Buscar dentro de HermanosDios

El derecho al amor

Por Celia

"Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tienen en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad." Carta de San Pablo a los Corintios.

Como el derecho a la salud, a la educación y a la alimentación, nosotros, los seres humanos tenemos derecho al amor. El amor no es solamente sentir mariposas en la panza. El amor es, además, compromiso, responsabilidad, compañerismo y una buena lista de obligaciones y derechos civiles que los que se aman, por decisión propia, deben cumplir. El amor, según mi educación católica, es el mandamiento más grande. "Amarás a Dios y a tu prójimo como a tí mismo", así de importante es el amor para los católicos. Este mandamiento no excluye a ninguno de los hijos de Dios, porque Dios, el Dios que amorosamente me enseñaron en mi casa y en mi escuela es un padre que sufre conmigo, cuando sufro y se alegra por mí, cuando me alegro. Como todo buen padre, está allí para consolarme, para asistirme, para protegerme. Dios, mi Dios, este que me han enseñado, quiere a todos sus hijos por igual, más allá de sus elecciones. Mi Dios no condena por los errores sino que perdona y consuela. Mi Dios no pondría por delante, nunca, con quién me voy a dormir para decidir si me quiere o no. Mi Dios me quiere feliz y respeta mi elección de amor, porque para El, eso es lo más importante.

Yo soy una mujer heterosexual. Como he dicho, criada en el seno de una familia católica. He sido bautizada, tomé la comunión, me confirmé. Aún no me he casado y todavía no tengo claro si voy a hacerlo, porque aún tengo tiempo para decidir si quiero o no hacerlo. Tengo esa posibilidad. He tenido una hija. Mi hija fue bautizada y recibió el agua de socorro cuando estaba a punto de morir. Recibió un responso amorosísimo cuando Dios se la llevó a su lado. Mi fe en un Dios que es amor es tan grande que creo que hizo que mi hijita tuviera un descanso perfecto y amoroso después de cinco meses de luchar por su vida. Porque mi hija tuvo la suerte de tener una mamá y un papá que la acompañaron paso a paso todo el camino que le tocó recorrer hasta llegar a Dios. Gracias a que sus padres somos heterosexuales, que era una hija biológica de una pareja heterosexual que la amó con toda el alma, pudo tener a su disposición los mejores médicos y la mejor atención para el resto de camino que le tocaba andar.

¿Pero qué hubiese pasado con mi hija si no hubiese sido hija de una pareja heterosexual? Dios la hubiese querido de la misma manera, por supuesto. Como hubiese amado tanto como nos amó a nosotros, si mi pareja o yo hubiésemos tenido una elección sexual diferente. Porque esto es Dios.

Y en estos días no es Dios quién habla. Hablan sus supuestos enviados, y ni siquiera todos, solamente algunos que no hacen más que excluir del único lugar en donde los católicos, por lo menos, podemos conseguir un poco de consuelo o de ayuda o de compañía, demostrando una vez más que la Iglesia vive atrasando la historia doscientos años. Porque la Iglesia, todavía propone un Dios castigador, al que temerle, del que hay que cuidarse porque es vengativo y discriminador, que no acepta a cada uno por lo que es, sino por la forma en que elige vivir su vida. Ese es el Dios que desde hace unos días, estos voceros que parecieran tener línea directa y privada con el cielo quieren en el que creamos. Un Dios que dice que hay aberraciones donde hay personas que se aman, muchas veces hasta de una manera muchísimo más sana que los heterosexuales, que apuntan siempre a la promiscuidad homosexual como si entre los heterosexuales la promiscuidad no existiera. Un Dios que propone que uno, como católico, viva escondiendo su elección de amor para poder proseguir con su fé. Un Dios en contra del amor. Del amor bien entendido, del amor bueno.

Que condenan a los homosexuales, pero no condenan a los que entre sus filas son pedófilos o a los que fueron cómplices del peor genocidio que vivió este país. Condenan al amor "diferente" porque son parte de una institución que condena, también, a sus propios ministros a la soledad y a la castidad, que no les permite conocer el amor íntimo y real de una persona hacia otra, que les prohíbe la máxima expresión del amor que es tener una buena vida sexual, siendo todo esto ni más ni menos que una pequeña representación del amor que todos los que creemos en Dios sabemos que tiene por nosotros.
Y uno, que cree en un Dios que nos quiere alegres, amados, plenos, no puede entender cómo sus representantes pueden obviar el detalle que todos aquellos que son excluídos, discriminados, no queridos, con todo tipo de carencias son los que más necesitan a Dios. A Dios y a todos los que creen en él, quizás de manera todavía más importante que los que como yo, tenemos la suerte de ser aceptados y queridos y con la capacidad de elegir qué hacemos o que no con nuestra vida. He tenido una hija, planeo tener más hijos. Tengo sobrinos. No sé qué elección sexual decidirán para sus vidas cuando crezcan, lo que si sé es que elijan lo que elijan yo voy a exigir que ellos tengan los mismos derechos que tengo yo. Y ni siquiera tengo que irme al futuro para exigirlo. Exijo ahora que mis amigos, todos los que conozco gocen siempre de los mismos exactos derechos que yo tengo, que puedan elegir en su vida lo que les haga bien, sin importar para nada con quién disfrutan o dejan de disfrutar su vida sexual. Por el simple hecho de que son buenas personas, que quieren poder vivir su amor con los mismos derechos y garantías con que vivimos todos los demás.
Porque todos, mis amigos, tenemos derecho al amor con todo lo que implica el amor bien entendido: todas las obligaciones, todos los derechos. Porque si para Dios somos todos iguales, no hay por qué creer que hay un sólo hombre en la tierra que pueda decir lo contrario.


Yo estoy a favor del amor. Y creo que si la base de esta sociedad fuese el amor, sin importar la forma que ese amor adquiere, viviríamos en una sociedad mucho mejor. El mejor amor es en libertad. Y la libertad se consigue sólo cuando todos tenemos los mismos derechos y las mismas obligaciones. Sólo el amor nos hará libres, dicen. Entonces, por favor, dejennos serlo. No hay guerra posible. Estamos hablando de la concreción misma del amor. De la posibilidad de vivir, todos y todas, en una sociedad en donde el amor sea, además de fundamental para la sociedad,indispensable para la vida de cada individuo. Que nadie tenga que esconderse ni ocultar su identidad. Que todos podamos mostrarnos tal y como somos, con nuestras elecciones y decisiones, aceptando de una buena vez, que no hay una forma correcta o incorrecta del amor. El amor ES. Y como tal, debe ser respetado por las leyes de los hombres civiles y por las leyes de los hombres de Dios.

5 comentarios:

MariaCe dijo...

Muy, muy bien dicho. Qué bueno encontrar que hay gente capaz de pensar desde el amor y la fe y claramente por sí misma, sin la "obediencia debida" que muchos suponen debe tener cualquiera que se llame a sí mismo católico.

¿No tiene apellido, la señora Celia?

Gracias por publicar este excelente post.

Celia Ríos dijo...

Gracias, María. Tengo apellido, claro, el de mi papá. Mi nombre es Celia Ríos.

Un abrazo.

Mariano Abrevaya Dios dijo...

Bienvenida, MariaCe.

Celia Rios, un lujo contar con tu pluma, sensible, y certera. Beso grande.

Leopoldo dijo...

MUy muy bueno. Pero a mí me encantaría que sobre este tema opinaran los hermanos Dios.

Riki Dios dijo...

Leo, ya sabés lo que opinan los hermanos Dios del tema. Pusimos lo de Celia porque pudo expresar muy bien varias cosas que pensamos y aun de una manera más interesante que lo nuestro, porque lo hizo desde su creencia religiosa (y los hermanos Dios, a pesar de su apellido, no creen en ningún dios). Los hermanos Dios militamos los derechos humanos y la igualdad es la madre de todos los derechos, y a mi juicio es más importante, inclusive, que la libertad. Es en base al derecho a la igualdad que se evitan las discrminaciones y se desarrola el acceso a todos los derechos sociales. Queremos el matrimonio igualitario. Y también quisieramos escribir sobre todos los temas del mundo pero tenemos nuestras limitaciones. Abrazo enorme.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios