Ahora sí. Estamos en octavos. Jugamos, tocamos y la metimos. Somos candidatos. La selección nacional genera confianza a partir del juego y los resultados. Se los ve bien, contentos, sólidos. Las tribunas parecen parte de nuestro fútbol, una cancha cualquiera. Veinte mil tipos están allá.
Nuestro técnico tiene mucho que ver con el estado de euforia que hoy terminamos de afianzar, claro, con esa contagiosa e irremplazable pasión que le pone a su trabajo. Cuando devuelve la pelota que cae en el banco con un taco, o salta atrás de los grandotes del grupo para abrazarlos en un gol, nos reímos, porque ningún ídolo popular ha mostrado tanto cariño. Gran parte de la prensa local le tiró con munición gruesa durante las eliminatorias. Ahora son puros elogios. Nadie se va a quedar afuera. Las ventas del celeste y el blanco crecen de manera escandalosa. La gente gana las calles. Se vienen días memorables.
La revista Noticias denuncia en tapa un pacto entre Kirchner y Maradona para llevar a la Argentina a lo más alto de la competencia que nos tiene a todos dados vuelta. Están desesperados.
Palermo, enorme. Su emoción conmueve. Nos representa un poquito a todos. Gracias, Diego.
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