Buscar dentro de HermanosDios

Historias de cuarentena (6)

Por Mariano Abrevaya Dios

Hola, amiga del corazón. Me acabo de enterar de que Alberto anunció que los que estamos afuera vamos a tener que esperar. Me quiero matar, es la posta. Quiero estar en casa concha pa’ arriba, extraño mi cama, la ducha, los libros, la tele, la heladera, todo, pero ya está, ¿qué puedo hacer? Esperaré. No soy una de las soretas que filman videos caseros para putear a Aerolíneas, exigir que me devuelvan a casa porque pago mis impuestos. Me la banco. Ya volveremos. Estamos varados en Cuzco, un pueblo alucinante, posta que te volvés loca, y más ahora que está desierto y silencioso. Eso sí. Desde la última vez que te escribí, desde Potosí, la relación con Tincho se desbandó por completo. El chabón ya había mostrado una actitud bastante miserable -posta que me sorprendí mucho- con la descompostura que lo dejó nock out en aquel momento del viaje. Después levantó, y medio que la careteó, anduvimos bien, pero ahora que estamos aislados en la habitación del hostel -gracias a Dios en soledad, y no con los alemanes o tanos que también quedaron varados acá- el tipo mandó todo al carajo. Está bien, dirás, estamos ante una pandemia mundial, una situación claramente excepcional, una reverenda mierda que desequilibra las emociones hasta de un perro, pero igual. Se alienó. Su nivel de angustia crecía a medida que se amontonaban las malas noticias que llegaban desde allá. Llegamos a hacer el Machu Pichu, un sueño cumplido, a pesar de todo. Ahora pienso que haberme mandado a viajar  con él, fue un error, que me apresuré, pero bueno, una mancha más al tigre. Aprendí a convivir con mis contradicciones y fracasos. Lo trabajé en terapia. Acordate el nivel de autocastigo que me infringía hasta hace dos años atrás. Ahora tengo que bailar con el coronovirus y con Martín, en un pueblo construido y habitado por el pueblo inca. El tipo está aniquilado en lo anímico. Todo el puto día tirado en el catre, con el celular frente a los ojos, casi no come. Ayer dijo no aguanto más y salió a dar una vuelta. ¿Vos sabés lo que son los polis de por acá? Te muelen a palos. Yo ya no le pido que se calme, que nos hagamos compañía, o que use la cabeza. No se fue a la mierda porque sabe que termina en un calabozo. No creo que podamos remontar este desastre. Ni acá ni alla, cuando volvamos. Te amo, amiga. Esto también va a pasar, lo sé. Escribime. Imaginate lo bien que me hace leerte, y escribirte. PD: A Marta le conté algo, aunque de un modo bastante velado.

No hay comentarios:

Manu y Santino Dios

Manu y Santino Dios