Luciano M. se puso de lado del oficialismo después del conflicto con el campo. “Me espantan los impresentables que se alinearon con la Mesa de Enlace”, había dicho. Pero siempre tuvo sus reparos y dudas. Incluso durante los últimos dos años, cuando el gobierno tiró la batería de medidas más transformadoras de la era kirchnerista. Paradójicamente, para el dueño de la casa de repuestos de autos donde trabaja era un talibán K, y para los compañeros más jugados de la ONG donde hace prensa, era un radical que nunca se la terminaba de jugar.
La historia cambió definitivamente el 27 de octubre.
Ahora es parte de esa fervorosa espuma que invadió la vida política de los argentinos, y reconoce a Néstor Kirchner como “lo mejor que nos pasó en los últimos cincuenta años”. Desde hace dos semanas se sumó a la “25 de Mayo”, una agrupación que tiene un local a tres cuadras de su casa, en la Paternal. Llegó por medio de un compañero de “Derechos Humanos Para Todos”, la ONG. Fue a una primera reunión. Se presentó, junto a otros diez nuevos. Contó que tenía treinta años, que era empleado, que le gustaba la comunicación, que formaba parte de una organización que vela por el cumplimiento de los DDHH en el ámbito de la Ciudad, que estaba dispuesto a aportar para el Proyecto Nacional, y que se había separado de su novia hacía tres meses. Se sintió bien tratado, y también reflejado en muchos de los casi cuarenta personas –la mayoría de su edad, y profesionales- que se habían formado una ronda en un local de diez metros de largo, con cuadros de Perón y Evita y afiches de Néstor y Cristina.
Se fue contento, con expectativas.
La segunda reunión en realidad fue un acto. Un homenaje al pinguino, en la calle. Choripanes, oradores y banderas. También algunas compañeras muy interesantes. Fue esa noche que le se acercó el referente del espacio –un hombre de barba que conocía muy bien el paño- y le propuso ir en nombre de la agrupación a tomar el Taller de Comunicación Popular que el gobierno venía anunciando en el Fútbol para Todos.
Aceptó.
Sede Santiago del Estero de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, en Constitución. Doce y media del mediodía de un jueves. Inscripción en la planta baja, y taller en el primer piso. Cien personas, cada una, o en grupo, representando una organización, sentadas en los bancos. Se ubicó al fondo, junto a una chica a la que le había puesto el ojo mientras espiaba, indeciso, desde la puerta. En seguida pegaron onda. Ella era locutora de FM La Boca. Le contó que el compañero de piso del programa era un chico con capacidades diferentes que la única parte del cuerpo que podía mover era la boca. Él le contó que había pasado parte de enfermo en su trabajo, y que no vivía de la comunicación. Ella era kirchnerista pero no militaba. Le habló de su carrera y de su devoción por la oratoria de la presidenta. Él le habló de la ONG y de las gacetillas de prensa y boletines que difundía por la web por medio de un programa de envío masivo de correos, que hacía muy poco se había sumado a un espacio partidario, y que la ley de medios de la democracia le parecía de vanguardia.
Al rato, después de unos segundos de silencio, se miraron, y sonrieron. Él le enganchó una pizca de timidez en los ojos claros, y se inquietó.
En seguida empezó el taller, de la mano de un graduado de la Carrera de Comunicación con la camisa suelta y ojotas. El flaco tiró algunas definiciones en relación al armado de un medio de comunicación popular o comunitario:
• Para qué, y pensando en quiénes (televidentes en caso de un programa de TV, oyentes en caso de la radio, y lectores en relación a una publicación impresa).
• Idea de comunicación: ¿bajamos línea o dialogamos con la comunidad?
• Articulación con otras organizaciones de la comunidad local que permita la sustentabilidad y la retroalimentación de los contenidos.
• Encontrar un discurso propio.
• Buscar el formato de la organización, o forma jurídica y legal más apropiada (Cooperativa, Sociedad de Fomento, Asociación Civil).
• Tipo de Financiamiento.
“La visibilidad, sustentabilidad y crecimiento, no tienen chances sin una planificación, gestión y evaluación”, tiró el docente, acompañado por unos cuadros que se emitían en una pantalla. “Lo que no se comunica no se ve (como si no existiese)”, opinó, y también aclaró “que tiene que haber un capital financiero para arrancar, pero también humano y social y político para sostener el proyecto”.
Luciano M. y la chica de FM La Boca aprobaron con un movimiento de cabeza el comienzo del taller. Los dos habían tomado notas. Eran conceptos fuertes y novedosos, por lo menos para él, que no tenía estudios previos ligados al tema. Ella estaba un poco más curtida. Se estaba recibiendo de psicóloga. Y había estudiado locución en ETER.
Los separaron en grupos. Ella fue al taller de Radio, y él al de Contenidos. Saliendo del aula, con los cuadernos abajo del brazo, Luciano M. le dijo que después se juntasen para contarse cómo habían salido los respectivos talleres. Ella no se negó.
En el aula donde se dio Contenidos, lo primero que hicieron junto a las dos ayudantes de la cátedra –una de ellas a Luciano le pareció muy bonita-, fue presentarse. Nombre de la Organización, barrio, y a qué se dedicaban. A Luciano M. le pareció raro hablar en nombre de una organización de la que formaba parte hacía solo unos días. Después se presentó el resto. La mayoría era del conurbano bonaerense. Un grupo de chicos de dieciocho años de la Dirección de Juventud de la Municipalidad de Avellaneda, una radio de Laferrere, en la Matanza. Una ONG que trabajaba con niños y adolescentes en situación de calle en Francisco Solano, un Equipo de Trabajo de Inserción Social de San Fernando, un Centro de Educación de Rafael Castillo, un Centro de Recuperación de Adictos de Morón, un Gremio de pequeños productores Rurales.
Entre todos, y de la mano de las chicas, hicieron un ejercicio para poner en práctica la teoría vista en el aula anterior. Imaginaron el armado de una radio cuyo objetivo fuese recuperar a los chicos de la calle del barrio de Constitución; pensaron en una programación, alianzas con otras organizaciones y modos de financiarse con el los programas y subsidios del Estado, y también con los comerciantes del barrio.
La clase tenía mucha dinámica y a la media hora les sirvieron medialunas y gaseosas. El hermetismo inicial se había resquebrajado enseguida, y se trabajó en grupo, con la participación de casi todos, salvo dos que no abrieron la boca. Sin mencionarlo explícitamente, todos estaban políticamente del mismo lado.
En un momento de dispersión, Luciano M. pensó en la chica de FM La Boca. No le había preguntado el nombre, y tuvo miedo que ya se hubiese ido.
El acto de cierre se hizo en un salón de la planta baja. Detrás de una mesa, al frente, estaban las autoridades de la Carrera de Comunicación y también el número dos de Gabriel Mariotto, en representación de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual. El aula estaba llena. Los participantes del taller intercambiaban cuentas de correo y teléfonos, distendidos, y en voz alta. Luciano M. también. Le pareció fabuloso el grupo de chicos de Avellaneda, comandados por una chica llena de vida y convicciones. Se respiraba un clima de mucho compañerismo y confianza. Litros de esa misma espuma que había empujado a Luciano M. a comprometerse de manera orgánica dentro de una organización. Ahora, en los apuntes, tenía mucho para contar cuando tuviese su tercera reunión.
La chica de la Boca no estaba por ningún lado. Mientras hablaba con un aficionado a la radio del zócalo del Fútbol para Todos, convertido ahora frente a ellos, en hechos concretos, la vio: al fondo, sentada junto a un chico que cebaba mate. Dudó, y decidió encararla cuando termine la jornada.
Las autoridades agradecieron la presencia de todos los asistentes, y reivindicaron al gobierno nacional por avanzar en medidas tan importantes como la nueva ley de medios. También dijeron estar contentos por la UBA, que estaba volviendo a tejer red con la ciudadanía.
Para el cierre, hubo un brindis. Más medialunas, sándwiches de miga, gaseosa y vino tinto. Fue ahí que la encaró, mientras ella se servía un vaso de gaseosa. Le propuso pasarse los teléfonos. Ella bajó la apuesta: “te dejo mi cuenta de correo”. Y enseguida, antes de que Luciano pudiese abrir una conversación, se disculpó, para unirse a un grupo que charlaba junto a un grupo de estudiantes kirchneristas, todos con la remera de Néstor, y una consigna en que reivindicaba la Educación Pública y Gratuita.
Salió de la facultad cierta amargura, aunque al rato, camino al subte, esquivando a las dominicanas protuberantes que lo invitaban a entrar a los hoteles alojamiento de la calle Santiago del Estero, se le fue pasando.
Había sido productivo participar de los Talleres de Comunicación Popular. Lo demás, ya llegaría.
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El Taller de Comunicación Popular que se anuncia en el Fútbol Para Todos
Subido por
Mariano Abrevaya Dios
on martes, 7 de diciembre de 2010
Etiquetas:
Kirchnerismo,
Relatos
2 comentarios:
Hola, muy interesante el post, saludos desde Mexico!
Aguante Luciano M,que no desista !
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