Al compañero Pablo Bermúdez (quemero que envidia nuestra capa)
La llegada a River de este Ángel sin religión, intelectual del fútbol, hombre de inquietudes compañeras, nos despierta una profunda alegría. Nos detona la ansiedad por escribir. Y contar una historia.
Somos hinchas de River desde que estábamos en la cuna, como dice la canción. Fue Ricardo, nuestro papá, quien nos transmitió el mandato. Los milicos lo asesinaron a balazos la mañana del lunes 15 de noviembre de 1976, mientras hacía una mudanza en un taller de ropa donde trabajaba junto a otros integrantes de la familia. Hoy sabemos que ese taller podía llegar a caer en manos del ejército porque presumiblemente había sido cantado. Ricardo tenía que rajar de nuevo y ya casi no quedaban lugares para ir. Luciano (ese era su nombre de guerra) era buscado, muy buscado. Con la clandestinidad ya no alcanzaba y se cerraba el cerco. Un día antes de su muerte, el domingo 14 de noviembre de 1976, fue a la cancha de River a ver el clásico con los bosteros. No se lo perdió. El partido terminó 1 a 1.
Nosotros, siendo todavía muy chiquitos, nos fuimos del país, cada uno con su mamá. Nos fuimos con la piel de bebé y la piel de gallina.
A mediados de 1984, Mariano (hermano mayor), pegaba la vuelta, con 13 años, desde Israel; y Riki (hermano menor), regresaba a la Argentina, desde España, con 7 años. Volvimos algo mareados, hablando más de un idioma, y con la remera de River apilada dentro de alguna de las valijas.
1986 fue un año movido. Mariano cursaba una secundaria en la que no se terminaba de acomodar y sacudido por la feroz campaña del River del Bambino Veira, que terminaría en una fenomenal consagración (Claudio Morresi, actual Secretario de Deportes, llevaba el 10 en la camiseta y el Enzo Francescolli el 9), viajó a la Plata y a Rosario, colgado del tren, sin boleto, con amigos de amigos, para ver, apretado contra el alambrado de la popular, dos empates (uno en 0 y el otro en 1). En los dos partidos hubo piedrazos, gases, tiros y una feroz represión de la policía.
Se empezaba a oler la impunidad en nuestro país. Los milicos presionaban al poder político porque la sociedad civil les estaba metiendo miles de denuncias en los juzgados. Todavía estaba fresco el Nunca Más y el Juicio a las Juntas.
Punto Final, dictaminó el Congreso.
El 29 de octubre de 1986 vivimos uno de los momentos más preciosos de nuestras vidas, como hinchas, y como hermanos: River campeón de América. Nos habíamos reencontrado hacía no mucho tiempo en la casa de la mamá de Riki, sobre la avenida Honorio Pueyrredón, después de la fenomenal peripecia de nuestras familias por medio oriente y Europa.
La noche de la final, el hermano mayor (con 15 años) llevó a su hermano menor (de 9 años) a la platea Belgrano alta. Los acompañaba un amigo –hoy sin nombre ni presente: sí un lugar en la historia-. Los tres se sentaron en dos butacas. La cancha era una caldera. Como siempre que iban a la cancha, para asegurar el cuidado de su hermano menor, el mayor puso la mano sobre su nuca, lo sujetó y lo contuvo. Le señalaba jugadores en el campo de juego, los 26 bombos y los redoblantes en la tribuna. Vieron en vivo el histórico gol del Búfalo Funes en el arco que da al Río de la Plata. Esa noche hubo gente infartada y otra que lloró con la intensidad de un nacimiento, o la muerte. Primera Copa Libertadores de la historia del Club.
En el año 1987, en el primer clásico de Riki, vimos como River, perdiendo 2 a 0 con Boca, dio vuelta el partido con un gol del negro Palma. Y Comas, bostero, se erraba un penal en el último minuto. Ganamos 3 a 2.
Ese año nos fumamos la Obediencia Debida, y con eso, una intratable e incomprensible frustración que al tiempo procesaríamos y convertiríamos en acción con nuestra militancia en Derechos Humanos. El Estado se instituía en enemigo.
Después vinieron los días en que arriba del 42 los viajes se convertían en fiestas con amigos –de las dos generaciones- y otros hinchas de River: todos juntos cantábamos golpeando el techo del bondi, desde que arrancaba por la avenida José María Moreno, pasando por Chacarita, hasta que llegaba al Monumental. Entrábamos a la platea San Martín, la popular o la platea Sívori baja, con todo tipo de carné: de jugadores, de socios y de empleados. Eran días que no había molinetes, ni tecnología para delatar la falsedad de una entrada. Las cuotas de los carné las levantábamos del suelo y así llegamos a meter hasta diez amigos. A los equipos grandes les daban la tribuna visitante entera y también la platea baja. Íbamos a ver a River a todos lados (la Boca, por lejos, era la cancha más angustiosamente esperada).
Durante la década del 90 festejamos casi diez campeonatos. El club derrochaba logros, y el neoliberalismo encarnado en Carlos Menem regalaba las empresas públicas, destruía el Estado y convertía a la política en un circo vergonzoso. Los domingos festejábamos con los borrachos del tablón en el anillo del monumental un nuevo campeonato, o que habíamos cogido a Boca, y los fines de semana marchábamos al Congreso, la Plaza de Mayo, o a los Tribunales, exigiendo la Aparición con Vida y el Juicio y Castigo.
En 1996 Riki empezó a militar en HIJOS. River ganaba su segunda copa Libertadores de América y Enzo Francescolli lloraba como un nene con la copa en alto. Ese día fuimos a la popular visitante con nuestra tercera pata gallina: Wenceslao. Nosotros ya teníamos novias y unos cuantos problemas más que cuando éramos chicos.
A finales de 1999 Mariano también entró a HIJOS. El menor estudiaba abogacía, como su papá, y ese año nació su hijo Manuel. River seguía sumando campeonatos. Y la Argentina estaba por colapsar como un pueblo arrasado por un incendio forestal al que se le suman cinco días ininterrumpidos de sol radiante, viento y 43 grados de temperatura.
En el 2003 el hermano mayor fue padre de Santino. Un tiempo antes arrancaba un proceso político impensado: Néstor Kirchner, presidente de la Nación, anunciaba y gestionaba un nuevo país. River salía campeón ese, y al otro año.
José María Aguilar se hizo cargo del club y a pesar de pintar como una promesa, por ser considerado un progresista, el hombre de profunda papada y ojos hundidos, llevaría a River, en pocos años, a la ruina. El país, en cambio, crecía como nunca antes en su historia, dejando atrás el infierno.
En el 2007 volvimos a militar en política. Esta vez (nunca lo hubiésemos siquiera imaginado), a favor del oficialismo. El compromiso militante, como había sucedido con nuestros viejos, volvía a ganar la escena.
Hoy en día vamos a la cancha con nuestros hijos. Tienen 10 y 6 años. Los dos son enfermos fanáticos de River y nos superan con su pasión (en algún momento el hermano menor, ante la angustia que brotaba de su hijo cada vez que perdíamos, comentó: “se me fue de las manos”). No son buenos tiempos para River, pero igual nos hicimos socios hace diez días.
Y del cielo cayó un Ángel para ayudarnos.
En este tiempo donde algunos sueños se transformaron en conquistas populares de la realidad, un tipo que se puso la remera por el Juicio y Castigo para los Genocidas hoy dirige uno de los clubes más derechosos de la Argentina. A Videla lo bajaron como socio hace no muchos años atrás. La familia Santilli, cien por ciento menemista, dirigió los destinos del club durante la década neoliberal (la seguridad del club, en aquel momento, estaba en manos de los amigos carapintadas de Rico y Seineldin).
En este tiempo, una época marcada por la fuerte evidencia de las corporaciones, donde los técnicos son elegidos a dedo por Fox Sports o TyC Sports, con el paradigma vigente del resultadismo, y un River agobiado por el descenso, la apuesta por Ángel Cappa nos recuerda la Ley de Medios de la Democracia: jugar alto en uno de los momentos más bajos.
Poner la pelota en el piso, levantar la cabeza, volver a jugar atrás si hace falta para ganar el campo contrario por la otra franja, poner los huevos que hagan falta para dar vuelta el resultado, sentirse protagonistas, transformar, ir por más, ser felices.
Nos pone muy contentos todo esto, como gallinas, como padres y como militantes del proyecto nacional y popular.
Hoy vemos el Fútbol para Todos con nuestros hijos, mientras comemos milanesas con papas fritas. Y festejamos con esperanza la llegada de Cappa, el ángel que bajó del cielo y que no sabe de religiones pero sí de identidades y de ideologías. Sabe, sobre todo, que en el fútbol, como en la política, no hay destinos individuales: sólo colectivos.
Mariano y Riki
19 comentarios:
hermoso texto, compañeros.
ojalá que a Angel le vaya bien en River. Se lo merece.
un abrazo
El mejor post jamás escrito sobre mi River. Me lo llevé a Facebook.
Buenísimo el post. Al nuevo ángel gallina estoy seguro q le fascinaría.
abrazos
Ángel Cappa llegó para triunfar. Él y su filosofía de juego, y vida.
Buen post che. Que loco repasar que River haya sido un espejo invertido de como le iba al pais. Espero, sin embargo, que a Cappa le vaya como le está yendo a la economía Argentina.
Abrazo
ADR
PD1: que marcha por la ley de Medios!!
PD2: Mariano, ¿asi que anduviste por Israel? tenemos que charlar de eso el lunes con un café de la maquina ;)
Con vuestro permiso me lo llevo para el fcbk!
Gracias por los comentarios, che.
Lleven para facebook, para donde quieran.
Ayer con Mariano fuimos a Rosario (ya vendran post al respecto), volvimos a Bs As y fuimos a la marcha. En el viaje mi vieja nos hizo acordar que Cappa llevó al plantel de Huracán a la EX ESMA.
Tenemos que hacer una movida para que ahora vaya el plantel de River
Grosso.River es pueblo.
Charly
Increible relato, desde las tripas, desde la pasion y desde el corazón.
Aguante El angel que cayó en River, que les dé alegría a las gallinas y a las gallinitas.
Antes que nada, aclarar que en primera instancia soy bohemio, hincha de Atlanta, por familia, y en segunda instancia, por el barrio donde me crie y al que elijo todos los dias como lugar en el mundo, soy hincha del sentimiento de la quema y de Huracán de Parque de los Patricios. Un dato curioso para añadir al enorme relato de los dioses es que como bien dicen, la historia del millonario huele a derechas, la historia de mi barrio data de una tradición radical muy fuerte. En ambos casos, fue Angel quien vino a plantar bandera y a cambiar de página. Fue Angel (y esto es realmente asi) el que reactivo economicamente al barrio, ya que antes, con un globo desvalido que vivía para zafar, los vecinos no salían ni a comprar puchos...Huracán volvió a las primeras páginas porque volvió el sentido del fútbol, porque estamos recuperando los valores que hicieron de este, un pais grande, admirable y digno de Maradonas, de Evitas y Perones, de Guevaras, de Gardeles y de los héroes anónimos de todos los dias. Gracias compañeros por la dedicatoria y por la esperanza que derrochan en cada uno de sus relatos. De corazón, espero que salgan de la mala (aunque hay algo de justo placer en ver a River peleando el descenso)y puedan recuperar su historia de grandes, como lo hace Cristina con el país todos los dias y como lo hizo Angel con el fútbol. Abrazo de Gol!
Gran relato, Pablo. Un placer leerte. Gracias por la devolución.
Notamos que mucha gente está expectante con la llegada de Cappa a River. Y no sólo por el plano futbolístico.
Exelente chicos! bueno Matu, ya sabes que Cappa me marco, no solo futbolisticamente, sino tambien desde su discurso y su oratoria.
Un fenomeno el viejo y me dio los mejores 6 meses de Mi Globo Querido.
Un gusto volver a tenerlo entre nosotros, en nuestro futbol.
Igual como lei por ahi, es lindo verlos pelear el descenso jaja. abrazo y aguante Huracan
Asique loas tipos se vienen a Rosario y no avisan, por lo pronto nosotros los canayas sabemos bien lo que es sufrir, por años, siempre hasta el último minuto o el último hilo del segundo antes del pitazo. Para river es apenas un esbozo, recién empiezan y a lo mejor con cappa acaben de sufrir, pero bueno mi pasado es de núñez, antes de ser rosarino, fue de river y por eso mi corazón de apoyo, pero imperdonable que no hayan llamado ni siquiera para encontrarnos en la marcha manga de antipáticos.Les hubiera mostrado el gigante de arroyito y a lo mejor con tantas visitas se me hacen un poco canayas. Abrazos.
Vir, genial lo de las gallinitas.
El burrito ortega es pueblo, Charly.
Quemero de Urquiza, gracias por la foto de la pintada que hizo Cappa en un paredón del barrio Zabaleta de Parque Patricios ("El fútbol es alegría o no es nada").
Pablo, canalla, deberíamos habernos visto, sí. Nos falta tu celular, loco. Gran abrazo para vos.
Yo, que soy bostero de nacimiento, les quiero decir que esto me dio ganas de hacerme hincha de River. Cuando se escribe así sobre el fútbol uno se olvida de la posición política de esos clubes, River, Boca, no son distintos, y entiende lo que va mas allá, esa sensibilidad que nos come el alma cuando los jugadores salen a la cancha. Cuando Diego deja de culo a los ingleses. Cuando todos somos un poco barriletes cósmicos. Envidio con toda mi alma la elección de ese tipo. Y espero, pese a mi ADN, futbolero que les vaya bien de veras. Voy a lamentar ponerme feliz si a Cappa le va bien. El mundo me está girando al revés. Hasta Passarella me cae mejor, uf. Un tipo como Cappa tiene la estirpe de esos hombres que se aman mas allá de los colores que defienden. Como Maradona, claro.
Muy lindo post. El relato periodístico, los datos deportivos, la mirada del hincha, los valores familiares, el marco biográfico y autorreferencial, la historia colectiva... Todo en uno. Felicitaciones!
Muy bueno, pa. Todos somos un poco barriletes cósmicos. Hay que bancar al Diego en el mundial, eh. Nada de cacareadas.
Gracias, Pato.
MUY BUENO CHE!! RICKY DIOS Y ABREVAYA DIOS, LO MEJOR ESCRITO SOBRE RIVER
UN ABRAZO PERONCHO COMO SIEMPRE
que bueno encontralos en este relato, aunque no los conozca, siento que lo hago desde el fondo de mi corazón gallina. en estos tiempos, tan dolorosos desde lo rojo y blanco, pero tan hermosos desde lo celeste y blanco, GRACIAS POR ESTE TEXTO TAMBIEN! COMBINAN LO HERMOSO DEL FUTBOL CON LA VIDA MISMA, CON EL AMOR ! GRACIAS
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