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Historias de cuarentena (4), especial 24 de Marzo

Por Mariano Abrevaya Dios

Qué cierto lo que decís, Olga. Nunca fue tan especial un 24 de marzo. Tan distinto, único, acá desde casa, pero conectada con todos los que hoy hacen de la memoria un ejercicio imposible de quebrar. Para vos, que fuiste bióloga, bah, perdón, que sos bióloga, esto debe ser como una pesadilla convertida en realidad. Para mí es como una película. ¿Vos creés que vamos a poder sostener el encierro durante tantos días? Vos extrañas con locura a los nietos, lo sé, y a tus compañeras. ¿Hace cuánto que las conocés? Cuarenta años, por lo menos, claro, teniendo en cuenta que te acercaste al grupo que se juntaba en la iglesia allá en el ochenta. Menos mal que esta plaga apareció ahora y no hace un mes y medio atrás, cuando fuiste a declarar al juicio. Tendrías toda esa pelota ahora adentro tuyo, y encima en medio de esta pandemia. Te hizo bien, ¿no? Fue un acto de justicia en sí mismo. Ay, quedó hermoso el pañuelo. Lo vi desde la puerta de calle. Me parece bárbaro que los organismos hayan impulsado esta idea. En realidad, seamos sinceros, no tiene mucho sentido ponerlos en las ventanas, balcones, puertas, porque en la calle no hay un alma, querida, pero sirve para enviarnos las fotos, publicarlas en las redes, hacer de eso un grito colectivo, aunque sea virtual. Olguita, yo en un rato me voy, tengo que atender a otros abuelos, ¿te parece bien que te deje hecho un bife con puré? Bárbaro. Recordá que te va a hacer bien caminar unos diez minutos por el patio, y seguir leyendo esos artículos de divulgación científica que me contaste que publicaron los alemanes en relación al virus. Te quiero mucho, viejita. Y te admiro. Ustedes son todo lo que está bien. Mañana nos vemos.

2 comentarios:

Ramiro Abrevaya dijo...

Hermoso ✌🏼♥️

Unknown dijo...

Que viva la memoria, Madres, Abuelas, presentes por siempre
!!!

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios