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Tilinguería regional

La tilinguería trastorna la sensibilidad de muchos ciudadanos argentinos. Pero también de los países vecinos. Incluidos los venezolanos, por supuesto. Unos y otros repiten como loros la información viciada que los medios de comunicación del odio transmiten, acá y allá,  durante las veinticuatro horas, y por medio de todos sus soportes.

Hace tres días que muchos de nosotros, miles, estamos tristes. Duele la muerte. Siempre duele. Asusta. Como si fuese un punzón presionado con saña dentro del pecho, se nos agudiza la conciencia en relación a la finitud de nuestra propia vida. El corazón se nos achicharra aún más cuando se trata de un ser querido. Un familiar, un amigo, o un Jefe de Estado que condujo un proceso político transformador con el que simpatizamos. Al que adherimos no por conveniencia propia, sino porque a través de la herramienta de la política y con el aval del voto popular, estos hombres y mujeres que bofetean la historia se animan a darle pelea a los sectores de poder que desde siempre han condenado a la pobreza, el analfabetismo y la miseria a las grandes mayorías de los pueblos de la región.

Ayer estaba con una amiga en su modesta galería de arte, en una zona poco concurrida del barrio de Palermo. Hablábamos de música, de literatura, de proyectos personales. De repente una silueta se asomó por la puerta.

“Disculpen. Estoy viajando por América del Sur en moto. Soy fotógrafo. Y me gustaría exponer mi trabajo. ¿Ustedes podrían indicarme uno o dos lugares que podrían llegar a interesarse?”.

Fue mi amiga la que tomó la posta. Le hizo un par de preguntas. Intentó develar para ella misma qué nivel de profesionalidad poseía el visitante. Intercambiaron algunas palabras. El acento del fotógrafo era muy seductor. Caribeño. Ella le pidió que anotase dos teléfonos. Le pasó nombres. Él no tendría más de treinta años. Vestía zapatillas de lona, jean y una remera de mangas cortas de color verde oliva.

Cuando se produjo un silencio, le pregunté de dónde era. “Venezuela”, contestó, sonriendo. “No estabas en tu país cuando murió tu presidente”, dije. El tono que usé no fue neutro. No desparramaba lamento pero sí tuvo una pizca de pesadumbre. Se tomó un segundo para contestar. En su mirada se percibió la duda. “Mejor”, fue todo lo que dijo. “¿Estás contento?”, avancé yo. “Contento no, pero ahora sí Venezuela tiene la oportunidad de mejorar”, dijo, atajándose. “¿Por qué?”. “Porque el gobierno ya no va a poder comprar los votos con las misiones sociales, comida o armas. Los medios de comunicación van a volver a informar con libertad”.

Me paré y caminé hacia la vereda. Me apoyé contra el capó de un auto y prendí un cigarrillo. A través del ventanal de la galería fijé mi mirada en el intercambio de papeles y biromes que mi amiga hacía con el venezolano. A ella no le afectó el comentario del viajero. Y está bien. No la juzgo. Era yo el que sentía el peso de la muerte de Hugo Chávez. Estaba empapado de las imágenes de la marea roja despidiendo a su líder. A nosotros nos había pasado lo mismo el 27 de octubre del 2010.

El intrépido motoquero que venía recorriendo los caminos polvorientos de Sudamérica, salió de la galería. Ni me miró. Tendría vergüenza, o sería un mal educado. No sé. Pero mal informado, seguro. Deduje, antes de entrar de nuevo a la galería, que sería un pibe de extracción socio económica acomodada que nunca jamás, en toda su vida, tendrá en cuenta los derechos de las mayorías ni las reglas de juego del sistema democrático. Seguirá desinformándose con las operaciones de los medios malditos.


3 comentarios:

Vir dijo...

No tiene importancia
, luego de ver y escuchar los testimonios del pueblo que llora a Chavez.
Siempre habraá pobres de espiritu a los que nada le importa la miseria del pueblo, esos miserables que no saben del hambre y el frío. No saben del amor, de la gratitud, de la desolaci{on de haber perdido un lider que sin lugar a dudas ya es inmorta.

Anónimo dijo...

El muerto bien muerto está, juuuuuiiira perro sarnoso, tu blog lamentable

Amigo dijo...

Un saludo a Chavez que estará presente en el corazón de su pueblo
No importan los improperios es señal de que les importa.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios