La mirada de Cristina

(A Ricardo, Eduardo, Alberto, Mario y Olga).

Hoy fuimos a la Ex Esma. Llegamos tarde y nos quedamos afuera del acto principal. Paseamos por el Espacio para la Memoria intentando convencer a los hombres de seguridad de presidencia para que nos dejaran pasar, pero no hubo caso. Mi vieja estaba adentro, mi hermano y muchos compañeros también. Rendidos, nos acercamos a una valla donde íbamos a poder ver la entrada de la Presidenta. Cristina se bajó del auto oficial, la rodearon muchos trajes oscuros y se le pusieron a la par varios ministros; Néstor la custodiaba. En esa valla éramos como veinte personas. Miramos y aplaudimos a Cristina y a Néstor, eufóricos. Los dos saludaban, pero Cristina buscaba miradas con la suya. Me encontré con su mirada un segundo y ahí había un río, un océano, una vida, un terremoto de sentimientos. Miraba a los ojos. Un hombre, con la mitad del cuerpo del otro lado de la valla le gritó: Cristina, te bancamos hasta la muerte. Pasó ese momento y el fotógrafo de Presidencia le sacó la foto que encabeza este texto. Me di vuelta y Juli y su papá, Ricardo, estaban llorando. Cristina provoca eso. Me llamo igual que mi suegro y eso fue tema de chiste desde que lo conocí. Pero hoy, recién hoy, me di cuenta que se llama igual que mi papá. Me abrazó fuerte después de toda esta escena. Cristina todavía no había hablado. Mi suegro es peronista hasta la rodilla, negro, maestro de escuela en Florencio Varela y sensible. La mirada de Cristina lo dejó así.

Después la vimos en una pantalla a Cristina y prendimos una radio y escuchábamos su discurso. Y ahí, entre los bombos y las banderas, pensé que Cristina está en el mejor momento de su vida, porque los mejores momentos no tienen simplemente que ver con la felicidad sino con la intensidad de los sentimientos y las emociones. Cristina está en la síntesis de su vida, de su trayectoria, de sus valores, de sus deseos.

No tiene familiares desaparecidos, no levantó desde el primer día la bandera de la memoria y la justicia, no daba vueltas los jueves con las madres. Pero llegó a eso y en ese camino se trajo miles de argentinos. Y eso es más importante. Y le creo porque lo veo en sus ojos.

Cristina se va a acostar todas las noches en un estado de plenitud. ¿Cuántas personas en este planeta pueden sentirse así? Más allá de todos los problemas que pueda presentar gestionar un país, los errores, los fracasos y los tropezones, hay una entrega emocional en su tarea, que a esa mujer la hace única.

Tiene una larga carrera política y es obvio que sabe de qué se trata pero hay picos en la vida de las personas, momentos de lucidez, de esplendor, irrepetibles; se nota en los artistas, en los deportistas y pocas veces en los presidentes.

A Cristina la superan las emociones, no la política, no la gestión. Por eso no puede dejar de hablar, de decir, por eso mezcla sus dotes de estadista, sabia, intelectual y estratégica; con sus discursos sin filtro, sacados, soberbios, desnudos.

Es la pasión, estúpidos.

Y por eso genera odios feroces y amores fatales. Quien habla con las vísceras, recibe sentimientos desde el mismo lugar. Cristina puso la pasión al servicio de su acción, con todos los riesgos que eso tiene.

Esto es un homenaje en este 24 de marzo para mi familia desaparecida: la mirada de Cristina y todo lo que eso me transmitió esta mañana; y que completó al mediodía con su discurso.

“No se juzga el pasado, se juzgan delitos concretos cometidos en el pasado por personas concretas”. Treinta y cuatro años de lucha y nadie había zanjado tan claramente la discusión sobre los juicios.