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Ay, 24 de marzo

ay, qué implosión desconocida me detonó el 24 de marzo del 77.
poco tiempo antes mi madre se arrodillaba frente a mis cuatro años
para balbucear con amor una tragedia indecible;
el ejército argentino había asesinado a mi padre.

ay, qué confusión el 24 de marzo del 82.
faltaban días para que en la escuela jugásemos a la guerra
y mi madre y mi nuevo padre metiesen nuestras vidas en las valijas del exilio;
en la escalera mecánica de ezeiza
tamborileé mis dedos en dirección a los nuestros
pero ellos sonrieron con las muecas de la derrota.

ay, qué indignación el 24 de marzo del 88.
miles de almas nunca preparadas para la vejación
reventamos de rabia y dolor las calles y las plazas
porque el desamparo ante tanta indiferencia civil y traición institucional
no cabía en ninguna partícula del tiempo ni del espacio;
de todas maneras, maduraba la organización
y ya flameaban algunas banderas, consignas y pañuelos.

ay, qué tóxico el 24 de marzo del 93.
cuánta violencia tan temida como contenida
cuánta soledad
cuánto extravío
cuánto daño
cuánto riesgo

cuánta perdida de tiempo.

ay, qué fuerza emergió el 24 de marzo del 99.
la realidad todavía nos cacheteaba
en todos los frentes
pero éramos algo más que insolentes;
los hijos de los cuatro orígenes
y algunos seducidos más
habíamos individualizado al enemigo: el Estado nacional.

ay, qué virulencia el 24 de marzo del 2002.
las piedras, los gases, los caballos, los muertos y el helicóptero
se habían llevado puesto al modelo de la entrega
pero se avecinaba un nuevo baño de sangre institucional en el puente;
el desconcierto me acechaba como si fuese una 
maldición.

ay, qué conmoción el 24 de marzo del 2004.
habíamos sido padres y mi heredero algún día
conocería la historia de sus abuelos revolucionarios;
también mi propio legado
que por el momento sólo contaba 

con algunas pequeñas hazañas y travesuras
y no tantos proyectos.

ay, qué esperanza la del 24 de marzo del 2007.
ya no eramos hijos sino hijos k

compartiendo plenarios con otros centenares de k; la militancia de nuestros padres
se reproducía en nuestra propia construcción
de la mano del relato, los hechos y la conducción
de un matrimonio pinguino y presidencial que por primera vez en la vida
nos conquistaba la conciencia y el corazón.

ay, qué combativo el 24 de marzo del 2008.
faltaban horas para que jugásemos nuestra primera batalla
a favor del ideario que ahora se materializaba
en un Estado inclusivo.

ay, cómo lloré el 24 de marzo del 2009.
ella estaba en la columna compañera, al frente

desentendida del abismo que se abría debajo de nuestro pies
por habernos soltado la mano
saltando sobre el pavimento
coreando consignas
como si sólo importasen los desaparecidos
la memoria, la verdad y la justicia.

ay, cómo lloré ese mismo 24 de marzo del 2009
porque en el nudo y el llanto engendrados por el fin de la relación circunstancial
también estallaba en mil puntadas
el duelo que nunca me había animado a transitar
por haberme separado de la madre de mi hijo
.

ay, cuánta fuerza sentimos el 24 de marzo del 2013.

cuánta libertad
cuánta alegría
cuánta mística
cuánta confianza
cuánta esperanza
cuántos proyectos;
ay, sí, falta mucho
seguramente siempre sea así
o a lo sumo cada vez faltará menos,
pero los genocidas están presos
y tenemos asignación por hijo
y el fútbol para todos
y la patria grande
y mi hijo juega lindo a la pelota
y cuando me despide por teléfono 
hace sonar un beso.

1 comentario:

Amigo dijo...

Lo escribiste con el corazón, que es como hacés la mayor parte de las cosas. Gracias

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios