo Sanz-. Esta mina es una hija de puta –y cortó.
Cobos volvió a dirigirse a su secretaria, que esperaba con la lapicera en la mano derecha, las piernas cruzadas y la espalda derecha como una tabla de planchar. El asesor opinó que había que decir que estando él –por su jefe- reemplazando a la presidenta en sus funciones, en ningún momento puso palos en la rueda a la gestión de gobierno.
- Poné - le ordenó a la secretaria-: cada vez que estuve a cargo del Poder Ejecutivo, en reemplazo de la Presidente, no firmé decreto alguno, excepto el de honor por el fallecimiento del ex presidente Alfonsín -y le dijo a la mujer que resalte particularmente esa oración-, y no realicé acciones contra las políticas del Poder Ejecutivo Nacional ni no tomé decisiones administrativas de ningún tipo”.
Le dictó dos párrafos más y liberó a la secretaria, que salió de la oficina del jefe con cara de piedra. Los recién llegados preguntaron si podían pasar. No, dijo ella.
Dentro de la oficina, sentado en su sillón, y con los diez dedos de la mano enredados sobre el vidrio del escritorio, Cobos no se decidía a atender su teléfono que, literalmente, se estaba prendiendo fuego. El asesor prefirió no decir nada, dejar que el hombre decidiese solo, y salió.
3 comentarios:
gran imaginación!
el nuevo post de agulla y bacetti para el 2011 va a ser: "dicen que tengo cara de boludo, ¿boludo yo? je"
buenisimooooo!!
montonero cobos...renuncie!!!
gabi.
Toda la razón, Fede. Aguante.
Groso, Gabi. Cómo se impuso Capusotto, ¿no?
Publicar un comentario