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La historia de Kiki y Pochoclo: conclusiones finales (Capítulo III)

Capítulo 3.

Hace unos días atrás la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires difundió un informe en el que sostiene que la violencia policial se agravó seriamente durante los dos últimos años, en especial durante el segundo semestre de 2009. El documento cubre las denuncias recibidas por la Defensoría hasta el 31 de octubre pasado y no llegó a incluir la represión en el recital de Viejas Locas el 14 de noviembre pasado en Vélez, noche en la que murió un chico llamado Rubén Carballo.

El caso de Kiki y Pochoclo es uno estos casos y, como suele suceder con la mayoría de ellos, los hechos se producen en los barrios más pobres de la ciudad y contra una víctima predilecta: los jóvenes. La Policía Federal sigue castigando a estos sectores porque forma parte de su trabajo de rutina. María Angélica, la mama de Kiki, lo sabe muy bien y, como tantas otras madres, con la luz que prendieron para siempre las Madres de Plaza de Mayo, se aferró a la lucha, se cargó en la espalda a los familiares de otras víctimas para asesorarlas y acompañarlas a hacer la denuncia, con menos de 2 pesos en el bolsillo, sin lagrimas, sólo con el cuerpo donde retumba su corazón, cada día más grande.

Esta señora, de extracción muy humilde, la noche del día 4 de octubre de 2009, a muy pocos días de haberse enterado de la verdadera historia sucedida con el cuerpo de su hijo, volvió a ser amedrentada: la federal le recordó, para que no lo olvide hasta el día que se muera, que tienen mucha muñeca para manejarse en los márgenes de la impunidad de nuestra democracia. Esa noche, tomando mate en su casa, uno de sus hijos le contó que policías de la Comisaría 52 estaban apuntando con pistolas 9mm, y en la calle, a tres nenas de 14, 15 y 16 años y a dos varones también menores. María Angélica se acercó a lugar de los hechos y le pidió al policía que a las nenas las sienten en la vereda y que no las tengan tiradas en el piso. Se lo dijo bien. Y el oficial contestó a su manera: “qué te metés negra de mierda, hija de puta”. María no se calló y la respuesta del policía fue contundente: “a tu hijo lo matamos como un perro porque era un delincuente de mierda comos vos, negra quilombera”. Los federales subieron a las chicas a un patrullero y a las chicos en otro. María quiso impedirlo y el móvil arrancó con ella adentro. A su merced, otro agente, desde el asiento delantero, le dijo “ahora ves lo que te va a pasar, te bajo a trompadas del patrullero, negra de mierda”. Pararon en el cruce de las calles Moriuondo y Ordóñez del sur de la ciudad, se acercó el policía que la había insultado primero, uno grandote, que venía en un coche rojo, y le dijo: “Te voy a enseñar negra hija de puta que no hagas más denuncias” y le pegó en la cara, los brazos, le pisó la mano, le dobló el brazo y le dio patadas en las piernas. Y en ningún momento paró de insultarla: “negra hija de puta, tu hijo fue muerto por chorro y así te vamos a matar a vos. Gritá ahora negra quilombera”. Ninguno de los policías tenía su chapa identificatoria. La tuvieron detenida 13 horas en un calabozo junto a una menor de 14 años. No la dejaron hablar con nadie hasta que llegó su abogado, un hombre al que le pusieron todo tipo de trabas para ver a María Angélica. Quienes llamaban para pedir información sobre la detenida -diputados, funcionarios y familiares-, se encontraron con que el telefono de la comisaría daba ocupado. Después se supo la razón: lo habían cortado. El abogado de María lo comprobó ahí mismo, llamando desde su celular y en la cara del Comisarío de la dependencia. Cuando María se fue le dijeron que le habían imputado los delitos de robo a automotor en grado de tentativa y resistencia a la autoridad agravada.

Es evidente, pensamos, que no resulta para nada sencillo pensar una estrategia para evitar que estos hechos de violencia, brutalidad e impunidad policial, sigan sucediendo.

Desde el año 2003 se vislumbró una decisión política respecto de la conducta de la Policía Federal. Se trabajó mucho y se implementó una forma de intervenir en grandes manifestaciones. Eso es un logro político. Y da cuenta que cuando la política gobierna a la policía los cambios son posibles. Las manifestaciones masivas no se reprimen en Argentina, los policías no llevan armas de fuego a las marchas y la protesta social no se criminaliza. Bien. Y eso no significa necesariamente que la policía haya comprendido: significa que se tomó una decisión, se gestionó y se implementó. Hay que seguir avanzando porque si no gobernás a la policía, esta misma la policía se autogobierna con sus propias reglas, que no son las de la democracia ni las de las garantías constitucionales sino las reglas que rigieron el caso de los asesinatos de Kiki y Pochoclo.


Hay que seguir avanzando, con los límites conocidos de la política y asumiendo el tamaño y el poder que tiene el otro sujeto de la negociación: la Policía Federal. Y ese avance no sólo puede recaer en los funcionarios del gobierno. Si siguen ocurriendo en la ciudad casos de gatillo fácil no es sólo por negligencias gubernamentales: también porque la sociedad no hace suyo este reclamo, como no hace suyo casi ningún reclamo en favor de los pobres y los jóvenes.

Por eso también es un deber de la militancia poner este tema en su agenda. Y es un deber aún más urgente poner este tema en la agenda de la juventud política porque los abusados y los asesinados son jóvenes. Denunciar y criticar a la Policía Federal en los casos como el que acá detallamos es pedirle al gobierno que siga corriendo para la izquierda (descolgando el cuadro de Villar que todavía cuelga en las Escuelas de la fuerza, un asesino despiadado que cumplió funciones como comisario de la Triple A durante los años setenta), que siga caminando la senda que se tomó con la política de Estado de la Verdad, la Memoria y la Justicia.

Un gobierno nacional y popular no puede permitir la existencia de una policía represora y asesina. Y eso hay que decirlo de abajo hacia arriba. De lo contrario, nos van a volver a robar el discurso, el relato y la historia. La militancia política juvenil no puede omitir lo que pasa con los Carballo en un recital de rock ni con los Kiki en un barrio carenciado del sur de la Ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen informe, compañeros. Hay que replicar la iniciativa por todos lados.

Rolo de Boedo dijo...

Está bueno esto de que la juventud politizada se haga cargo de estos temas. Cien por ciento de acuerdo.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios