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Los que trabajan en la playa

La guardavidas 

Enterró el salvavidas en la arena. Luego hizo lo mismo con las patas de la silla de metal que trajo de la casilla. Pero en lugar de tomar asiento, apoyó las manos sobre el respaldo de la silla y se irguió con solemnidad frente al océano. El día estaba espléndido. Sol pleno. Ni una pizca de viento. Decenas de turistas se refrescaban dentro del agua. La gran mayoría, a pocos metros de distancia de la costa, junto a los más chicos. Sólo un puñado de valientes enfrentaban a las olas que se levantaban con tesón a unos treinta metros de distancia. Muchos veraneantes estaban tirados de cara al sol, o parapetados debajo de las sombrillas tomando mate. Otros caminaban sin apuro por la orilla. 

Era rubia, y atlética. Debía tener unos treinta años. La gorra con visera y los infaltables lentes oscuros para el sol le tapaban la cara. Sólo se podía apreciar la prominencia de sus pómulos y la delicadeza de su nariz. Tenía puesta una campera inflable de color celeste y unos shorts negros, sueltos. El color de la piel de sus piernas y de los dedos de los pies era casi de color morcilla. 

Perdoname, pero los guardavidas reciben capacitación acerca del comportamiento del mar, ¿no es así? Sí. Antes de ayer el mar parecía una enorme olla de agua cálida, ayer parecía un río bravo y hoy está en un intermedio. En el medio tuvimos una tormenta con granizo y todo. Y cambió el viento. Exacto; cuando sopla del sudeste siempre trae el frío y la humedad; en cambio, cuando sopla desde el oeste, o sea desde el continente, trae el calor de la tierra. Mirá vos. 

Conversaba pero con cierto desdén. No dejaba de mirar hacia el mar. Parecía concentrada en su trabajo pero también podía ser una táctica para descartar al turista de turno que para matar el tiempo ocioso de la playa no encontró mejor idea que ponerse a charlar con la guardavidas. 

¿Viste la película 'Una aventura extraordinaria’? No miro mucho cine. Es hermosa; y gran parte de la película transcurre en medio del océano pacífico. Aja. Se cuenta la relación que se crea entre un adolescente y un tigre de malasia. ¿Ahora me vas a preguntar a cuántas personas les salvé la vida durante el mes de enero? No sé, puede ser. ¿O si vivo acá o vengo a trabajar sólo por la temporada? Sí, qué se yo. Perdoname que sea así de brusca pero estoy trabajando. Te entiendo. Si mientras charlo con vos se ahoga un tipo me como una denuncia penal, ¿me entendés? Sí, claro. ¿Vos qué hacés? Soy periodista. 

La charla duró un minuto más. Me despidió sin sacar la vista de los movimientos que los turistas hacían dentro del mar. Parecía un perro de caza. Me fui pensando que sus palabras habían tenido buena fe. Con franqueza, me había llamado por mi nombre: turista que no sabe qué hacer con tanto tiempo ocioso.

3 comentarios:

playera dijo...

Observar con tanto detalle, descubrir lo que otros no ven y luego poder hacer con eso relatos mas bién que es aprovechar el tiempo.
Que siga el buen tiempo.

Mariano Abrevaya Dios dijo...

Muy buen comentario, Playera. Gracias por la onda del verano.

buena onda dijo...

Cronicas diferentes del verano en la costa.
Una mirada sobre los laburantes que siempre pasan desapercibidos.

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios