Sábado 22 de mayo. 15.00 horas. 9 de Julio y Belgrano.
Unos treinta bailarines formaban un círculo compacto y celoso. Impactaba su vestuario vivaz y autóctono. Algunos colaboradores con una remera que decía "yo estuve ahí" le pedían a la gente que no se amontonase, que dejen lugar. Las familias caminaban ansiosas y expectantes alrededor de los camiones, carrozas y comparsas de las provincias de nuestro país que en un rato se perderían alegremente a lo largo de la avenida más ancha del mundo.
Después de que una madre se sacase fotos con sus dos nenes aferrando entre sus manos banderitas argentinas, me acerqué a uno de los bailarines. Era alto, y no se movía. Una maravilosa máscara de plumas, telas y colores le tapaba la cara. Desde atrás de las ranuras para los ojos pude percibir que tenía sus dos pupilas tan estiradas como la cola de un pavo real.
- ¿De dónde son, amigo?
- Catamarca.
- ¿Qué van a representar?
- Una ofrenda a la PachaMama.
- ¿Están nerviosos?
- Sí.
Parpadeó.
- Cuanta gente, ¿no?
- Muchísima.
Parpadeó de nuevo. Dos veces seguidas.
Era ensornecedor la mixtura de sonidos que tronaban a nuestro alrededor: tambores, equipos de audio, gritos, locutores, bombas de estruendo.
- Bueno, bienvenidos, che -le dije, y le di una palmada en el hombro.
- Muchas gracias -contestó, a los dos segundos, tieso. Y la cola del pavo, detrás de las ranuras, pareció distenderse.
Sábado 22 de mayo. 16.00 horas. 9 de Julio y Moreno.
Al rato, parados sobre un vértice del cordón de la vereda (mi hijo comodamente sentado sobre mis hombros, y agitando una bandera argentina que acabábamos de comprar a diez pesos), rodeados de cientos de personas que se apilaban contra las vallas de contención para poder ver aunque sea una mano, vestido o instrumento del desfile, vimos como venían desfilando unas diez personas que portaban enormes pancartas con los rostros de algunos jefes de Estado de nuestro país, entre ellos Raúl Alfonsín y nuestra presidenta.
- ¡Vamos Cristina! -gritó una mujer sin nombre más adelante.
- ¡Fuerza, presidenta! -me sumé yo, entusiasmado.
Las treinta personas que ocupaban el metro y medio de radio a mi alrededor, aplaudian, y vitoreaban con bravos y viva la patria (no sólo a Cristina: a todo lo que sucedía alrededor).
- ¡Vamos Cristina! -insistió la emocionada voz de la mujer, pegando saltitos en el lugar.
A medio metro un hombre triste negaba con un movimiento de cabeza. Estaba cruzado de brazos, y se mordía el labio, como los nenes cuando actuan para mostratr disconformidad o rechazo.
- ¡Vamos Cristina! -le grité en la nuca al hombre triste, que volvió a mover su cabeza de izquierda a derecha, aunque esta vez de manera más tibia.
Al fondo se veía el obelisco y las cientos de miles de personas desperdigadas como un hormiguero recién pateado. Todavía no sabíamos que la convocatoria crecería hasta niveles desproporcionados durante las próximas horas de los próximos días, ni que el dispositvo mediático ya estaba tomando la desición de transmitir en directo un acontecimiento que se perfilaba como histórico.
Sábado 22 de mayo. 23.00 horas. 9 de Julio, dentro de una marea de gente, entre Sarmiento y Perón.
Sábado 22 de mayo. 23.00 horas. 9 de Julio, dentro de una marea de gente, entre Sarmiento y Perón.
- Che, ¿te diste cuenta que la enorme mayoría de la gente es clase media?
Wen le prestó atención a la gente que estaba a nuestro alrededor.
- Tenés razón.
- Buen dato ese, loco -aportó uno de mis hermanos.
Acababa de tocar el cubano Milanes y estabamos esperando el plato fuerte: Gilberto Gil. Queríamos que toque temas de Bob Marley, y que convierta en una fiesta ricotera la 9 de Julio.
- ¿Cuanta gente decís que hay?
- Del escenario dijeron un millón.
En ese mismo escenario, imponderable, propio de un show de los Rolling Stones, la producción emitía consignas y pensamientos de Jauretche, el Che Guevara y Evita, mientras sonaba la pegajosa cortina que había compuesto León Gieco para el Bicentenario (una palabra que en ese momento todavía no nos zurcaba el pecho como sí resuena ahora al escribirla).
5 comentarios:
me encantaron los festejos del bicentenario, senti como no hacia ahce mucho que aunque sea por un desfile y el tiempo que este dura el pais disfrutaba en paz de algo comun, un saludo
Buenísimo que te hayas dado una vuelta por nuestro espacio, Matías. Fuerte abrazo.
Ya era hora de leer una de tus cronicas, la estaba esperando.
Abajo los hombres tristes, arriba la alegría del pueblo en las calles!
Todavía me siento de celeste y blanco!
Fué la fiesta popular mas maravillosa que recuerdo haber vivido y eso me hace muy feliz.
Vienen 2 crónicas más, eh. Atentos.
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