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Los que trabajan en la playa I

El churrero 

Se llama Rubén pero le dicen “Rúben”. Tiene veintiséis años. Vive en Merlo. Es la primera vez que trabaja para la legendaria churrería gesellina ‘El Topo’. Accedió a la changa por medio de un tío que hace más de diez temporadas que camina la playa para el conocido comercio del rubro panadero. Por eso habrá sido que los dueños no le negaron el puesto al chico al enterarse que había estado privado de su libertad hasta mediados del 2012. Tiene un solo franco por semana. En el negocio se presenta temprano, le cargan la canasta de mimbre con diez docenas de churros recién sacados del horno, le dan unos treinta pesos de cambio, y emprende su camino hacia la playa. 

Estuve preso por el delito de robo automotor agravado por el uso de arma de fuego. Cumplí mi condena en la Unidad Penitenciaria de Ezeiza hasta el último día. Gracias a Dios no la pasé mal. Ayudé a mi vieja y a mis hermanos con el salario mínimo, vital y móvil que me pagaba el Servicio Penitenciario Federal por trabajar dentro de la unidad. Fui cocinero, lavandero y carpintero. ¿Qué onda con el laburo? Me llamó mi tío y vine. No sé. Antes que estar vagueando por el barrio prefería laburar un par de meses. La traje a la Daniela, mi novia. Una bobota de ojos verdes que no puede ser lo buena que está. Vende unos monos de peluche importados de la china, sobre la 3. Entre los dos sacamos unos doscientos cincuentas pesos por día. No está mal. Pero la camino, eh. Tengo las narpies arruinadas. 

La indumentaria oficial de la churrería es un pantalón de lona blanco y una remera también blanca con el isologo del comercio tanto en el frente como en el dorso de la prenda. Rúben camina por la arena desde la calle 110 hasta la 130, a la altura del muelle de los pescadores. Vuelve. Si vendió, tiene que regresar a la churrería para recargar la canasta. Si no, sigue camino para el lado inverso, hasta el último balneario, a unas treinta cuadras. Durante toda la jornada va enchufado a su mp3 cargado con la discografía completa de La Renga. Cada diez metros pega un grito, anunciando los “churros calentitos del Topo”, pero no con la insistencia y la sistematicidad que el resto de los vendedores. Tampoco suele caminar por la arena seca, serpenteando entre las sombrillas, las reposeras, las lonas, las heladeras, los iglú, los tejos y los turistas. 

Si no hubiese laburo supongo que volvería a chorear. He limpiado pisos y baños. No tengo piuritos. Pero los antecedentes penales te condenan. Lo mismo cuando menciono el barrio “Las Palomitas”, donde vivo. A la gente no le tiro ni cabida porque me pasa que veo la cara del canoso con el que me tiroteé en todos lados. Por eso hago la mía. Voy con la cabeza gacha. En la zona del centro está lleno de pibes y pibas. Algunos tienen buena onda. Pero otros te miran de reojo. Los pibes bien, más que nada. Les tajearía la cara. Y a la familia tipo le cuesta largar el mango, loco. Decile a la Cristina que afloje con la inflación. 

Cuando baja el sol y ya casi no quedan turistas en la playa, de manera religiosa, antes de ir al negocio, el Rúben se tira en la arena, y se fuma un porro junto a alguno de sus compañeros, o solo. Disfruta cada pitada como si fuese la última. Las piernas le pesan como macetas. Tiene la ropa pegada al cuerpo por la transpiración. En el camino al comercio relojea los coches cero kilómetro que están estacionados en la calle o en los garages de las coquetas hosterías u hoteles. Su especialidad eran los Bora y los Vento. Ambos Volkswagen. Pero ahora está en otra. Se ríe de sí mismo cuando el reflejo de un ventanal le devuelve la imagen de un pibito de piel morena, desgarbado, todo vestido de blanco, con un canasto colgado del brazo. Y piensa en la noche que pasará con Daniela.

4 comentarios:

Buena onda dijo...

Esta historia me mojó los ojos.
Gracias por rescatar al Rúben del anonimato. Se lo merece.

vir dijo...

La Seguridad es incluir a los pibes, como el Rúben.

cumpa dijo...

Una historia que vale ser contada!

Anónimo dijo...

Viva la argentinidad!, que lindo todo! Me encantó tu nota, ojalá hubiera mas gente como este personaje que describís. De hecho toda Argentina debería ser así, demuestra los altos valores morales de nuestro pueblo. Ladrón, si, pero ladrón por falta de opción! una dura realidad que merece ser defendida! Si hay hambre a meter bala y faca! Felicitaciones

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios