Hace unos meses atrás, cuando ya se sabía que a las doce de la noche del 28 de junio cumpliría sus 32 años, declaró: festejamos la victoria en mi cumpleaños.
Después pasó lo que todos ya sabemos pero el cumpleaños se festejó igual –obvio-.
Un hostel en Palermo. Tres de la mañana. Cien personas enfiestadas, en su gran mayoría con un poco más de treinta años de edad, ligados a la militancia política, amigos y amigas de tres compañeros: dos varones y una mujer.
Con unos amigos charlábamos a los gritos al costado de la consola de sonido cuando se acerca nuestro amigo y con cara de misterioso nos dice al oído: pongan el pié de micrófono en el medio del salón –nos marca el lugar con el brazo- que hay una sorpresa. ¿Quién?, preguntamos. Sorpresa, papá, responde, y desaparece en la pista de baile.
Muchos de los que estábamos en la fiesta militamos en el kirchnerismo de la ciudad. Todavía estábamos arruinados por la derrota electoral de hacía una semana atrás, no tanto por el esfuerzo colectivo que habíamos metido durante los últimos tres meses sino por la angustia que detonó dentro nuestro y a los cuatro costados al tener que asumir que el modelo de país nacional y popular que tanto bancamos no había sido validado en las urnas.
La fiesta de cumpleaños, imaginábamos, no iba a ser a todo trapo porque teníamos atragantado un muerto muy complicado de digerir. Pero desde temprano, cuando empezó a poblarse la pista, y las habitaciones, y la barra, quedó clarísimo que las fiestas existen para tomar fernet, fumar y olvidarse por unas horas de todo.
Cuando hizo su entrada Alcides con sus tres pulposas bailarinas muy sueltas de ropa moviendo las caderas y los cumpleañeros abriéndole el paso como si fuesen de la seguridad del Diego, el hostel explotó en mil pedazos. Sonaba a todo volumen el tema Violeta y el conocido cantante tropical( permanente en la cabeza, sonrisa para la televisión, dentadura blanca y pareja, saco, pantalón de vestir y mocasines), metía un paso bailantero casi imperceptible y único.
Los muchachos arrinconaron a las bailarinas en el poco espacio que tenían para moverse y antes de que terminase la segunda canción del show se habían corrido hacia la consola de sonido (y ahí se quedarían durante los cuarenta minutos que duró el show).
Cuando el cantante dio por terminada su primera intervención, bajo una lluvia de aplausos y gritos, empezó a entonar el tradicional feliz cumpleaños con el mismo tono y la misma actitud que debía haberlo hecho en el cumpleaños de quince del que acababa de llegar. Mientras esto sucedía un compañero con la camisa desabrochada y la cara roja y transpirada le avisó al oído que ahora se venía la versión del cumpleaños pero con la marcha. Alcides ni lo escuchó pero le sonrió como si le hubiese dicho sos lo más grande que hay: “que lo cumplas muy felices, que lo cumplas muy feliz, que lo cumplas muy felices, que lo cumplas muy feliz… que lo cumpas, que lo cumplas”
Hasta los compañeros que militan en espacios políticos no peronistas se sumaron al festejo. Fue un grito de guerra, un deshogo que nació del fondo del alma, y no terminaba más. Todo el salón con los brazos levantados como en la tribuna y con la lengua afuera, saltando hasta el techo.
Alcides no hizo comentarios y siguió cantando. Una, dos, tres canciones más. Entre tema y tema de nuevo la versión militante de la canción más famosa del planeta. Parecíamos estar dentro de una gigantesca olla popular a presión. Y cuando se hizo una pausa porque habían aparecido las novias con las tortas en sus manos, antes de que los agasajados terminasen de soplar las velitas, se cantó la marcha peronista de punta a punta.
Alcides estaba sobrepasado. Los pibes hacían pogo con sus canciones, saltaban en bloque y se lo llevaban puesto. Terminó pidiendo la hora y con cierta cara de fastidio. Hacía mucho calor. Con su mejor cara el tipo se bancó una canción más y hasta arengó a “todos los peronistas presentes” con un "Viva Néstor."
Ya lo patentó la Bersuit Vergarabat en una de las canciones del impecable disco Testosterona: “Me duele festejar”. Claro que sí: duele hasta las lágrimas, es desgarrador, pero uno se repone, y vuelve a arrancar, y va por todo una vez más.
2 comentarios:
A pesar de todo,la fiesta alivia el dolor.El canto, la música,las gargantas roncas, la catarsis. Estar todos juntos, como en las marchas, como en las canchas, como en los recitales.
"Momentos eternos".
y las fotos de las pulposas bailarinas ???
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